El peronismo y la consagración de la nueva Argentina. Carlos Piñeiro Iñíguez
el Eje, los resultados fueron los opuestos. Los problemas al interior del gobierno y del GOU se hicieron notar en las semanas siguientes a la renuncia del canciller y su reemplazo, en principio de manera provisoria y reteniendo su cargo en Interior, por el ahora general de brigada Gilbert. De los documentos del GOU publicados surge que la discusión entre mediados de setiembre y mediados de octubre de 1943 fue intensa, coincidente con un nuevo intento de desplazar a Farrell y Perón. Unos apuntes, aparentemente de letra de Perón, dan cuenta de, por lo menos, desconfianza entre los directivos, ya que hacen el seguimiento de las actividades del jefe de la Base Aérea Palomar, Bernardo Menéndez, con otros integrantes del GOU, como los tenientes coroneles Lagos, Pizales y Cairó y los mayores Fredes y Llosa, y con otros oficiales que no pertenecían al grupo, como el general Rodolfo Márquez. En las actas de reunión de esos días parece haber acuerdo en la necesidad de “que el gobierno reaccione y se modifique”, ya que, como señalaba Perón, se estaba ante un escándalo diplomático que “ha provocado el desastre” de la situación interna, que estimaba aún peor que la internacional, y como señalaba el coronel Ramírez, “los miembros del gobierno están reñidos entre sí”. Según surge de esas actas, en esos días el GOU trató de convencer a Gilbert y Farrell para que fueran la punta de lanza de esa presión sobre el presidente. De manera llamativa, en el acta de la reunión del 22 de setiembre de 1943, se planteaba un gabinete en el que el general Farrell sería designado vicepresidente; Perón, ministro de Guerra; el general Gilbert, de Relaciones Exteriores; el coronel Ramírez, del Interior; el general Sanguinetti, en Justicia e Instrucción Pública y el coronel Ávalos, en Obras Públicas. Un memorándum, sin dar cuenta de esa lista, concluía con una resolución: “Provocar el día lunes 27-IX a las 15.00 horas, por intermedio del Gral. Gilbert, una crisis total del gabinete, procediendo a la reorganización total del mismo, y al juramento del nuevo gabinete en la tarde el mismo día 27”. Iba acompañado de un “Plan de Acción” cuyas disposiciones eran las de un golpe de Estado: alistamiento de unidades “para accionar rápida y violentamente a fin de quebrar toda resistencia”; “prever el contralor de las telecomunicaciones”; emitir salvoconductos para ingresar a la Casa de Gobierno; “la detención simultánea de los cabecillas de posibles contrarrevoluciones (Rawson, Bosch, etcétera), dado que aprovecharán la situación para provocar desórdenes o perturbaciones”. En el caso de fracasar la gestión del general Gilbert, al despacho presidencial “concurrirán los Cnles. Ramírez y Perón, Tcnl. Lagos, My. Bengoa, para que, apelando al patriotismo del Presidente, se le dé una solución favorable”. En caso de fracasar la gestión, se preveían instrucciones especiales, que implicaban poner en marcha el golpe, aunque en ningún momento se mencionaba la destitución del general Ramírez: Ladvocat debía comunicar ese fracaso al Ministerio de Guerra; los jefes de unidades del GOU debían ir a ellas a esperar las novedades; el coronel Ávalos debía aprestarse en Campo de Mayo para “neutralizar el Colegio Militar en caso de que defeccione, a fin de dejar libres a las unidades de la Base Palomar”, y dirigirse contra la División 2, “cuya intervención a favor del gobierno no puede descartarse”. El comandante de la División 3 debía concurrir en apoyo de Campo de Mayo u oponerse a la División 4, según fuese necesario. El comandante de telecomunicaciones subordinaría las mismas al Ministerio de Guerra95.
Entretanto, la actividad del GOU en la Armada, aunque lenta, proseguía. Según Plater, por intermedio del teniente coronel Job, él y otros oficiales navales tuvieron una entrevista con Perón, “por el mes de setiembre u octubre”. Perón, “muy simpático y de una exquisita llaneza”, les expuso sus ideas: “Primero: liberar al país de las tutelas que mantenían la economía al servicio de unos pocos y llevarla al servicio de la Nación. Segundo: instaurar un régimen de previsión social, que abarcara equitativamente a toda la población. Tercero: hacer que el pueblo adquiriese un mejor ‘standard’ de vida. Cuarto: posibilidad de una vez al Pueblo el ejercicio puro de su vida ciudadana, impidiendo el fraude. Quinto: racionalizar la administración, disminuir la burocracia, evitar los impuestos superpuestos. Sexto: facilitar el acceso del Pueblo a la función pública. Séptimo: organizar al Pueblo para posibilitar la defensa de sus intereses. Octavo: dar ocupación plena, con retribución justa y digna”. Según Plater, hubo acuerdo en todos ellos, y no en cambio en el concepto de que debía haber “menos pobres pobres y menos ricos ricos”. Lo cierto es que a partir de entonces un grupo de oficiales, entre los que se encontraban los capitanes Julio Mallea, José O. Garutti, Carlos Rivero de Olazábal, Rodolfo Chierasco, Alberto F. Job, además de Alfredo Job y Guillermo D. Plater, comenzó a organizarse, en contacto con Perón. Esto no pasó inadvertido por el ministro Sueyro, quien también estaba preocupado por el reclamo de cambio del gabinete y habría propuesto al presidente Ramírez detener a los miembros del GOU e incluso habría ya ordenado al jefe de la Escuadra de Río, capitán Zuloaga, para que preparase “dos alojamientos por barco” a ese fin. También, según el informe recibido por el GOU, el almirante Sueyro estaría alistando a la Flota de Mar para navegar hasta la Capital en apoyo de las operaciones de los marinos, en caso de un enfrentamiento96.
Si bien no se produjeron estos movimientos, ni el golpe planificado por el GOU para fin de setiembre, ni el contragolpe preventivo del ministro de Marina, esos documentos permiten apreciar el clima de inestabilidad existente, resultado de las presiones para que la Argentina pusiera fin a su neutralidad. A comienzos de octubre, el GOU se reunió en Casa de Gobierno, según da cuenta un acta secreta del grupo. Ya iniciada la sesión, “se hizo presente el Excmo. Señor Presidente”. Ramírez, según el acta, comenzó reconociendo el valor del grupo como expresión de la opinión de oficiales del Ejército, y manifestó que el GOU “preparó y ejecutó la Revolución”. Pero al exponer sus apreciaciones sobre la situación, destacó que las Fuerzas Armadas “viven un momento de crisis”, que “el Gobierno siente una sensación de asfixia” en la que no es posible seguir adelante, y que tanto en el gobierno como en el Ejército se habían “infiltrado elementos perturbadores que tratan de dividir a ambos”. El núcleo principal de esa exposición fue para manifestarles que “el país no puede seguir insistiendo con la neutralidad”, posición que “es producto de un sentimiento y no de la conveniencia”, y que la situación perjudicial para el país “será mayor con los problemas de la posguerra”. “En consecuencia surge la necesidad de romper las relaciones con los países del Eje, para lo cual se buscará un pretexto digno a fin de dejar a salvo el honor de la Nación”. El general Ramírez no abandonaría esta idea, que finalmente le costó el cargo en febrero de 1944. Pero en octubre de 1943, su preocupación era lograr el apoyo del GOU o, al menos, que relevasen del compromiso contraído con el grupo a los generales Farrell y Gilbert, “en caso de ruptura y dejarlos que obren por propia conciencia”. El presidente se retiró después de ese pedido, y se reinició la sesión, de la que participaban los coroneles González, Perón, Ramírez, Urbano y Agustín de la Vega, Argüero Fragueyro y Menéndez, los tenientes coroneles Ducó, Saavedra, Uriondo, Baisi, Ladvocat, Eizaguirre y Lagos, y el mayor Pizales. Por lo menos, son los mencionados como dando su opinión en el debate, que no se centró tanto en el pedido del presidente, cuanto en informes sobre el intento de poner a la Gendarmería “contra el Ejército”, más precisamente contra el GOU, y de los movimientos en la Armada para una “revolución” en el mismo sentido. En la discusión se produjo un entredicho entre Perón y Ramírez, por un lado, y González, por el otro, en torno a la confianza en los informes presentados. Después de una larga serie de intervenciones, el asunto quedó aclarado y el “Cnel. Perón abrazó al Cnel. González y se dio por terminada la reunión”. La siguiente convocatoria, para el 7 de octubre, estaba destinada a recibir la “exposición sobre política internacional y neutralidad por el Gral. Gilbert”. Tras prestar juramento de mantener secreto, el ministro informó que el presidente “le había manifestado en confianza que había llegado el momento de romper las relaciones” con los países del Eje, y que estaba decidido a hacerlo. Gilbert, contrario a esa decisión, sin embargo, mencionó que, según un estudio de los órganos técnicos del Ministerio de Relaciones Exteriores, la medida debía tomarse “por el peligro de un ataque, en el cual Estados Unidos buscaría un testaferro que podría ser Paraguay o Brasil”, y que Vargas, por presión norteamericana, “amenazaría con ir a la guerra”. Según ese informe, “la ruptura traería ventajas de orden material”. Saavedra fue el primero en responder, considerando que había que mantener la neutralidad. Por su parte, “Perón hizo