Elige solo el amor. Sebastián Blaksley

Elige solo el amor - Sebastián Blaksley


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      I. Preludio

      ¡Luz que ilumina la vida! Soy tu amado servidor, el arcángel Rafael, amigo de tu alma. Te amo con todo el amor de Dios. Tu vida es importante para mí. Eres valioso. Pienso siempre en ti. Eres mi sueño y mi alegría, porque comparto con Dios sus sueños de grandeza y plenitud para con todos sus hijos.

      Sí, queridísimo hermano mío, comparto con el creador una misma voluntad: que aceptes el regalo eterno de la perfecta felicidad, para que podamos vivir por toda la eternidad en nuestra mutua compañía.

      Quien ha traído a la existencia todo lo que existe, se mueve y es, tiene un sueño para toda la filiación. Este puede reemplazar al sueño del olvido por el de la realidad de la plenitud del amor. Estamos caminando hacia la realización plena de ese sueño de Dios. Mejor dicho, estamos caminando hacia la restauración del recuerdo de tu plena realización. Recuerda que eres el realizado.

      En el sueño divino, el plan del creador, la filiación retorna a la unidad, desde la cual surgió, y permanece en la belleza, armonía y santidad que proceden de él.

      En su sueño, la Madre de los vivientes dispone la dicha sin fin, el fin de las lágrimas y el jolgorio eterno. Su sueño es vivir con sus hijos en el reino del amor, el cual fue creado por ella a su semejanza, para que sea el gozo suyo y de sus retoños. Suyos son los sueños de unidad y de alegría verdadera, los sueños de amor eterno.

      Te revelo todo esto para que no dejes de recordar que tu valía está por encima de todo concepto y palabra. La belleza, santidad y grandeza de lo que eres no se pueden describir. También se te revela, por designio de Dios, para que comiences a poner “cara a cara” a las polaridades de la mente dual de un modo particular, y las trascendamos juntos.

      Tú tenías un sueño para ti, Dios tenía otro. El tuyo era el sueño de la separación, el suyo el sueño de la eterna unión con su hijo. Tu sueño fue una pesadilla, su sueño es la alegría sin fin de la verdad.

      Hermano, ciertamente Dios tiene un sueño para ti. No te prives de la gracia de conocerlo en un grado cada vez mayor. En las profundidades de tu mente puedes conocer lo que el corazón de Dios trama para ti, y permanecer unido al amor, desde donde creas tu realidad en armonía con la santidad.

      Quédate en silencio, no juzgues nada. Simplemente únete al amor en la quietud de tu ser y espera a que la revelación del plan de Dios te sea dada. Recuerda que Dios es infinito y, por lo tanto, conocer en un mayor grado su voluntad es algo que puedes hacer a cada instante de tu existencia, pues lo que Dios es nunca se agota. En otras palabras, siempre puedes conocer más acerca de Dios, pues nunca termina.

      Recuerda que esta obra está dirigida a la sanación de la memoria, para que el recuerdo de Dios alboree en ti con toda su luminiscencia y belleza. Repetimos esto para evitar los olvidos en que muchas veces cae la mente olvidadiza.

      II. Del sueño del amor, a su realidad

      Para despertar plenamente del sueño del olvido, es necesario primero pasar por el conocimiento del sueño que Dios soñó para su hijo, el cual constituye aquello que lo llevó a crearte. Luego, avanzas hacia la plena realización de ese sueño en tu vida aquí, ahora y siempre. No existe separación entre lo que eres ahora y lo que siempre eres en verdad.

      El sueño de Dios, su plan perfecto, tiene que abarcar tu existencia tal como es en este momento en el plano físico, y debe también poder continuar por toda la eternidad sin disrupción de ninguna especie. Si esto no fuera así, habría una brecha entre la vida del tiempo y la vida eterna. Este no es el caso, porque no existe tal cosa como el cielo allá y la tierra acá.

      Hijo del amor divino, escucha lo que a continuación te digo y guárdalo en el silencio de tu corazón:

      La vida de tu ser es el sueño de Dios hecho realidad.

      Ahora que comienzas a permitir que el recuerdo de esta verdad alboree en tu memoria, respóndeme a esta pregunta: ¿acaso menosprecias o atacas a un hermano porque te acompaña por un corto tiempo en el viaje que haces hacia ese lugar tan anhelado por tu corazón?

      No es necesario atacar a la creación, nunca lo fue. Todas esas ideas absurdas que algún día se albergaron en relación con la superioridad o inferioridad de los seres, tanto físicos como espirituales, es algo que se fabricó como respuesta inevitable del estado de consciencia totalmente miedosa, o ego. Nuca fue necesario hacer eso. Eso no forma parte del sueño de Dios. Su plan no incluye el miedo, porque no incluye ninguna posibilidad de pérdida de ningún tipo.

      Dios sueña con que tengas una vida serena y en paz, y con que finalmente vivas por siempre en la verdad que ya has aceptado y dice así:

      Todo lo creado comparte por siempre la santidad y benevolencia de aquel que es la fuente de la vida eterna, incluyéndote a ti.

      Piensa en tus hermanas y hermanos, y esto no solo incluye a los que llamas seres humanos, sino a la totalidad que existe, como aquellos que por amor han decidido viajar contigo en el fascinante viaje de la vida. Sé agradecido con ellos, que son tus compañeros.

      Tú también eres compañero de ellos y has decidido venir al mundo del tiempo con el santo propósito de ayudar a otros a regresar a la casa del padre, juntos. Ellos no podrían retornar al amor sin ti por la sencilla razón de que, si no existieras, ellos tampoco existirían.

      Tu hermano y cada aspecto de la creación no solo te acompañan, sino que te dan existencia. Si solo existieras tú, no podrías saber que existes, pues es en tus hermanas, hermanos y en cada situación de la vida en el tiempo, en donde te puedes (y debes) conocer a ti mismo.

      Si solo existieras tú, tendrías una existencia inconsciente. Es decir, no te conocerías. Ese estado de existencia inconsciente, similar al del bebé dentro del vientre de la madre, sería la nada.

      Así como el hijo sale del vientre de aquella que lo concibió, para conocer la vida y de ese modo vivirla con todo lo que ella le traerá, del mismo modo tú has salido de las entrañas de la santidad para que la vida de Dios se manifieste.

      Ya hemos hablado de este asunto, en el que reconocemos la inmensa deuda de gratitud que tenemos para con los santos seres que nos acompañan en la vida. Esto incluye a las circunstancias y situaciones, además de los seres vivientes e inanimados de todo el universo. Esta deuda no es algo que debe generar un peso sobre tus hombros, o crear culpabilidad. No, pero sí que es algo que debes asumir, para poder desarrollar el menguado sentido de gratitud que muchas veces demuestras hacia la vida, tal como es.

      Cada brisa de viento es un beso de tu Madre divina. Cada rayo de sol una caricia sobre tu piel. Las sombras que las montañas proyectan sobre los valles evocan al sol que se esconde tras ellas. Cada tintinar de las aguas frescas de los manantiales es música para el hijo de Dios. Cada parte de la creación es un aspecto del rostro del amor.

      III. La red de la vida

      El retorno al amor que Dios es comienza cuando decides deliberadamente amar con pureza a la tierra y todo lo que forma parte de ella. Esto es lo mismo que decir, cuando decides amar lo que eres y tus circunstancias. ¿Crees que los animales, las plantas o los elementos no sienten tu amor? Te equivocas. Todo lo que te rodea es susceptible a la energía divina del amor, así como también del miedo.

      Te aseguro que cada acto de desamor contamina al mundo, mucho más que miles de fábricas o sistemas de producción de los que surgen elementos tóxicos. En efecto, muchos de esos sistemas son una expresión del desamor y esa es la causa por la que contaminan.

      No tiene sentido dedicarse a cambiar la superficie de una situación, si es que quieres cambiar el asunto en su totalidad. Detrás de la cuestión de la intoxicación que se puede ver en el planeta tierra yace el miedo y muy detrás de él, el amor que es negado.

      ¿Llenarías de toxinas la tierra impidiendo la vida de ciertos seres que, aunque invisibles a tus ojos, están ahí, sabiendo que ellos no son otra cosa que tus hijos?


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