¿Quién hablará en europeo?. Arman Basurto
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Arman Basurto
Marta Domínguez Jiménez
¿Quién hablará en europeo?
El desafío de construir una unión
política sin lengua común
Clave Intelectual
Índice
PARTE I: El mundo de ayer CAPÍTULO 1: Europa. Lengua. Identidad
CAPÍTULO 2: La Europa de Babel (476-1945)
El colapso del universo romano: latín frente a lenguas vernáculas
El difícil equilibrio entre el francés normando y el inglés medieval
La aparición de una koiné ibérica
El francés metropolitano y el patois: la lengua como vehículo de igualación y atributo de ciudadanía
La lengua en la identidad alemana
Nation-building en los Estados Unidos
CAPÍTULO 3: Las lenguas de la Unión
PARTE II: La Europa de mañana CAPÍTULO 4: En principio, un europeo imperfecto
Cómo identificar a un eurócrata
CAPÍTULO 5: La quimera de una koiné europea
CAPÍTULO 6: Francos o austrohúngaros
¿Un nuevo rasgo que distinga a las élites?
CAPÍTULO 7: Una nueva metrópoli
EPÍLOGO: Un continente que busca hablarse a sí mismo
© Arman Basurto y Marta Domínguez Jiménez, 2021
© Clave Intelectual, S.L., 2021
Calle Recaredo, 3 - 28002 Madrid
Tel (34) 916501841
www.claveintelectual.com
ISBN: 978-84-123285-2-3
Primera edición en formato digital: abril de 2021
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto 451
Edición y coordinación: Santiago Gerchunoff
Corrección: Íñigo Lomana
Diagramación: Sebastián Sánchez Yáñez
Diseño de colección: Eugenia Lardiés Ilustración de cubierta: Julio César Pérez
Diseño de cubierta: Sebastián Sánchez Yáñez
Las opiniones expresadas en esta obra son de exclusiva responsabilidad de los autores y no representan la posición oficial de Renew Europe o de Bruegel.
INTRODUCCIÓN
Para mí la lengua no tiene que ver con la política, está más allá, es en todo caso una poética, forma parte de mi instalación en el mundo. Bernardo Atxaga
Es domingo y llueve en Bruselas. Bajo un cielo gris, el día se despereza en una ciudad que siempre fue capital, pero nunca se supo muy bien de qué. Muchos años antes de que existiese el Reino de Bélgica y de que esa abstracción a la que los periodistas llaman «proyecto europeo» echase a andar, Bruselas ya era un destino habitual para quienes deseaban hacer carrera en los altos escalafones de la administración pública. Desde que Carlos V hiciese de la ciudad la capital de sus Países Bajos hasta las negociaciones a contrarreloj durante los peores momentos de la crisis griega, son incontables los españoles que se han prodigado por la ciudad buscando fortuna (o cumpliendo con sus años de destino a regañadientes). Podría decirse que, todavía hoy, los funcionarios españoles que son destinados a las instituciones comunitarias no pueden abstraerse del todo a una cierta sensación de continuidad histórica. Los tiempos cambian, pero el flujo de burócratas y diplomáticos hacia Bruselas sigue inalterado.
¿Qué tendrá la ciudad para, sin ser grande ni fotogénica, conservar semejante poder de atracción durante cinco siglos?
Bruselas ha sido borgoñona, española y austríaca; holandesa y belga. Ha sido neerlandófona y francófona. Ha sido ocupada por los alemanes. Incluso las tropas del general Wellington tuvieron tiempo de detenerse y jugar un partido de cricket en el Bois de la Cambre, de camino a Waterloo, mientras algunos oficiales se entretenían en un baile cerca del barrio europeo y acababan luchando en uniforme de gala.(1) Por Bruselas han pasado todas las naciones de Europa (sin hacer prisioneros) y han dejado su impronta en ella; pero lo que hoy paradójicamente se le reprocha es no parecerse a la miríada de pueblos y Estados que componen el Viejo Continente. Aunque Bruselas ya no sea el trofeo de ninguna gran potencia, ello no significa que su capacidad para atraer a un tipo específico de personas haya decaído. Cada