Bloggerfucker. Antonio González de Cosío

Bloggerfucker - Antonio González de Cosío


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la nariz por el sorbo de café frío que acababa de llevarse a la boca.

      —Pero qué se habrá creído esta mujer… ¿Indio? ¡Pero si es china, la muy imbécil! Digo, el indio tendría más derecho a estar aquí, creo yo…

      —Bueno, ella es poblana…

      —Okey, pero eso no le da derecho a sobajar a nadie. Se cree superior por ser exótica. Y encima es homófoba, la desgraciada. Todo tiene para caerme en el hígado.

      —Ni le hagas caso. A nadie le importan los cerebritos y menos en la moda —dijo GoGorila mientras se asomaba dentro de su camisa para verse los pectorales—. Hace frío, ¿no? Tengo los pezones tan duros que podrías colgarte de ellos.

      La Carola se puso calentorra. Vaya que le gustaría colgarse de los pezones de GoGorila y muchas otras cosas. Morderle esas nalgas tan respingonas en las que podría poner una taza de café y no se derramaría ni una gota. Pero suspiró resignada sabiendo que “esas pulgas nunca brincarían en su petate”. No tenía nada que ver con que ella fuera trans, porque de buena fuente sabía que GoGo se tiraba a todo lo que se le ponía enfrente; de hecho, su grito de guerra era: “En la guerra y el amor, cualquier hoyo es trinchera”. La razón por la que aquella bestia sexy no caería en sus redes era porque estaba perdidamente enamorado de Lilian Martínez (@lilim, 700k), una influencer millonaria y guapa, cuyo único trabajo en la vida era subir fotos a su Instagram de lo que se ponía todos los días: ropa maravillosa y accesorios de sueño que La Carola no podía permitirse porque costaban lo mismo que un coche. Pero sentía un poco de lástima por ella: hacía un par de semanas se le habían caído mas de 400 mil seguidores por culpa de un video infiltrado en YouTube donde, con cámara escondida, la habían grabado llamando a sus seguidores “mugrosos y muertos de hambre”. Fue una versión tercermundista de lo que le paso a Dolce & Gabbana en Shanghái. Por una indiscreción, la muy cretina dejó de pertenecer a la élite de los influencers con más de un millón de seguidores. La Carola siempre había tenido algo claro: nunca hay que morder la mano que te da de comer… y menos la que te da “likes”.

      —No entiendo por qué nos bullearon tanto los otros invitados al viaje, wey, si estábamos trabajando —dijo Lilian alargando ad infinitum la “e” de wey.

      —Nos pasamos de listos, Lilian. De la peda que nos pusimos hasta se nos olvidó ir al desfile. No nos hagamos tontos. Seguro que los de Gucci no nos vuelven a invitar a nada.

      —Nah. No se lo pueden permitir. Tú eres Willy Rojo, papá (@willyred, 750k), y yo soy quien soy —dijo Lilian, sacando de su Kelly de Hermès un lipstick nude, con el que se retocó los labios—. Lo que les interesa es que los saquemos en nuestras redes. Si vamos o no a los eventos, les vale pito. Créeme. Ir a los eventos es para los matados, para los uncool. Para los viejitos que quedan de la prensa escrita. Y además, el desfile de Alessandro Michele estuvo súper friki. Yo ya no entiendo a Gucci —y ambos estallaron en carcajadas.

      Lu Moreno decidió llamar la atención de los presentes golpeando, quizá demasiado fuerte, un cuchillo contra un vaso de cristal. Miró cómo lentamente iban guardando silencio. Sorprendió a Lilian señalando su cabello mientras decía algo a Willy por lo bajo, y ambos rieron mustios. Se dio cuenta de que la ricachona estaba criticando su tinte, y lamentó no haberse tomado el tiempo para ir al salón de belleza el día anterior, más aún sabiendo que esa mañana se enfrentaría a esta jauría.

      —Muy buenos días a todos. En Statement Cosmetics nos sentimos honrados de contar con ustedes esta mañana para presenciar el lanzamiento de nuestra nueva línea de maquillaje. Estamos muy felices de tener a la crema y nata de los influencers y bloggers de moda y belleza con nosotros. Aunque a decir verdad, ni crema ni nata, porque nadie toma lácteos ni gluten —dijo con una risita tonta. Algunos se rieron de la broma, los únicos que la entendieron, probablemente—. Esta colección —prosiguió— es muy importante para nosotros porque es la primera vez que…

      Un ajetreo no la dejó continuar. Una hostess, que trataba de detener a una mujer que se precipitaba al salón, interrumpió su presentación.

      —¿Cómo que no tengo lugar? ¡Soy la directora de Couture! —dijo Claudine mientras entraba arrebatada en el lugar. Se detuvo y después de un rápido scan a los invitados exclamó con una mueca—: ¡Ay, perdón! No sabía que este evento era para los de digital —y, tras un instante de mirar el cuadro como si se tratara de un comedor para indigentes, se sentó majestuosa en una silla que un mesero raudo ya había colocado en la mesa y saludó sin mucha conciencia de sí—: Buenos días a todos.

      —Bienvenida, Claudine —dijo Lu—. Perdona, no te esperábamos ahora porque la prensa está invitada a la cena de gala por la noche —y de inmediato, sintió que miradas matadoras se le clavaban con disgusto. Pronto se dio cuenta de su metedura de pata, y cambió el tema de inmediato—. Pero no importa, es exactamente lo mismo. Bienvenida.

      —¿Lo mismo? —dijo por lo bajo una de las Igualitas a La Carola—. A nosotros nos traen a un desayuno meado y “a la prensa” —dijo, entrecomillando con los dedos— la llevan a una cena de gala. Vaya mierda.

      La presentación transcurrió entre pases de diapositivas y la proyección del comercial de TV que apoyaría la campaña. Los cafés siguieron llegando y los croissants, desapareciendo. A estas alturas, los teléfonos celulares habían recuperado la atención de muchos de sus dueños y Claudine supo que era el momento de irse y se puso de pie para enfilar hacia la salida. Y como suele pasar en este tipo de eventos, cuando el primer invitado se levanta de la mesa, los demás hacen lo propio casi al unísono. La anfitriona se acercó a la puerta para despedirlos y hacerles entrega de su regalo y su dossier de prensa. Claudine lo agradeció y se despidió de Lu. Wendy, que había sido la siguiente, se acercó hasta ella y con una mueca más que una sonrisa, le dijo:

      —Vaya, la nueva directora de Couture. ¡Muchas felicidades! Tienes unos zapatos muy grandes que llenar.

      Puta china monstruosa. Ojos de alcancía. ¿Quién te está preguntando nada?

      —Sí, Helena hizo un gran trabajo, pero ya era tiempo de inyectar sangre nueva a la revista. Al fin y al cabo, la moda es eso: novedad.

      —Eso y muchas otras cosas. Pero seguro que lo harás muy bien —dijo Wendy con jiribilla.

      —Ya lo estoy haciendo —respondió Claudine, mientras sacaba los lentes oscuros de su bolsa de Balenciaga y se apresuraba a salir de ahí. Pero huir no iba a ser tan fácil: Lilian y Willy le salieron al paso. Querían saberlo todo.

      —¡Babe! —dijo Lilian dándole dos besos al aire—. ¡Cuéntame, por favor! —y la jaló a un lugar más privado para seguir disparando—. ¿Es verdad que sacaron a Helena de la editorial con policía y todo? ¡Ay, qué vergüenza! La pobre. La corren y encima la tratan como una criminal.

      —Yo escuché que fue ella quien renunció, ¿o no? —preguntó Willy. Siempre había sido fan de Helena.

      —Bueno, ésa es la historia oficial, Willy darling, pero, aquí entre nos, sí la corrieron y estuvo feo, la verdad. No sé qué hubiera hecho si me pasa a mí.

      —Pero ¿cómo estuvo? Cuenta: no le decimos a nadie —insistió Lilian que, más que el ejercicio, eran los chismes los que la mantenían en forma.

      —Es que ya estaba equivocándose mucho. La revista se estaba volviendo muy para señoras, tú me entiendes, ¿verdad? —dijo a Lilian sabiendo que era de las influencers mayores: andaba rondando ya los treinta. Ella se hizo la desentendida—. Y pues quisieron darle un toque más cool, orientado a social media y con marcas de moda más novedosas. Y ésa es la historia.

      —Pobre mujer —dijo Lilian—. Seguro se habrá ido a una casa de retiro. A esa edad ni quién vaya a contratarla.

      —Bueno, no la contratarán porque no le llegan al precio: una mujer con su experiencia debe ganar una millonada —dijo Willy.

      —Supongo —dijo Claudine con una mueca. A ella no habían querido darle ni la mitad del sueldo que cobraba Helena—. Pero Helena fue una gran mentora y espero que le vaya bien en su retiro


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