Desaparecido: memorias de un cautiverio. Mario Villani

Desaparecido: memorias de un cautiverio - Mario Villani


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a veces como editora, y otras simplemente como prologuista. Más problemática aún es la polémica nacida a partir de 1999 cuando el antropólogo estadounidense David Stoll publicó un controvertido ensayo, I, Rigoberta Menchú and the Story of All Poor Guatemalans, donde demuestra que hay francas contradicciones entre el relato de Menchú sobre algunos hechos y los documentos históricos disponibles. Cuando la misma Menchú concedió que, en efecto, había cambiado algunos hechos puntuales de su historia familiar para hacer más efectivo su relato, pero que eso no disminuía la veracidad última de su testimonio, se desató una verdadera tormenta entre los defensores y los críticos del género testimonial: ¿la voz del testigo directo ofrece un registro de verdad que no tienen otros documentos, o es simplemente una ficcionalización más de los hechos?

      Cuando hace un par de décadas se comenzó a teorizar sobre el significado del género testimonial se abrió esta discusión que todavía no llega a su fin. ¿La voz de un testigo que vivió los hechos está más cerca de la verdad histórica? ¿O se trata de otro tipo de verdad? Me inclino a pensar que el testimonio es un género híbrido, intermedio entre la ficción y la historia, o, por decirlo de otro modo, entre la subjetividad y la verdad. Aunque parezca una contradicción de términos, tal vez debiéramos hablar de “verdad subjetiva” porque se trata de la subjetividad de un individuo de carne y hueso que alude a una verdad histórica desde su posición privilegiada de testigo directo. Este dilema estuvo presente durante toda la escritura “a dos manos” de este libro. Es evidente que una simple transcripción de las entrevistas grabadas no hubiera bastado, como puede comprobar cualquiera que escuche las cintas originales: se perciben las pausas, las repeticiones de cosas ya dichas, los desvíos temáticos, la densidad de esos momentos de silencio en que Mario se queda pensando en algo que no puede transmitir. En cuanto transcriptor de las entrevistas, estoy a la vez adentro y afuera de su relato. Estoy adentro en la medida que me lo permite mi propia experiencia carcelaria y mi interés por el tema, que me ha llevado durante años a leer todo lo que he podido encontrar y a conversar con otros sobrevivientes; pero estoy irremediablemente afuera porque nunca mi vivencia podrá equipararse a eso intransferible que es el paso por un sitio clandestino de tortura. Mi tarea más difícil ha sido meterme en la piel de Mario y adoptar su voz, sabiendo a la vez que nunca podré estar realmente en su piel ni hablar con sus palabras.

      Pero también Villani está, de algún modo, adentro y afuera de su propia experiencia. El hecho de haber estado en los campos no le concede necesariamente mayor validez a su propia interpretación de lo que significaron: es su reflexión posterior a lo largo de años lo que le presta valor. En Los hundidos y los salvados (1986), el tercer libro de la trilogía de Primo Levi (los otros dos son Si esto es un hombre y La tregua), el pensador italiano y ex resistente antifascista que sobrevivió como trabajador esclavo en Auschwitz incluye un capítulo titulado “La zona gris”. El capítulo se abre con un interrogante que constituye para el autor una obsesión atormentadora: “¿Hemos sido capaces los sobrevivientes de comprender y de hacer comprender nuestra experiencia?” (32). Encuentro en esta pregunta el fulcrum de la pulsión testimonial que mueve a personas como Levi y Villani a contar lo vivido por ellos, no tanto para que el mundo sepa cuanto para comprenderlo ellos mismos. Porque, como señala Hugo Vezzetti refiriéndose precisamente a Primo Levi, “la experiencia vivida en el campo no ofrece ninguna clave para el conocimiento y la interpretación” (Sobre la violencia revolucionaria, 220). Dicho de otro modo, ni haber estado en un campo garantiza la capacidad de entender su significado, ni la supervivencia presta necesariamente autoridad alguna para interpretar el pasado: es sólo la reflexión posterior, continua, profunda y valiente sobre esa experiencia la que autoriza el testimonio y le da valor.

      En ese sentido, Villani lleva décadas hablando y preguntándose por el sentido de lo que le ocurrió en los cinco centros clandestinos en los que permaneció secuestrado. Debido a su conocimiento directo de un gran número de represores y desaparecidos, producto de sus casi cuatro años de cautiverio, ha sido testigo en numerosos juicios llevados a cabo en la Argentina y en el exterior por violaciones a los derechos humanos. Fue uno de los testigos clave de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (CONADEP) en 1984, así como en el juicio contra las Juntas de comandantes de la dictadura militar en 1985. Entre otros juicios, declaró en el que emprendió la familia del matrimonio Poblete, en la causa referida a Luis Guagnini, en la del ingeniero del INTI Alfredo Giorgi, en la del licenciado Jorge Gorfinkiel, en la del secuestro de Mariana Patricia Arcondo de Tello, en la causa por la desaparición de Telma Jara de Cabezas, a quien vio con vida en una isla del Tigre perteneciente a la Marina, y en el proceso judicial de 2005 contra el torturador Julio Héctor Simón (el Turco Julián). En 1999 sirvió de testigo en los llamados “juicios de la verdad” en La Plata. Recientemente testificó vía teleconferencia, desde Miami, en el juicio conocido como ABO (Atlético-Banco-Olimpo) concluido en diciembre de 2010 con varias condenas a cadena perpetua, y en el juicio por la ESMA que todavía continúa.

      En el exterior, Villani viajó a Madrid en septiembre de 1997 para servir como testigo en el Juzgado de Instrucción N° 5 del juez Baltasar Garzón, cuyas investigaciones sobre crímenes de lesa humanidad condujeron a las acusaciones internacionales contra los ex dictadores Jorge Rafael Videla de la Argentina y Augusto Pinochet de Chile. En junio de 1998 viajó a Roma para testimoniar ante el juez de instrucción Claudio D’Angelo en la Segunda Corte de Apelaciones por el caso de los desaparecidos de origen italiano en la Argentina, aunque su presentación se pospuso para marzo del año siguiente por distintos motivos. En esa ocasión participó como conferenciante en un taller sobre los desaparecidos italianos en el auditorio de San Carlos de la Universidad de Milán, y en un coloquio en Turín sobre la Operación Cóndor. En septiembre de 2000 volvió a Italia, esta vez como testigo de la Fiscalía en el juicio por los desaparecidos de origen italiano en la Corte Criminal de Roma (Rebibbia), y sus declaraciones ayudaron a condenar a cadena perpetua in absentia a los generales Guillermo Suárez Mason y Santiago Omar Riveros. En septiembre y octubre de 2001 viajó a Francia como testigo de la Fiscalía en el Tribunal de la Grande Instance de París, en un juicio por la desaparición de dos hermanos de nacionalidad francesa, Pablo Daniel y Rafael Arnaldo Tello, a quienes conoció en el centro clandestino de detención el Banco. En febrero de 2005 regresó a España como testigo de la fiscalía en el juicio de la Audiencia Nacional de Madrid contra el ex capitán naval Adolfo Scilingo por su participación en los vuelos de la muerte, con el resultado de una condena a 640 años de prisión.

      A esta ocupadísima agenda como testigo se le suma el hecho de que la historia de Villani se ha mencionado muchas veces en ensayos y películas documentales sobre el terrorismo de Estado en Argentina. En A Lexicon of Terror. Argentina and the Legacies of Torture (1998), la escritora estadounidense Marguerite Feitlowitz incluye una larga entrevista con Mario y su esposa Rosita (71-88). En ESMA. Fenomenología de la desaparición (2004), el ensayista y profesor de filosofía Claudio Martyniuk menciona su cautiverio en la ESMA (16). Eduardo Anguita lo nombra repetidamente en Sano juicio de 2001 (316-318, 321, 322, 324, 327, 333-334), y lo mismo hace el conocido periodista Horacio Verbitsky en El silencio de 2005 (130, 131, 132 y 141). En Italia, su historia aparece mencionada en El Tano. Desaparecidos italiani in Argentina (2000), de Carlo Figari (191-196). En la versión electrónica de El País de Madrid, un artículo del novelista argentino Tomás Eloy Martínez, “El Olimpo del horror”, ofrece una semblanza de Villani como testigo en los juicios (2006). En el cine documental, aparecen referencias a él en Montoneros, una historia (Andrés Di Tella, 1995) y Prohibido (Andrés Di Tella, 1997), en el film francés Tortionnaire (Frederic Brunnquell y Pascal Vasselin, 1998) y en The Disappeared (2007) del estadounidense Peter Sanders. En Garage Olimpo (1999), el director ítalo-argentino Marco Bechis combina libremente elementos de varios campos clandestinos que existieron en Buenos Aires y basa uno de sus personajes en Mario Villani, quien además fue asesor histórico del director

      Son demasiadas las cuestiones políticas, éticas y filosóficas que trae a luz el testimonio de Villani como para enumerarlas todas. En su relato se pregunta una y otra vez cuáles son los límites de la supervivencia, en qué punto la colaboración de un prisionero con el mantenimiento del campo se hace inadmisible, y cómo es posible que torturadores y torturados a veces mantengan un diálogo o incluso jueguen un partido de ajedrez. El lector puede


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