Activismo, diversidad y género. Laura Raquel Valladares de la Cruz

Activismo, diversidad y género - Laura Raquel Valladares de la Cruz


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de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la violencia contra las mujeres es “cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado, como en el público”. Ahora bien, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en México diez mujeres son asesinadas diariamente, así lo testimoniaron las madres de las víctimas de feminicidio durante la marcha del 8 de marzo de 2020, en el Día Internacional de la Mujer, y quienes como respuesta recibían una potente consigna que se escuchaba desde el sur hasta el norte: “No estás sola”. La declaración de las Alertas de Violencia de Género contra las Mujeres en la mayoría de los estados del país es una muestra de este espinoso y complejo escenario. Por ello, el debate sobre los discursos, normas y realidades cuantificables sobre la violencia feminicida se convierte en una reflexión no sólo pertinente desde nuestra disciplina antropológica, que busca visibilizar y confrontar discursos, así como incidir en la desaparición de este flagelo.

      En el mismo eje temático, Susana Flores López desde su posición como feminista indígena, coloca sobre la mesa un tema que ha sido tabú tanto para el campo académico como en el campo político: mujeres indígenas en situación de prostitución. Flores parte desde una antropología feminista y retoma la categoría étnica que le permite explorar diversas vulnerabilidades educativas, económicas y de género a las que están expuestas las mujeres indígenas en el sur de Chiapas. Para la autora, la prostitución representa el espacio donde se expresa la mayor violación a la integridad de la mujer y se aleja de una definición reduccionista que entiende a la prostitución como “el intercambio de sexo por dinero”. Con sólo tres meses de trabajo de campo, Susana viajó a la zona periférica de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, y logró crear relaciones y vínculos con mujeres indígenas en cuatro cantinas y dos esquinas de hoteles localizados en la “zona roja” de la ciudad. Susana Flores apuesta por un ejercicio etnográfico ético, y desde ahí, es que logra construir consensos con las mujeres en situación de prostitución sobre el uso de nombres ficticios y sobre los testimonios que le compartieron debido al “miedo a ser visibles”. Esta apuesta metodológica sacude las viejas y clásicas formas de hacer etnografía y nos invita a reflexionar: ¿cómo hacer trabajo de campo, desde una mirada de género y comprometida, con las mujeres en situación de prostitución en un corto periodo de campo?, ¿cómo registrar las vivencias de las mujeres tseltales y tsotsiles en situación de prostitución con las vivencias de la antropóloga? Sus pesquisas son el resultado de su trabajo de investigación de maestría en antropología. Este complejo tema abre nuevas líneas de investigación, propuestas por Susana Flores, que van desde mirar los procesos de migración y desplazamiento que llevan a las mujeres y a familias completas a buscar nuevas vidas en contextos extracomunitarios, y sus formas de incorporación en condiciones de marginalidad y exclusión. Por otro lado, centrar la mirada en los espacios citadinos empobrecidos y marginales que generan cinturones de miseria en las ciudades de atracción migratoria. Igualmente, una investigación como la realizada por Susana Flores nos permite mirar la forma en que los sistemas de exclusión y discriminación se reproducen sobre los nuevos habitantes de una ciudad como San Cristóbal de Las Casas. Sin duda es un tema novedoso y relevante que nos lleva a poner la mirada en una realidad que, generalmente, ha estado invisibilizada en los estudios antropológicos sobre los pueblos indígenas, las migraciones y las nuevas urbanidades.

      Finalmente, en el último eje temático de este libro colectivo bajo el título de “Pueblos afromexicanos: activismos y reivindicaciones”, se presenta un tópico de suma relevancia que se refiere a la particular historia de los pueblos afrodescendientes en México, que ha sido invisibilizada y negada. Pues ha sido muy reciente, tan sólo hace unas décadas atrás que empieza a ser documentada por las propias mujeres afrodescendientes que, sin duda, nos remontan a la opresión durante el periodo de esclavitud, y hacen énfasis en cómo en este mismo periodo las mujeres sufrían de distintos modos porque no sólo eran vistas como instrumentos para garantizar el crecimiento de la fuerza de trabajo esclava, sino que también eran víctimas del abuso sexual y de otras formas de maltrato (Davis, 2019).

      Aunque en este libro no presentamos estudios desde un enfoque histórico, sino más bien desde un enfoque antropológico contemporáneo, es menester mencionar que no se puede conocer un pueblo sin su propia historia y el racismo estructural que ha enfrentado los jóvenes y las mujeres. Es en este sentido que Martiza Urteaga y Alejandra Ramírez presentan cómo los jóvenes afromexicanos de la Costa Chica de Oaxaca se enfrentan a un panorama de múltiples violencias y cuyos efectos los interpelan, tensionan y cuestionan como sujetos de derecho. Las autoras proponen al cuerpo como una herramienta analítica para identificar y comprender los mecanismos y prácticas mediante las que estos jóvenes confrontan las dinámicas de invisibilización, discriminación y criminalización que configuran su experiencia juvenil; y nos demuestran cómo los jóvenes son los principales protagonistas en el proceso de resignificar sus cuerpos para construirlos como cuerpos visibles en espacios como las redes sociales, los bailes, las canchas y la escuela.

      Cierra este libro un texto que también se refiere a la población afromexicana del estado de Oaxaca. Se trata de un ensayo escrito a dos manos en un ejercicio de reflexión intercultural y colaborativa en el proceso de investigación antropológica, pues ha sido redactado por María José Lucero Díaz, antropóloga chilena y recién egresada de la maestría en antropología, y por Yolanda Camacho, quien es presidenta de la Colectiva Ña’a Tunda, cuyas miradas y experiencias se conjugan para visibilizar el proceso organizativo de las mujeres afrodescendientes y su lucha por el reconocimiento de los derechos de uno de los pueblos constituyentes de la nación mexicana, y que no habían sido reconocidos como tales, sino hasta hace muy pocos años. En este marco de disputas por el reconocimiento como pueblos y la visibilización de esta diversidad cultural, las mujeres de estos pueblos han transitado por un proceso organizativo en donde han creado y fortalecido una plataforma reivindicativa como mujeres. Se trata de un texto interesante que nos invita a acercarnos el tema de los derechos de los pueblos afromexicanos y sus mujeres desde sus propias experiencias, cuyo proceso reivindicativo se ha consolidado a través del vínculo y la organización de diferentes eventos y espacios de debate en los pueblos y comunidades afromexicanas de la Costa Chica de Guerrero y las existentes en el estado de Oaxaca. Este texto nos ayuda a acercarnos a la forma en que dichos pueblos van transitando en su proceso de construirse como actores colectivos que demandan al Estado mexicano su reconocimiento como pueblos diferenciados cultural y socialmente del resto de las etnias que constituyen el mosaico étnico y cultural de la nación mexicana. Podemos constatar cómo el proceso organizativo que vive tiene su paralelo con los procesos de reivindicación étnica que aparecieron de forma vigorosa desde la década de 1990 entre los pueblos indígenas. En este mismo sentido, nos parece que los debates sobre autonomía, derechos y cultura arriban a los pueblos afromexicanos, ampliándose a los derechos de las propias minorías existentes en sus comunidades, como es el caso de los jóvenes descritos en el capítulo previo, mientras que en éste el lente analítico está colocado en los procesos organizativos de las mujeres, como actoras que si bien reivindican su pertenencia a un pueblo, cuestionan igualmente las desigualdades y violencias existentes. Finalmente, nos parece que este capítulo muestra también una expresión de la nuevas relaciones que se establecen entre antropólogos y actor@s sociales; relación o estrategia colaborativa que no es sencilla pues los tiempos, intereses y objetivos de los antropólog@s y los de las actor@s sociales no siempre coinciden, afortunadamente en este caso se alinearon los tiempos e intereses y nos brindan un texto muy sugerente para acercarnos a los procesos organizativos de las mujeres a través de la Colectiva Ña’a Tunda.

      Después de más de una década de lucha colectiva protagonizada por pueblos afros, organizaciones civiles y académicas comprometidas, se logró que en agosto de 2019 se reformara el artículo 2º constitucional, en donde se reconoce a la población afromexicana como parte de la composición pluricultural de la nación, con el fin de garantizar su libre autodeterminación, autonomía, desarrollo e inclusión social. Yolanda Camacho, junto con la Colectiva, ha recorrido un arduo camino para exigir al Estado mexicano que tome en cuenta las demandas políticas y la agenda de las mujeres afromexicanas desde una perspectiva de género, en todas las políticas públicas que tienen como objetivo terminar con el racismo y las formas conexas de intolerancia.


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