En defensa de Julián Besteiro, socialista. Andrés Saborit
con sus vidas entregadas al interés general (la masa y el proletariado), tuvieron mucho que ver para que el socialismo llegase, en lucha consigo mismo y con su adaptación constante, con unas organizaciones listas para llevar a cabo los proyectos («racionalización y modernización», según Juliá y «renovación y democratización», para Tezanos) que el «cronista del socialismo español» adelantaba ya, de forma implícita, en muchos de los textos aquí recogidos.33 Y también, al plasmar sus últimas sobre líneas Besteiro de la siguiente forma: «no fue un político tal y como daba a entender esa palabra, tan desacreditada y con razón en España; fue un socialista que se valía de los resortes de la política, en su más noble acepción, para difundir los ideales que encarnan la emancipación económica de la clase trabajadora».
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I JULIÁN BESTEIRO, SOCIALISTA
[1970]
ANDRÉS SABORIT
EXPLICACIÓN
UN BESTEIRO SOCIALISTA
¿Otro libro sobre Julián Besteiro? Sí, y otros seguirán más tarde. La actuación docente y política del ilustre profesor de la Universidad Central y del abnegado defensor del proletariado español merece ser recordada y puesta de relieve en sus distintos matices.
Julián Besteiro fue alumno de la Institución Libre de Enseñanza y, por serlo, discípulo de Giner de los Ríos, de Cossio, de Salmerón, de Simarro… Lo ha referido él en discursos políticos y en conferencias doctrinales. Ninguno de sus maestros fue socialista militante. No obstante, los cuatro tuvieron una ideología en muchos puntos coincidente con ciertos matices del Socialismo. ¿Coincidían, precisamente, esos matices socialistas de sus profesores con el Socialismo defendido por Besteiro? En parte, no. Con la publicación de este libro pretendo dar al lector la facilidad de apreciar por sí mismo los puntos esenciales en que Besteiro basaba sus argumentos doctrinales y, consecuentemente, los puntos sobre los cuales se distanciaba de sus profesores institucionistas.
Giner de los Ríos y Cossio fundamentalmente fueron hombres de cátedra, ajenos a la política militante, aunque atentos siempre al desarrollo de los problemas políticos de España y aun del mundo. Nicolás Salmerón, antes de llegar a ser jefe del Gobierno de la Primera República, como diputado defendió los principios de la Primera Internacional, sin declararse por ello solidario de esos principios, solidarizándose hasta cierto punto con el puñado de propagandistas que en España comenzaron a esparcir esa semilla. El doctor Simarro, más político que los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, nunca figuró entre los simpatizantes del Socialismo —fue exageradamente individualista—, pero él fue quien, en 1917, sin pedírselo nadie, y menos que nadie los que estamos incomunicados en Prisiones Militares, actuó intensamente para salvar esas cuatro vidas de un fusilamiento casi seguro sin su intervención, y más tarde, también espontáneamente, editó un libro, poniéndole sabroso prólogo, con los discursos íntegros de los cuatro diputados socialistas liberados del presidio de Cartagena.
No hay nombres propios tras del texto que reproducimos seguidamente; pero no creemos equivocamos al suponer que al escribir ese párrafo en el diario madrileño El Imparcial del 15 de mayo de 1923, Besteiro, elevando el pensamiento, lo ponía con un cariño filial en sus excelsos maestros y en otros hombres ilustres y venerados por él que pasaron por las aulas de la Institución Libre de Enseñanza, sin llegar a coincidir plenamente con los postulados socialistas, y a veces hasta produciéndose en contra de esas doctrinas, más por desconocimiento que por aversión. He aquí el pensamiento difundido por Besteiro en 1923:
Si algún día se escribe con acierto la historia espiritual del Socialismo, esta historia deberá hacer resaltar, entre las pruebas más duras a que el alma socialista ha estado sometida, la injusta desconfianza que durante largo tiempo ha despertado en personalidades y grupos sociales selectos, en hombres animados por un noble aliento de rebeldía, iluminados por una viva llama de amor a la libertad. ¡Cuántas veces se ha dicho: «El Socialismo quiere convertir la sociedad en un convento o en un cuartel», «El Socialismo viene a matar en la conciencia humana todo espíritu de independencia, toda noble iniciativa!…»
Sí, los hombres que se expresaban como Besteiro recuerda con hondo dolor en ese párrafo no eran de la extrema derecha, sino de la extrema izquierda, de la izquierda, por lo menos. Él supo librarse, no sin dolor —son frases suyas— de esos prejuicios, y se libró, quizá, por haber ido a estudiar Filosofía a países extranjeros. De Alemania volvió conquistado por el Socialismo. Fue Marx, y con Marx sus discípulos más amados, quienes abrieron su noble corazón ante las tragedias soportadas por el proletariado internacional. Pero Besteiro, socialista educado en Alemania, no fue un marxista cerrado e intransigente. Como no lo fue Pablo Iglesias. He aquí un párrafo de Juan José Morato, escrito en diciembre de 1935, inserto en Democracia, semanario socialista madrileño que yo dirigía:
¡Ah!, y para terminar: Iglesias no habló nunca de marxismo, ni nadie le oiría jamás llamarse marxista, y aun, siendo quien era y no viendo bien el «revisionismo» de Bernstein en 1898, jamás se consideró con autoridad bastante para llamarle traidor o renegado. De vivir ahora es posible que encontrara en la prodigalidad de la denominación marxismo sus puntos y ribetes de pedantería.
Besteiro, como Iglesias, no se llamó marxista