Pacomio y sus discípulos. San Pacomio

Pacomio y sus discípulos - San Pacomio


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Cuando se dé a los hermanos la señal de amasar la pasta, nadie permanecerá en el lugar donde se cocinan los panes. Fuera de aquellos que bastan para la cocción y que han recibido orden de hacerla, nadie permanecerá en el lugar donde se hornea.

      118. En lo que concierne a los barcos, la norma a seguir es la misma.

      Sin orden del padre del monasterio nadie soltará una embarcación de la orilla, ni tan solo un botecito. Que nadie duerma en la sentina ni en cualquier otro lugar dentro de la barca; los hermanos reposarán sobre el puente. Y nadie tolerará que los seglares duerman con los hermanos en la embarcación.

      119. No navegarán con ellos las mujeres, a menos que el padre del monasterio lo haya permitido.

      120. Nadie se permitirá encender fuego en su casa sin que puedan hacerlo todos.

      121. Tanto el que llegare tarde, después de la primera de las seis oraciones de la tarde, como el que hubiere cuchicheado con su vecino o reído a escondidas, hará penitencia según la forma establecida, durante el resto de las oraciones.

      122. Cuando los hermanos estén sentados en sus casas, no les estará permitido decir palabras mundanas. Y si el prepósito enseña alguna palabra de la Escritura, la repetirán entre ellos cada uno a su turno, y se aprovecharán de lo que cada uno haya aprendido y retenido de memoria.

      123. Cuando estén aprendiendo cualquier cosa de memoria, nadie trabajará, ni sacará agua, ni trenzará cuerdas, hasta que el prepósito haya dado orden para ello.

      124. Nadie tomará por sí mismo los juncos puestos a remojar por los trabajadores, si el servidor de semana no se los da.

      125. El que rompiera un vaso de arcilla o hubiera remojado tres veces los juncos, hará penitencia durante las seis oraciones de la tarde.

      126. Después de las seis oraciones, cuando todos se separan para ir a dormir, nadie podrá salir de su celda, salvo en caso de necesidad.

      127. Cuando un hermano se haya dormido en el Señor57, la comunidad de los hermanos lo acompañará. Nadie permanecerá en el monasterio sin orden del superior. Nadie salmodiará si no se lo han mandado. Nadie agregará otro salmo al que se acabó de recitar, sin el consentimiento del superior.

      128. En caso de duelo, no se salmodiará de a dos; no se llevará el manto de lino.

      Que nunca se abstenga un hermano de responder al que salmodia, sino que todos los hermanos estarán concordes en una misma postura y en una sola voz.

      129. El que se encuentre enfermo durante un entierro, será sostenido por un servidor.

      En general, a cualquier lado que los hermanos sean enviados, irán con ellos uno de los servidores de semana para asistir a los enfermos, en el caso de que el mal los sorprenda de viaje o en los campos.

      130. Que nadie marche delante del prepósito y del conductor de los hermanos.

      131. Que nadie se aparte de su fila. Si alguno pierde alguna cosa será castigado públicamente delante del altar; si lo que perdió formaba parte de su ajuar, estará tres semanas sin recibir lo que extravió, pero a la cuarta semana, después de haber hecho penitencia, recibirá un efecto semejante al que perdió.

      132. El que encuentre cualquier objeto, lo suspenderá durante tres días delante del lugar donde los hermanos celebran la synaxis, para que el que lo reconozca como de su uso pueda tomarlo.

      133. Los jefes de las casas bastarán para reprender y exhortar sobre las materias que hemos indicado y establecido. Pero si se encontraren delante de una falta que no hubiéramos previsto, la referirán al padre del monasterio.

      134. El padre del monasterio es el único que podrá juzgar del asunto; y será su decisión la que regirá todos los casos nuevos58.

      135. Todo castigo se cumplirá así: los que sufran una corrección estarán sin cinto y permanecerán de pie durante la gran synaxis y en el refectorio.

      136. El que haya abandonado la comunidad de los hermanos y luego regresado, no volverá a su lugar, después de haber hecho penitencia, sin orden del superior.

      137. Lo mismo establecemos para el jefe de la casa y el ecónomo: si una noche salen a dormir fuera, lejos de los hermanos, pero se arrepienten y vuelven a la asamblea de ellos, no les estará permitido ni entrar en sus casas, ni ocupar sus lugares sin que medie orden del superior.

      138. Que los hermanos sean seriamente constreñidos a repasar entre ellos todas las enseñanzas que hayan escuchado en la reunión común, sobre todo en los días de ayuno en que sus prepósitos dan la catequesis.

      139. Al recién llegado al monasterio se le enseñará primeramente lo que debe observar; luego, cuando después de esta primera instrucción haya aceptado todo, se le indicará que aprenda veinte salmos, o dos epístolas del Apóstol, o una parte de otro libro de la Escritura.

      Si es analfabeto, irá, a la primera, a la tercera y a la sexta hora, a encontrarse con aquél que puede enseñarle y que fue designado para ello. Se mantendrá de pie delante de él y aprenderá con la más grande atención y gratitud. Seguidamente se le escribirán las letras y las sílabas, los verbos y los sustantivos, y se le forzará a leer, aunque rehúse hacerlo.

      140. En general, nadie en el monasterio quedará sin aprender a leer y sin retener en su memoria algo de las Escrituras, como mínimo el Nuevo Testamento y el Salterio.

      141. Que nadie encuentre pretextos para no ir a la synaxis, a la salmodia o a la oración.

      142. No dejarán pasar el tiempo de la oración y de la salmodia cuando, por cualquier asunto, se hallen navegando o en el monasterio, en los campos o de camino.

      143. Hablemos finalmente del monasterio de vírgenes.

      Que nadie vaya a visitarlas, a menos que tenga allí a su madre, a una hermana, a una hija, parientes o primas o a la madre de sus hijos.

      Si es necesario que aquellos que no han renunciado al mundo ni ingresado al monasterio vean a las vírgenes, necesidad ésta causada por la muerte del padre (a cuya herencia ellas tienen derecho), o bien por otro motivo incontestable, se enviará con los visitantes a un hombre de edad y de virtud probada. Juntos las verán y regresarán.

      Por tanto, que nadie vaya a ver a las vírgenes, excepto aquellos de que hemos hablado más arriba. Y cuando vayan a visitarlas, lo harán saber primeramente al padre del monasterio, éste los enviará a los ancianos que han recibido el ministerio de las vírgenes. Los ancianos irán con ellos a visitar a las vírgenes que tienen necesidad de ver, con toda la disciplina que exige el temor de Dios. Cuando las vean no hablarán de cosas seculares.

      144. Cualquiera que quebrante una de estas disposiciones, hará penitencia pública sin demora alguna, en razón de su negligencia y menosprecio, para poder entrar en posesión del reino de los cielos.

      Fin de la primera parte

      II

      PRESCRIPCIONES E INSTITUCIONES DE NUESTRO PADRE PACOMIO, HOMBRE DE DIOS, QUE FUNDA DESDE SUS ORÍGENES LA SANTA COMUNIDAD DE VIDA, SEGÚN EL MANDATO DE DIOS

      Cómo se debe celebrar la synaxis y reunir a los hermanos para escuchar la Palabra de Dios, según los preceptos de los ancianos y la doctrina de las Sagradas Escrituras.

      Los hermanos deben ser liberados de los errores de sus almas y glorificar a Dios en la luz de los vivientes (cf. Sal 55 [56],14). Es necesario que sepan cómo deben vivir en la casa de Dios, sin caídas ni escándalos. No debe embriagarlos ninguna pasión, por el contrario, han de permanecer en las normas de la verdad, fieles a las tradiciones de los apóstoles y de los profetas. Observen las reglas de las solemnidades, tomando por modelo de la casa de Dios la sociedad de los apóstoles y de los profetas, celebrando los ayunos y las oraciones habituales. En efecto, los que desempeñan bien el servicio siguen la regla de las Escrituras.

      He aquí el servicio que deben prestar los ministros de la Iglesia.

      1. (143) Congreguen a los hermanos a la hora de la oración, y hagan


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