Cuando íbamos a ser libres. Andrés Estefane

Cuando íbamos a ser libres - Andrés Estefane


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de un hombre a otro, y se aumentan o disminuyen de mil maneras. Una mercancía tiene el mismo precio para todos, porque todos la pagan con la misma moneda; pero en el préstamo no tiene el dinero el mismo precio ni para todos los hombres, ni en todos los tiempos, porque en el préstamo no se paga el dinero sino con una promesa, y aunque el dinero de todos los compradores sea igual, no lo son las promesas de todos los que toman prestado. Concluyamos, pues, sentando el principio de que puesto que el interés no es más que el precio del dinero, debe abandonarse al curso de los acontecimientos y a las convenciones particulares.

      Sobre los fundamentos que anteceden se apoya la moción que presentó a la Cámara de Senadores en el año ante próximo el señor don Manuel José Gandarillas. Deseamos que a la mayor brevedad se le dé curso y que el Congreso sancione cuanto antes la derogación de las leyes vigentes relativas al asunto, germen fecundo de fraudes y de pleitos.

      En otra ocasión, erigiéndonos en intérpretes de los sagrados libros, combatiremos a los teólogos que creen hallar en ellos la prohibición del interés del dinero.

      La Libertad Consiste En Hacer TODO LO QUE ES BUENO Y NADA DE LO QUE ES MALO

      No es frecuente encontrar definiciones sustantivas de “libertad” en los periódicos de la primera mitad del siglo xix. Si bien todos la invocan para pronunciar elogios o defensas, su comprensión suele estar anclada a la coyuntura política, al ámbito de las prácticas, y se la representa con las luces y las sombras que impone la urgencia, la pasión o la ganancia. Rara vez se la aborda en un tono más complejo, en su relación con la voluntad, por ejemplo, o a propósito del problema de la percepción y el intelecto. Ese es el fondo de este raro artículo que fija postura entre las discusiones filosóficas de los siglos xvii y xviii. Pero destaca también por otro motivo: esa reflexión filosófica es antecedida por una representación alegórica, de inspiración neoclásica. Por un lado, la libertad es un bien feminizado y vulnerable que debe ser resguardado para garantizar su contemplación; por otro, es un problema de filosofía del que hablan los hombres, y cuyo análisis permite definir cuestiones determinantes para la vida social. Dos imágenes distintas, conectadas de forma subterránea gracias a una complicidad que no necesita ser pronunciada. Algo así parece ser la libertad en este período.

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      Donde mora la libertad allí es mi patria

      El Cosmopolita, 1 de mayo de 1833, Núm. 2, pp. 1-2

      Considerando que ciertas expresiones producen falsas impresiones muy contrarias al sentido que estas quieren llevar, hallamos por conveniente ilustrar la divisa de este diario: “Donde mora la libertad allí es mi patria.”

      No existe palabra que haya causado tantos enormes horrores a la especie humana como la de la libertad, y lejos de ser una garantía de las personas y propiedades de los pueblos ha servido en muchos lugares para sus cadenas y destrucción.

      Nosotros comparamos la libertad a una hermosa y linda virgen que merece la admiración y protección del mundo entero; ella no tiene lugar fijo en ningún país particular, pero existe en todos aquellos donde se cultivan las virtudes morales. Ella es un don gratuito del cielo y está encargada de la civilización, la industria y hasta la conciencia, desde un polo hasta el otro. En los países “donde ella mora” siempre se encuentra en el tribunal mano a mano con la justicia —y en foro y Senado acompañada de la sabiduría y la prudencia— igualmente en el comercio, el tránsito y las casas privadas. Ella es patrona tutelar de las imprentas y se digna establecer su oráculo en ellas. Lleva por vestido una túnica blanca, que muestra la sencillez y la pureza; en la mano derecha una lanza que significa la arma de sus devotos —sobre esta un gorro que denota el estado opuesto de los hombres libres al de los esclavos.

      Tal es la libertad, y tal su delicadeza que en el lugar donde no existe el orden y la virtud no existe ella.

      Hemos hecho estas reflexiones con el objeto de esclarecer nuestro mote —“Donde mora la libertad allí es mi patria”, el cual se reduce a este: La libertad consiste en hacer todo lo que es bueno y nada de lo que es malo.

      No dejaremos la importante discusión de la libertad sin definir su origen y sus ventajas, según la opinión que nosotros hemos formado de ella.

      La voluntad, las pasiones y los sentidos han nacido con el hombre y estos dones son los que determinan a obrar conforme a su naturaleza, y según esto tiene la libertad de ejecutar sus intenciones. Si así es, entonces la libertad es el agente libre de la voluntad, porque esta no ejecutará lo que la voluntad no tendría libertad.

      Siendo la libertad un agente libre de la voluntad, entonces lo que ejecuta la primera depende enteramente de la naturaleza de la segunda, porque la voluntad y las pasiones pueden solamente percibir por medio de los sentidos unas ciertas necesidades, y entonces la libertad es la acción de obrar lo que estos perciben.

      El hombre nace con estos poderes que son la voluntad, las pasiones y los sentidos, estos tienen la libertad por su agente, y esto es lo que se llama la libertad natural; y como estos poderes son del hombre, luego esta libertad es la libertad natural del hombre.

      Es preciso saber que la voluntad puede tener buenas o malas inclinaciones y las variaciones de estas, enteramente dependen del poder que esta voluntad tiene sobre el entendimiento, que por según este poder obra su agente la libertad natural; pero el hombre viviendo por sí solo en un estado natural y lejos de las habitaciones de otros, su voluntad no puede tener poder alguno sobre el entendimiento, porque esto no existe en el estado natural del hombre no siendo nacido con él, y como este no es innato con el hombre, luego no puede percibir o distinguir las cosas que ignora. Esta parte de nuestra doctrina es apoyada por M. Locke. En la edic. 24 de su Entendimiento Humano Lib., Cap. 2 & 11, dice: “Aquellos que se tomen empeño de reflexionar con un poco de atención sobre las operaciones del entendimiento encontrarán que un pronto consentimiento de la mente hacia algunas verdades, no depende de una impresión (inserption) natural o del uso de la razón etc.”.

      No siendo el entendimiento innato en el hombre, esto no es de negar que las facultades intelectuales no lo sean; pero estas colocadas en el vacío de la mente no pueden ejercer acción alguna sin tener la primera impresión de algún objeto por su guía, y esta se obtiene solamente por el ejemplo o por medio de la instrucción. De esto nacen las primeras ideas y producen el entendimiento de ellas, luego después llega la razón y esta ayuda al entendimiento a descubrir los principios de una falsa o verdadera proposición, dando poder al entendimiento para determinar sus máximas entonces la fábrica es completa.

      Hemos hecho esta reflexión para convencer al hombre que el Ser Supremo le ha dado más facultades intelectuales sin límite alguno, y sin poner términos a la extensión de ellas, dejando libre para emplearlas en las virtudes, o en el abuso de los vicios, y según los méritos o deméritos son los premios y los castigos. De esto nace la convicción de la inmortalidad del alma, porque de otro modo serían iguales los malos con los buenos, y los remordimientos de la conciencia prueban la verdad de esta aserción.

      Mas, estas grandes facultades intelectuales de que estamos poseídos prueban que el hombre es un ente sociable, y que estas facultades le han sido conferidas para emplearlas solamente en el bien de la sociedad de que es miembro, de modo que sus acciones sean dignas de aplauso por el benignísimo otorgador de ellas, pues siempre es libre para obrar según sus inclinaciones, y esto es lo que nosotros designamos la libertad de la mente.

      Ya hemos dicho que el entendimiento (según nuestra convicción) no es innato en el hombre, y que en el estado natural no puede tener idea alguna de la cosa que ignora, por esto no advierte que existen en él grandes facultades intelectuales porque toda su obra se aproxima más hacia la sagacidad animal que hacia la razón humana. Luego un hombre en este estado no es responsable por los actos que proceden de su voluntad, pues claro está, que no ha contraído obligación alguna de observar ni forma, ni método, y no teniendo vecinos su libertad natural no puede ser obnoxiosa.

      Ahora consideraremos si será posible que una sociedad pueda existir por algún espacio de tiempo, dejando a todos sus miembros en pleno poder de ejercer sus libertades naturales. Creemos


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