Activismo, diversidad y género. Laura Raquel Valladares de la Cruz

Activismo, diversidad y género - Laura Raquel Valladares de la Cruz


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Comunitarias del Estado de Guerrero (FUPCEG), la Guardia Rural de Ejidos Unidos de Guerrero (GRUG), el Movimiento por la Paz de San Miguel Totolapan y el grupo de autodefensa de Ajuchitlán del Progreso (Comandantes, 2019); es decir, existen otros “grupos de autodefensas” o “grupos civiles armados”, en términos del gobierno actual, que batallan en el campo de la negación del acceso a la justicia y que demuestran la descomposición del Estado mexicano y su complicidad con los poderes fácticos. El reto de construir procesos políticos y simbólicos respetuosos de las luchas colectivas, no compete de manera exclusiva a las y los actores de los pueblos indígenas, sino al conjunto de actores de la sociedad con el fin de establecer las pautas de un aprendizaje mutuo en materias de derechos humanos. ¿Qué puede existir detrás de un proyecto político donde la estructura de seguridad se encuentra mandatada a la máxima autoridad: la asamblea comunitaria?

      Con el surgimiento de estos sistemas comunitarios de seguridad, la institucionalidad gubernamental ha operado para inmovilizar la capacidad de acción de la policía conformada por los respectivos pueblos indígenas, mestizos y afromexicanos, esto se ilustra con la última iniciativa de reforma al artículo 14 constitucional del estado de Guerrero, que rige a la Ley 701 y que presentó la LXI Legislatura en 2018 con 40 votos a favor y uno en contra (Ramírez, Téllez y Ruiz, 2018), donde explícitamente “desaparece la figura de policías comunitarias y rurales”. De igual modo, la misma legislatura, en la Ley del Sistema de Seguridad Pública Estatal incorporó la creación de un “Sistema de Seguridad Comunitario” que “estará delimitado dentro del territorio de sus respectivas comunidades” y la creación de un Comité de la Policía Comunitaria Indígena como órgano de dirección y organización operativa, lo que significa que las policías comunitarias fungirán como organizaciones auxiliares de la seguridad pública estatal. Esta reforma que carece de una perspectiva intercultural, excluye y omite el marco normativo no escrito que regulan la vida comunitaria de los pueblos y que funciona con legitimidad desde la oralidad para resolver sus propios conflictos.

      En el camino se pueden observar los platanales, las altas palmeras y los nanchales.10 Enseguida se encuentra el crucero del Zapote que lleva directo a la comunidad de Atocutla, a El Mezón Chico y finalmente a El Mezón.

      ¿Cuándo llegué por primera vez a esta comunidad? Por cuestiones académicas, en 2012 me acerqué al equipo docente de la Unisur11 y de manera precisa me invitaron a que asumiera una responsabilidad en una próxima sede que se abriría en El Mezón, así que previamente a su apertura, en ocasiones y junto con autoridades y fundadores de esa universidad asistí a reuniones y asambleas en comunidades de las regiones de la Costa Chica, Centro y Montaña, fue en este contexto que conocí a los hermanos Cirino y Bruno Plácido Valerio, y a diversos intelectuales indígenas.

      La metodología que prioricé para elaborar este artículo consistió en una etnografía que denomino “pensar entre dos”,12 es decir, en la inves tigación incorporo mi experiencia de campo en la comunidad desde el año 2012 hasta la actualidad y las perspectivas de los intelectuales indígenas, de las mujeres y de las autoridades locales, mediante talleres comunitarios que me han implicado explorar dimensiones analíticas nuevas, en un principio impensadas. Con ello, referiré a tres asambleas puntuales: la de Cuanacaxtitlan (municipio de San Luis Acatlán), la de Potrerillo (municipio de Malinaltepec) y la Primera Asamblea del Tribunal Popular (municipio de Ayutla). También ha sido trascendental retomar la dinámica activa de las mujeres mezoneñas y la participación de estudiantes de la Unisur. “Pensar entre dos” implicó una dirección diferente a la etnografía tradicional porque me permitió comprender desde otros ángulos “cómo el pueblo agarraba al toro por los cuernos”, no debido a causas accidentales sino estructurales.

      “PREPAREMOS GENTE CAPAZ DE RESOLVER EL PROBLEMA A SU PROPIO PUEBLO”: LA UNIVERSIDAD

      Llegué a la comunidad de El Mezón, justo a la entrada se encuentra la iglesia que sirvió como espacio estratégico y simbólico para el proceso organizativo en 2012; enfrente se encuentra la comisaría, la cancha y los baños públicos que resaltan por una la leyenda: “UPOEG-Movimiento por el Desarrollo y la Paz Social”. La tía Ofe junto con Florina me reciben en su casa, justo en la entrada, de lado derecho, existe un letrero que dice: “Modelo A. Por un gobierno de los pueblos 139 representantes. 1 Gobierno por Usos y Costumbres. Somos 139 comunidades decidiendo”. Poco a poco, empiezan a llegar los estudiantes de la Unisur, el comisario actual Estreberto Reyes Palma y el secretario Gilberto Reyes del Consejo de Autoridades (2019-2020).

      El proyecto político de la UPOEG rebasaba el tema de la seguridad ciudadana, también proponía la educación de acuerdo con la filosofía de vida de los pueblos indígenas y afromexicanos. Ya reunidos, recordábamos cómo durante 2012, en asambleas previas a la fundación de la Unisur, los comisarios de La Unión, Vano, Zapote, Ahuacachahue, Azozuca, Atocutla, Tlachimala y El Mezón (comunidades del municipio de Ayutla), los profesores locales y Ernesto Gallardo Grande priorizaban la educación “para no seguir de ignorantes”. Las autoridades locales impulsaban y exigían el derecho a la educación intercultural. Gallardo decía:

      IMAGEN 1

      La tía Ofe junto con Florina (fotografía de Gema Tabares Merino).

      Preparemos gente capaz de resolver el problema a su propio pueblo, capaz de sacar a su pueblo de tanto rezago, ellos van agarrar el toro por los cuernos, los muchachos tienen que estar preparados.13

      En una asamblea municipal se había decidido instalar la universidad en El Mezón: “mucha gente votaron porque se instalara aquí la universidad”, además, tenía que estar fuera de la cabecera, “fue el primer requisito” (entrevista a Gallardo, 2012). Fue entonces que las autoridades locales “se encerraron” en la comisaría y decidieron los compromisos: “se le dijo al pueblo cómo se iba a mantener la universidad”:

      Estamos buscando la forma de echar andar el comedor comunitario. También, tenemos la casa prestada del señor Lozano por un año, cerca de la universidad para los profesores. Y así como está la situación se resguardará al profesor, lo sacaremos desde el pueblo hasta el lugar donde se aborda el autobús (entrevista a Gallardo, 2012).

      Los fundadores de la Unisur narraban que fue a partir del Primer Congreso de Educación Intercultural de Guerrero, en 2005, que se creó formalmente la comisión para la planificación de la universidad y el 12 de octubre de 2007 iniciaban las clases. El objetivo era atender y acompañar las necesidades de los pueblos náhuatl, na sávì (mixteco), mè`phàà (tlapaneco), nn’anncue ñomndaa (amuzgo), afromexicano y mestizo. La rectoría general se ubicaba en la Montaña, en Santa Cruz del Rincón, y se contaba con tres licenciaturas: gestión ambiental, lengua, cultura y memoria, y gobiernos de municipios y territorios; posteriormente se incorporaba salud comunitaria y justicia y derechos de los pueblos indígenas (Muñiz, 2012).

      En el caso particular de la sede académica de El Mezón y través de un diagnóstico comunitario, se decidió la donación de un terreno para la universidad, inaugurada el 12 de octubre de 2012, junto con el fundador y profesor Bulmaro Muñiz, compartimos vivencias y trabajos colectivos con la primera generación conformada por 15 estudiantes: dos de ellos provenían de Vano, uno de Ahuacachahue, nueve de El Mezón, uno de El Mezón Chico, dos de Azozuca y una de Atocutla.14

      Las autoridades locales, principales,15 mujeres y niños se sentían identificados con la universidad. En ese entonces, los habitantes mezoneños repetían que no hablaban ninguna lengua materna. Era interesante observar cómo, por el hecho de que no hablaban un idioma materno “no eran considerados como indígenas” por los hablantes del tù`ùn sávì y del mè`phàà de las comunidades de alrededor. En el proceso de la lucha colectiva se fueron configurando identidades (en plural) y se transitaba hacia la difícil frontera de la autoadscripción política. Después de un sumario de labores de concientización realizado por la Unisur, finalmente los estudiantes se preguntaban “entonces, ¿yo qué soy, cómo me autoidentifico?”, “no hablamos la lengua materna, pero también tenemos sangre indígena y hasta negra”, “nuestros


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