Pacomio y sus discípulos. San Pacomio
personas a la puerta del monasterio, si se trata de clérigos o de monjes, serán recibidos con muestras del mayor honor. Se les lavarán los pies, según el precepto evangélico (cf. Jn 13) y se los conducirá a la hospedería donde se les suministrará todo lo que conviene al uso de los monjes. Si, en el momento de la oración o de la synaxis, desearan participar en la reunión de los hermanos, si pertenecen a la misma fe, el portero o el servidor de la hospedería lo advertirá al padre del monasterio; seguidamente podrán ser conducidos a la oración.
52. Si son seglares, enfermos o personas más frágiles (1 P 3,17), nos referimos a las mujeres, los que se presentan a la puerta, se los recibirá en lugares diferentes, según su sexo y las directivas del prepósito. Sobre todo, las mujeres serán tratadas con mayor respeto, atención y temor de Dios. Se les dará un alojamiento totalmente separado de los hombres, a fin de no suscitar malos propósitos. Y aun si llegaran por la tarde, estaría mal el despedirlas. En este caso se las recibirá en el alojamiento separado y cerrado de que hemos hablado, con toda la disciplina y todas las precauciones requeridas para que la multitud de los hermanos52 se puedan ocupar libremente en sus trabajos y no se dé motivo para que nadie sea denigrado.
53. Si alguno se presenta a la puerta del monasterio, pidiendo ver a su hermano o a un pariente, el portero avisará al padre del monasterio, éste llamará al jefe de la casa y le preguntará si el hermano pertenece a ella, y, con su permiso, el hermano recibirá para esta circunstancia un compañero seguro y lo enviará a ver a su hermano o pariente. Si por casualidad éste le ha llevado algunos alimentos de los que está permitido comer en el monasterio, no podrá recibirlos directamente, sino que llamará al portero que recibirá el regalo. Si se trata de cosas para comer con pan, no se darán a aquél a quien son ofrecidas, sino que serán para la enfermería. Pero si se tratara de golosinas o frutas, se las dará el portero para que pueda comerlas y el resto lo llevará a la enfermería. El portero no podrá comer nada de lo que se ha recibido. Retribuirá al donante con coles, panes o un poco de legumbres.
Aquél a quien se hayan regalado los alimentos de que hemos hablado, los que son traídos por parientes o allegados y que se comen con pan, será llevado por su prepósito a la enfermería y allí comerá de ellos una sola vez. Lo que quede estará a disposición del servidor de los enfermos, pero no para sus necesidades personales.
54. Cuando avisen que está enfermo uno de los parientes o allegados de los hermanos que allí viven, el portero avisará primero al padre del monasterio. Este llamará al prepósito de la casa a que pertenece el hermano, lo interrogará, y juntos pensarán en un hombre de confianza y observancia a toda prueba y lo enviarán con el hermano a visitar al enfermo. (Para el viaje) llevarán la cantidad de víveres que haya dispuesto el jefe de la casa. Si la necesidad los obliga a permanecer más tiempo (de lo previsto) fuera del monasterio y a comer con sus padres y parientes, no consentirán en ello, antes bien, irán a una iglesia o monasterio de la misma fe. Si los parientes o conocidos les preparan u ofrecen alimentos, no los aceptarán o comerán a menos que sean los mismos que se comen habitualmente en el monasterio. No probarán salmuera, ni vino, ni otra cosa fuera de las que están habituados a comer en el monasterio. Cuando hayan aceptado alguna cosa de sus parientes, comerán sólo lo suficiente para el viaje, el resto lo darán a su jefe de casa que lo llevará a la enfermería.
55. Si muere el padre o el hermano de alguno, este no podrá asistir a las exequias a menos que el padre del monasterio se lo permita.
56. Nadie será enviado solo para tratar un asunto fuera del monasterio, sino que se le dará un compañero.
57. Y al regresar al monasterio, si encuentran delante de la puerta a alguno que pide ver a alguien del monasterio conocido suyo, no se permitirán ir en su busca, comunicárselo o llamarlo. Y no podrán contar nada en el monasterio de lo que hayan hecho o visto en el exterior.
58. Cuando se dé la señal de salir a trabajar, el jefe de la casa marchará delante de los hermanos y ninguno se quedará en el monasterio sin que el padre del monasterio se lo haya prescripto. Los que salen para el trabajo no preguntarán a dónde van.
59. Cuando se reúnan todas las casas, el jefe de la primera marchará delante de todos y los demás según el orden de las casas y de los individuos. No hablarán, sino que cada uno meditará luego algún pasaje de la Escritura. Si ocurre que alguien, al encontrarse con los hermanos desea hablar a uno, se adelantará el portero del monasterio que está encargado de ese oficio y le responderá. De él se servirán como intermediario. Si no estuviera allí el portero, el jefe de la casa o algún otro que haya recibido orden para ello, responderá a los que se encuentren con los hermanos.
60. Durante el trabajo los hermanos no proferirán ninguna palabra mundana; meditarán en las cosas santas o, al menos, guardarán silencio.
61. Que nadie tome consigo su manto de lino para ir al trabajo, a menos que el superior se lo haya permitido. En principio, nadie vestirá su manto cuando anda por el monasterio después de la synaxis.
62. Nadie se sentará durante el trabajo sin orden del superior.
63. Si los que guían a los hermanos por el camino tienen necesidad de enviar a alguien para un negocio cualquiera, no lo podrán hacer sin orden del prepósito. Y si el mismo que conduce a los hermanos se ve constreñido a ir a algún sitio, confiará sus obligaciones al que, según el orden, viene después de él.
64. Si los hermanos enviados a trabajar en el exterior del monasterio deben comer fuera de él, un semanero los acompañará para darles los alimentos que no necesitan cocción y para distribuirles el agua, como se hace en el monasterio. Nadie podrá levantarse para sacar y beber agua.
65. Al volver al monasterio (de sus trabajos) lo harán en el orden que les corresponde a cada uno por su rango. Y al retornar a sus casas, los hermanos devolverán los útiles, y su calzado al segundo después del jefe de la casa. Por la tarde éste los llevará a una celda separada donde los guardará.
66. Al terminar la semana, todos los útiles serán llevados y ordenados en una sola casa para que los que toman su turno de semana sepan lo que suministrarán a cada casa.
67. Ningún monje lavará las túnicas y todo lo que compone su ajuar en otro día que no sea el domingo, excepto los marinos53 y los panaderos.
68. No se irá a lavar la ropa si no ha sido dada la orden para todos; seguirán a su prepósito; el lavado se realizará en silencio y ordenadamente.
69. Al lavar la ropa, nadie remangará sus vestidos más de lo permitido. Terminado el lavado, todos regresarán al mismo tiempo. Si alguno está ausente o en el monasterio, dará aviso a su prepósito que enviará con él a otro hermano; una vez que haya lavado sus vestidos, volverá a su casa.
70. Los hermanos recogerán las túnicas a la tarde cuando ya estén secas, y las darán al segundo (es decir, al que sigue en orden al prepósito), quien las remitirá a la ropería. Pero si no están secas, se las tenderá al sol al día siguiente hasta que lo estén. No se las dejará expuestas al rayo del sol más tarde de la tercera hora. Después de haberlas recogido se las ablandará54 ligeramente. No serán guardadas por los hermanos en sus celdas, las entregarán para que estén ordenadas en la ropería hasta el sábado.
71. Nadie tomará legumbres del jardín; las recibirán de manos del jardinero.
72. Nadie recogerá por propia iniciativa las hojas de palmera que sirven para trenzar las cestas; salvo el encargado de las palmeras.
73. Que nadie coma uvas o espigas que no estén todavía maduras, esto por el cuidado de conservar el buen orden en todas las cosas. Y en general, que nadie coma en privado lo que encuentra en los campos o en los huertos, antes de que los productos sean presentados a todos los hermanos juntos.
74. El que cocina no comerá antes que los hermanos.
75. El que tiene a su cuidado las palmeras, no comerá de sus frutos antes que los hayan gustado los hermanos.
76. Los que hayan recibido la orden de cosechar los frutos de las palmeras, recibirán, cada uno de su prepósito, en el lugar mismo del trabajo, algunos frutos para comer, y cuando hayan vuelto al monasterio, recibirán su