La escritura del destierro. Michelle Evans Restrepo
del pensamiento científico que ganó fortuna entre los primeros estudiosos del país. A pesar de que para entonces se abría paso con fuerza el relato de viaje romántico, lo suyo no eran la exposición de las emociones o los giros estilísticos, sino el enunciado exacto. Santander no estaba sincronizado con las últimas tendencias literarias, sus referencias seguían ancoradas al mundo de la Ilustración.
Santander era un apasionado de los libros, es famosa la anécdota del tiempo que pasó durante su encarcelamiento en la Biblioteca Nacional levantando el inventario de los títulos que se conservaban en sus anaqueles. Su vasta biblioteca personal incluía quinientos seis tomos, de los cuales cuarenta correspondían a literatura de viajes, entre guías de viaje y relatos de viaje factuales, para así diferenciarlos de un relato de viaje ficcional que hacía parte del mismo acervo. No se trata de un número menor; dividida su biblioteca por temáticas, el tema “Viaje” solo es superado por el de “Historia” (figura 1),46 lo que resulta significativo teniendo en cuenta que el de Europa y Estados Unidos fue el único gran viaje de su vida.47 Esto para recordar que el que viaja lo ha hecho antes a través de los libros.
A la cabeza de la serie viática de la biblioteca de Santander se encuentran dos obras de Humboldt definitivas para el reconocimiento de América por el mundo y por los americanos: Ensayo político sobre la Nueva España por el Barón A. de Humboldt48 y Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.49 Santander conoció personalmente a Humboldt en Europa, a quien reseñó en el Diario como el “célebre viajero”. No lo referenció por sus libros, no consta que a esa altura ya los hubiera leído o adquirido, pero no hay duda de que la autoridad intelectual del sabio alemán había impactado la intelligentsia criolla, y a través suyo a la sociedad de la que participaba Santander.
En Europa, Santander también conoció al mexicano Lorenzo de Zavala, de donde se embarcaron juntos hacia los Estados Unidos,50 y al parecer la amistad duró por el resto de sus vidas51 —pese a que no hay registro epistolar que así lo confirme—. Uno y otro se referencian en sus respectivos relatos de viaje; mientras que en el de Santander aparece apenas una nota informando que recibió la visita del “señor don Lorenzo Zavala, exministro de Hacienda de Méjico”,52 el de Zavala es más expresivo. Aunque no extraña el tono formal de Santander, es posible que la mención más halagadora del mexicano correspondiera a un momento posterior en el que la relación habría alcanzado mayor intimidad. De Santander dijo que era “un hombre honrado, amante de la libertad y capaz de discernir el verdadero camino de la felicidad de sus conciudadanos. Quizás es poco adicto á sus juicios mas de lo conveniente. Pero su moderación y su tacto de negocios corrigen esta falta”.53
No sorprende que Santander tuviera el libro Viajes a los Estados-Unidos de Norte América54 de Zavala; aunque seguramente era un tema de su interés y había sido testigo de algún hecho allí narrado, es natural que le incumbiera por ser la obra de su compañero de viaje y quizás más por figurar en ella.55 Está visto que Santander tenía en alta estima la opinión que los extranjeros se formaban de él,56 se deduce del espacio que dedicó en el Diario a la trascripción de los elogios que le prodigaron en Europa, pero también del realce que otorgó a las expresiones favorables que le profesaron los viajeros extranjeros por Colombia. Vale la pena enfatizar en este punto, porque normalmente se ve la literatura de viajes en posesión del viajero como la fuente a la que acude en busca de referentes para la escritura de su propio relato,57 lo cual en el caso de Santander puede ser cierto sin perjuicio de que, siendo él mismo parte del relato, le sirviera además para apuntalar su propia imagen frente a sus compatriotas.
Una muestra de esa actitud entre exhibicionista y pudorosa aparece en la siguiente declaración de Santander:
No fastidiaré yo la respetable atención de mis lectores con la enumeración de los servicios que he prestado a mi patria en este largo período, ¿ni para qué recordar hechos que la imprenta de ambos mundos ha difundido, que los viajeros extranjeros y los historiadores de Colombia han mencionado y que aún han merecido algún elogio en uno de los parlamentos de la culta Europa?58
Y a continuación lista los siguientes viajeros, que para mayor claridad acompaño del título del relato que cada uno de ellos escribió: Viaje por la República de Colombia en 1823 (1944 [1824]) de Gaspard-Théodore Mollien; Travels trough the interior provinces of Columbia [sic] (1827) de John Potter Hamilton; Journal of a residence and travels in Colombia, during the years 1823 and 1824 (1825) de Charles Stuart Cochrane; y Colombia: its present state, in respect of climate, soil, productions, population, government, commerce, revenue, manufactures, arts, literature, manners, education, and inducements to emigration (1827) de Francis Hall.59 Quizás porque no conoció la primera edición en alemán no cita Viaje por Colombia, 1825 y 1826 (1981 [1829]) de Carl August Gosselman, el viajero que mejor lo retrata. Y para su fortuna tampoco alcanzó a conocer las Memorias (1994 [1892]) de Jean-Baptiste Boussingault, que no le hacían gran favor; a su respecto dijo el científico francés: “Yo he conservado un recuerdo poco agradable del general Santander”.60
La voz del viajero tenía tal resonancia que podía despertar la indignación de quien no se resignaba a salir mal representado. Es el caso del relato de viaje de Mollien, que impulsó a Bolívar a escribir una carta a Santander, donde después de felicitarlo malamente por lo que le tocaba se quejó de lo que consideraba una injusticia:
He visto con infinito gusto lo que dice de Vd. Mr. de Mollien. A la verdad la alabanza de un godo servil, embustero, con respecto a un patriota que manda una república no deja de ser muy lisonjera. El que dice que Vd. tiene talentos rarísimos de encontrarse. Esto es de un europeo que presume de sabio, que le pagan para que acredite a los nuevos estados. Mucho me he alegrado del sufragio que Vd. ha merecido de este caballero. Lo que dice de mí, es vago, falso e injusto.61
El relato de viaje era, en cierto sentido, escenario de la lucha por la representación. Era usual que el viajero extranjero de visita por el país fuera recibido en audiencia por el jefe de gobierno, que hacía de cada momento en su presencia una oportunidad para proyectar la imagen que más le convenía perpetuar en el papel. Así lo sugiere la teatral aparición de Santander ante Hamilton: “Nos recibió en un trono, bajo una especie de dosel de rico terciopelo carmesí, rodeado por los ministros, oficiales navales y militares y funcionarios públicos de la república”,62 a lo que se seguían numerosas atenciones, entre invitaciones y presentes, de las que el común de los viajeros dejó constancia en sus relatos.
Santander era un gran embajador de sí mismo y de su país, las consideraciones con los extranjeros eran tanto una estrategia de posicionamiento personal como una política pública de relaciones exteriores. En esos primeros años de vida independiente apremiaba inscribir la república en el “concierto de naciones” y para ello resultaba indispensable la validación internacional, ya fuera a través tanto de la persuasión de los extranjeros en el territorio como de la representación de los colombianos en el exterior. A Santander cupieron las dos funciones63 y en ambas dio muestra de un carácter cosmopolita que sorprendió a europeos a ambos lados del Atlántico. Mientras en el Diario dice que durante su viaje varias veces lo compararon con Napoleón,64 Gosselman, en el relato del suyo, dice que Santander tenía “una categoría más cercana a la de un general europeo que la que se pudiera tener de un vicepresidente