Economía del espíritu. Dorothea Ortmann

Economía del espíritu - Dorothea Ortmann


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un interés específico, no únicamente como intelectual, sino también como ciudadano políticamente comprometido. Por ello, es importante revisar su posición política antes de analizar sus argumentos científicos; cada investigación suya está sometida a esta posición. Además, existe una relación metodológica con un trabajo anterior, pues alude indirectamente al estudio sobre la problemática del trabajo rural, La situación de los trabajadores agrícolas en la Alemania del Este del Elba. Hay un hilo argumental común entre estas dos investigaciones. Por ejemplo, escogió algunos datos (variables) que compara o correlaciona. En la Alemania de los siglos XIX-XX, la población profesaba diferentes credos religiosos, dependiendo de la región donde viviese. Esta circunstancia era consecuencia de las guerras religiosas y el acuerdo de la Paz de Augsburgo que les puso fin, y según la cual se determinó que los súbditos debían asumir el credo del gobernante. Por esta razón había zonas en Alemania con población mayoritariamente católica o protestante.

      Fue recién con la proclamación de la libertad de confesión que el individuo pasa a ser quien decide qué credo asumir, generando de este modo una convivencia de cultos diferentes. En regiones tradicionalmente católicas, los evangélicos recién llegados asumían profesiones más modernas porque no podían participar en las estructuras económicas tradicionales ocupadas por la población previamente establecida en el lugar. Weber dedica todo un estudio a esta observación, pero le da una interpretación cultural y no histórica. Según su evaluación, entre los protestantes se encuentran mucho más propietarios de empresas que entre la población netamente católica. Además, con respecto al estado de la formación profesional, constata que los protestantes tienen una calificación más alta que los católicos y que no solamente poseen más capital que ellos, sino ocupan también puestos más importantes en la administración de las empresas. Evaluando esta relación entre la confesión religiosa y el espíritu emprendedor capitalista, Weber se pregunta si en la Reforma religiosa del siglo XVI, además de reemplazar el poder eclesiástico por autoridades profanas —y una religiosidad personal que renuncia a la mediación de un sacerdote o una institución—, este mecanismo también ha liberado fuerzas emprendedoras para las actividades económicas cotidianas. En caso de poder comprobar la existencia de tal mecanismo, nuestro investigador pretende luego identificar las características doctrinales que impulsaron una nueva actitud.

      El filósofo húngaro Georg Lukács explica por qué Weber se interesa tanto por cuestiones religiosas, pudiendo explicar la llegada a la modernidad de otra manera. Él afirma que en la época de Weber no era oportuno ignorar las explicaciones marxistas acerca de los procesos sociales, tampoco insistir en la represión social del proletariado. Como ya no se puede, simplemente, ignorar el marxismo, se lo divide en partes y se usa solamente lo que conviene de él (Lukács, 1978:485). Entonces, Weber niega la dominación de las fuerzas productivas sobre la existencia social y se apoya en el supuesto de que el creador tiene que anticipar el producto en su mente antes de realizarlo, proceso que es lo que verdaderamente le interesa. Con este objetivo usa el impacto de ideas religiosas, las cuales nos explican un comportamiento social determinado.

      Analizando La ética protestante y el espíritu del capitalismo llegamos a entender el método principal de nuestro investigador, que empleará luego en casi todos sus trabajos. Expone primero un material estadístico relacionado con el tema, luego presenta casos o personajes de tipos ideales para profundizar en la observación con el material estadístico y finalmente ofrece definiciones acerca del caso. Encontramos entonces estadísticas que comprueban el diferente desarrollo económico entre los católicos y los protestantes (Weber, 1992:26).

      Para seguir la lógica de nuestra investigación debemos presentar el segundo recurso de la argumentación sobre el impacto de una ética religiosa en la vida cotidiana en la época del capitalismo emergente, que es la presentación de productores de textos edificantes de los siglos XVII y XVIII. Los autores más resaltantes que Weber consideró en su trabajo son Benjamin Franklin, John Bunyan y Richard Baxter. Ellos le sirven para comprobar que los tratados religiosos difundidos en masa promovían la disponibilidad para entregarse por completo al trabajo. El tercer argumento en el discurso de Weber es un seguimiento etimológico y cultural del concepto beruf («llamamiento», «vocación»), empleado por primera vez por Martín Lutero. Ese mismo concepto, de origen netamente religioso, se vuelve término técnico para referirse a la ocupación de una persona. Weber piensa que no es por casualidad. A partir de esto, pretende demostrar que el pensamiento protestante difunde la vida religiosa ascética, anteriormente vivida en los claustros de los monasterios, hacia los lugares profanos de la vida cotidiana. Entregarse a Dios y entregarse al trabajo es ahora idéntico. En consecuencia, el ethos de la profesión recibe un valor extraordinario. Como este es el centro de su investigación en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, le debemos dedicar profundización y amplitud. El cuarto y último argumento ventila el problema doctrinal de la predestinación y el estado de la gracia, así como su descarga emocional en los esfuerzos cotidianos para adquirir bienes. Weber analiza la teología calvinista para indagar de qué manera la misma teología prepara las condiciones que permiten acumular bienes sin culpa y a la vez incentivar la dedicación completa al trabajo.

      El propósito de La ética protestante y el espíritu del capitalismo es contestar la pregunta: ¿a qué se debe el avance de la cultura occidental, en comparación con las demás culturas del mundo? Weber responde a esa interrogante con la demostración del surgimiento de la racionalidad en Occidente, tomando la racionalidad no como principio filosófico, sino como una actitud práctica que se manifiesta en un estilo de vida determinado, lo que significa que se basa en un entendimiento práctico de lo racional. De cierta manera, Weber aplica el concepto de «racionalidad» de manera arbitraria, porque el concepto está claramente determinado por la tradición filosófica, según la cual la «racionalidad» es una corriente del pensamiento filosófico que afirma que únicamente se llega a entender el mundo por el razonamiento lógico, en contraposición a lo empírico. En el neokantianismo, del cual Weber es un representante, el racionalismo tomó una forma idealista. El filósofo alemán Jürgen Habermas resume muy brevemente el entendimiento de Weber en su libro Teoría de la acción comunicativa, donde se dedica explícitamente al problema de la racionalidad y su relación con el proceso cognitivo. Allí recoge las ideas de aquel para someterlas a un análisis. Según él, la «racionalidad», tal como Weber la entiende, está estrechamente vinculada con la cultura y no con la filosofía, como tradicionalmente se suele a presentar (Habermas, 1992:15):

      La racionalidad de opiniones y de las acciones es un tema que tradicionalmente se ha venido tratando en filosofía. Puede incluso decirse que el pensamiento filosófico nace de la «reflexivización» de la razón encarnada en el conocimiento, en el habla y en las acciones. El tema fundamental de la filosofía es la razón. La filosofía se viene esforzando desde sus orígenes por explicar el mundo en su conjunto, la unidad en la diversidad de los fenómenos, con principios que hay que buscar en la razón y no en la comunicación con una divinidad situada allende al mundo y, en rigor, ni siquiera remontándose al fundamento de un cosmos que comprende naturaleza y sociedad. El pensamiento griego no busca ni una teología ni una cosmología ética en el sentido de las grandes religiones universales, sino una ontología. Si las doctrinas filosóficas tienen algo en común, es su intención de pensar el ser o la unidad del mundo vía una explicitación de las experiencias que hace la razón en el trato consigo misma.

      Como vemos, Weber interpreta el concepto de «racionalidad» por el lado práctico, lo que significa reducirlo al aspecto de saber usar medios de manera más provechosa o útil. Aplica esta distinción a acciones que demuestran un claro objetivo. Por ello, la racionalidad significa realizar una acción para lograr un fin determinado. Luego distingue entre una racionalidad formal y una material, como lo presenta más adelante en su obra Economía y sociedad (1977:52-54). En ella explica que la «racionalidad formal» consiste en la capacidad de tomar decisiones útiles, claras y eficaces, mientras que con la «racionalidad material» se mide los resultados que uno logra a partir de una acción eficaz. La primera expresa el grado del cálculo que le es técnicamente posible y que aplica realmente una gestión económica, mientras que la segunda expresa el grado en que el abastecimiento de bienes dentro de un grupo humano tiene lugar por medio de una acción social económicamente orientada según


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