Meditaciones diarias para la vida espiri. Henri J. M. Nouwen

Meditaciones diarias para la vida espiri - Henri J. M. Nouwen


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      Signos de vida

      3 DE FEBRERO

      Ama profundamente

      No dudes en amar, y en amar profundamente. Es posible que tengas miedo al dolor que puede causar un amor profundo. Cuando aquellos a quienes amas te rechacen firmemente, te dejen o mueran, tu corazón se romperá. Pero esto no debe impedirte amar profundamente. El dolor que procede del amor profundo hace que tu amor dé aún más fruto. Es como un arado que rompe el terreno para dejar que la semilla eche raíces y crezca hasta convertirse en una planta fuerte. Cada vez que experimentes el dolor del rechazo, de la ausencia o de la muerte, tienes ante ti una elección. Puedes amargarte y decidir no volver a amar de nuevo o puedes plantar cara a tu dolor y dejar que el terreno que pisas se haga más fértil y más capaz de dar vida a nuevas semillas.

      La voz interior del amor

      4 DE FEBRERO

      El amor da sus frutos

      A pesar de mis buenas intenciones, siempre me encuentro luchando para adquirir más poder. Cuando doy algún consejo, quiero saber si se ha seguido; cuando ofrezco mi ayuda, quiero que me den las gracias; cuando presto dinero, quiero que se utilice a mi manera; cuando hago algo el bien, quiero que se me recuerde. Puede que no me erijan una estatua o no coloquen una placa conmemorativa en mi honor, pero vivo constantemente preocupado porque no me olviden, por permanecer de algún modo en el pensamiento y en los actos de los demás.

      Sin embargo, el padre del hijo pródigo no vive preocupado por sí mismo. Su vida, llena de tantos sufrimientos, le ha convertido en un hombre que no siente ningún deseo de controlar. Sus hijos son su única preocupación; quiere entregarse completamente a ellos, y por ellos se desborda por completo.

      ¿Soy yo capaz de dar sin pedir nada a cambio, amar sin poner condiciones a mi amor? Cuando pienso en mi necesidad de que se me reconozca y de que se me valore, me doy cuenta de que tengo una dura batalla que librar. Pero también estoy convencido de que cada vez que consigo vencer esta necesidad y actúo libremente puedo confiar en que mi vida es verdaderamente capaz de dar los frutos del Espíritu de Dios.

      El regreso del hijo pródigo

      5 DE FEBRERO

      El gozo de vivir procede de vivir bien con los demás

      En mi propia comunidad, con muchos hombres y mujeres gravemente discapacitados, la mayor fuente de sufrimiento no es la discapacidad en sí, sino los sentimientos que la acompañan, el sentirse inútil, inservible, irrelevante y no querido. Es mucho más fácil aceptar la incapacidad de hablar, caminar o alimentarse por sí mismo que aceptar no poder llegar a tener un valor especial para alguien. Los seres humanos somos capaces de sufrir inmensas privaciones con una gran entereza, pero, cuando sentimos que ya no tenemos nada que ofrecer a nadie, perdemos enseguida el apego a la vida. Instintivamente sabemos que el gozo de la vida nos viene de las formas en que vivimos juntos y que el dolor de la vida viene de las numerosas maneras en que no conseguimos hacerlo bien.

      Tú eres mi amado

      6 DE FEBRERO

      Soledad

      La soledad humana más básica es lo que nos amenaza y tan difícil nos resulta de afrontar. Con frecuencia hacemos todo lo posible para evitar la confrontación con la experiencia de estar solos, y a veces somos capaces de crear los inventos más ingeniosos para evitar que se nos recuerde esta situación. Nuestra cultura se ha convertido en experta en la elusión del dolor, no solo el dolor físico, sino nuestro sufrimiento emocional y psíquico también. No solo enterramos a nuestros difuntos como si aún estuvieran vivos, sino que enterramos también nuestros sufrimientos como si no estuvieran realmente ahí. Nos hemos acostumbrado tanto a ese estado de anestesia que nos aterrorizamos cuando no hay nada ni nadie para distraernos. Cuando no tenemos ningún proyecto que terminar, ningún amigo que visitar, ningún libro que leer, ningún programa de televisión que ver, ningún disco que escuchar, y cuando nos hemos quedado completamente solos, a solas con nosotros mismos, estamos tan cerca de la revelación de nuestra soledad humana básica y tenemos tanto miedo a experimentar ese sentimiento omnipresente de soledad, que hacemos lo que sea para volver a estar ocupados y seguir con el juego que nos hace creer que, a fin de cuentas, todo va bien.

      Abriéndonos

      7 DE FEBRERO

      Busca la fuente de tu soledad

      Cuando te sientas solo, trata de buscar la fuente de esa sensación. Te sentirás inclinado a huir de tu soledad o a permanecer en ella. Cuando huyes de ella, tu soledad no disminuye en realidad; simplemente la obligas a salir de tu mente de forma temporal. Cuando empiezas a permanecer en ella, tus sentimientos se hacen más fuertes y caes en la depresión.

      La tarea espiritual no es huir de tu soledad, no es no dejarte caer en ella, sino buscar su fuente. No es fácil de hacer, pero, cuando puedes identificar de algún modo el lugar de donde surgen esos sentimientos, perderán parte del poder que tienen sobre ti. Esta identificación no es una tarea intelectual: es una tarea del corazón. Debes buscar ese lugar con tu corazón y sin miedo.

      Es una búsqueda importante, porque te ayuda a discernir algo bueno sobre ti mismo. El dolor de tu soledad puede estar arraigado en tu vocación más profunda. Quizá te des cuenta de que tu soledad está vinculada a tu llamada a vivir completamente para Dios. Y entonces tu soledad se te puede revelar como la otra vertiente de tu don singular. Cuando hayas experimentado esta verdad en lo más íntimo de tu ser, descubrirás, quizá, que tu soledad no es solo tolerable, sino incluso fructífera. Lo que al principio parecía doloroso puede convertirse en un sentimiento que, a través del dolor, abre ante ti el camino hacia un conocimiento aún más profundo del amor de Dios.

      La voz interior del amor

      8 DE FEBRERO

      Del aislamiento a la soledad

      Para llevar una vida espiritual debemos encontrar el valor para entrar en el desierto de nuestro aislamiento y cambiarlo, por medio de suaves y constantes esfuerzos, en un jardín de soledad. Esto no requiere solo valor, sino también una fe firme. Por duro que resulte creer que un seco y desolado desierto puede albergar infinitas variedades de flores, es igual de difícil imaginar que nuestra soledad esconde una desconocida belleza. Sin embargo, pasar del aislamiento a la soledad es el comienzo de toda vida espiritual, porque es pasar de la agitación de los sentidos al espíritu reposado, de los deseos exteriores a la búsqueda interior, del apego temeroso al juego intrépido.

      Abriéndonos

      9 DE FEBRERO

      La soledad es una invitación

      El modo de vida cristiano no nos libra de la soledad; la protege y la cuida como un precioso don.

      A veces parece que hacemos todo lo posible para evitar la dolorosa confrontación con nuestra soledad humana básica, y nos dejamos atrapar por falsos dioses que nos prometen una satisfacción inmediata y un alivio rápido. Pero quizá la dolorosa percepción de la soledad sea una invitación a trascender nuestras limitaciones y mirar más allá de las fronteras de nuestra existencia. Percibir nuestra soledad puede ser un don que debemos proteger y conservar, porque nuestra soledad nos revela un vacío interior que puede ser destructivo cuando es mal comprendido, pero lleno de promesas para aquellos capaces de soportar su dulce tormento.

      El sanador herido

      10 DE FEBRERO

      La soledad hace posible la verdadera fraternidad

      Si convertimos poco a poco nuestro aislamiento en una profunda soledad, crearemos ese precioso espacio donde poder descubrir la voz que nos habla sobre nuestra necesidad interior, es decir, nuestra vocación. Si nuestras preguntas, problemas e inquietudes no se ponen a prueba y maduran en soledad, no podemos razonablemente esperar respuestas que sean verdaderamente nuestras... Es una tarea muy difícil, porque en nuestro mundo nos vemos constantemente apartados de nuestro yo más íntimo y animados a buscar respuestas y no a escuchar las preguntas. Una persona


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