El Chavarín. Agustín Curiel López
Esta nueva edición tiene como finalidad dar a conocer de nueva cuenta y de forma más completa la leyenda que los abuelos han narrado de manera oral desde hace ya muchas décadas. Hoy en día, el Chavarín ha pasado a ser un personaje crucial como un ser imaginario de la localidad, donde ha transcurrido por muchas generaciones en la memoria colectiva de los amequenses.
Los datos más antiguos que se tienen acerca de esta leyenda datan de la segunda mitad del siglo xviii. En una carta enviada por José I. Alvarado a J. Concepción Díaz, fechada el 11 de mayo de 1959, se da cuenta de la antigüedad de la historia, la cual ha pasado de generación en generación y de boca en boca. En el anexo de la carta, José Alvarado le dice: «te acompaño una interesante leyenda del famoso Chavarín». Y comienza diciendo:
Historia tradicional del llamado El Chavarín, del río de Ameca: terminando ésta como una leyenda…
Allá por el año de 1760 […] desde ese entonces, desde distintos lugares del país, se agrupaban en romerías para venir al pueblo de Talpa, Jal. A rendir su adhesión y homenaje a la santísima Virgen aparecida en aquel lugar llamado Talpa y por esa causa […] algunas familias escogieron esta ciudad (Ameca) para trabajar y estar viviendo de continuo y sacando honradamente del fruto de su trabajo o laboríos para el sostén de la vida de los suyos.
Siendo bien sabido que de la parte norte de esta ciudad o región eran originarias algunas personas dignas de fe, dicen que el origen natal de esta familia fue el 7º. Cantón del estado de Jalisco y que en ese entonces era Tepic […] Esta familia se componía de cinco personas, su jefe era un señor de nombre Plutarco Chavarín, un hijo del mismo nombre, Plutarco, la esposa Mariana y dos hijas […] el jefe de la familia era hombre honrado y trabajador… era albañil arquitecto; pescaba en el río lo que se encontraba, pescado bagre, camarón y otros. Su hijo ya le ayudaba en las labores que también profesó [como] la pirotecnia.
Pero a la muerte del señor Plutarco y con el paso del tiempo, la viuda de Chavarín vendió la humilde casa que les había dejado como herencia su esposo, y ella tuvo que trabajar lavando y planchando ropa ajena:
Su hijo Plutarco Jr. le salió muy libertino, pues no salía del famoso río haciendo travesuras a sus prójimos y amigos de su época, llegándose a murmurar de unos ahogados por su causa o insinuación […] No hacía por trabajar como su señor padre que fue honesto, honrado y trabajador.
Fue así que la madre
en un arranque de cólera y altamente disgustada, lo amenazó que si seguía como de hecho ya lo era, un hombre malvado, que sería un compañero del «diablo» confundiéndole con él, como especie de maldición […]
Pasó tiempo y más tiempo, y él no se separó de su vida mundana, no salía del río aunque no pescara nada, pues estaba completamente viciado […] se dice que se subía a un árbol denominado Sauz y de allí, de su parte más extrema de su altura, se dejaba caer haciendo marionetas o vueltas en el viento. Una de tantas veces ya no salió su cuerpo; los amigos y conocidos de él hicieron la busca de su cuerpo y no fue encontrado. Más tarde, como cinco días después de la fecha, se encontraron restos de cuerpo humano que estaba clavado de una raíz de un frondoso árbol que no lo tapaba a la parte superior del agua, y así, no pudiéndose identificar su cuerpo, pero la gente […] aseguraba que era de él. Y de esa época a la presente, existe la creencia de nuestra gente, que convive entre nosotros en esta ciudad, de que existe en el río e Ameca Jalisco, un «diablo» Chavarín y dizque se aparece en el referido río, en el lugar llamado con el nombre de «El Tepetate», cercano al barrio de La Ciénega, y llegando al extremo de que dicho «diablo Chavarín» sigue como lo fue, ahogando a gente que por desgracia se ahoga en ese misterioso lugar.1
Este breve relato nos pone en contexto y nos sirve como un referente para sumergirnos en la novela del profesor Curiel López, pero también nos da cuenta de la importancia de la literatura popular como parte del fortalecimiento de la memoria colectiva de la comunidad, así como del patrimonio literario y la cultura de la sociedad amequense. Asimismo, este relato nos ofrece el significado que representa el río para la historia de la localidad y para la propia leyenda. Dentro del río es donde el Chavarín oculta y transforma su identidad, lugar donde encuentra su hábitat, es el medio donde se desarrolla y se transforma, donde se siente más cómodo y seguro, pero también donde buena parte de la leyenda tiene su fundamento.
El relato fue y ha sido utilizado por muchas generaciones de amequenses como una forma de control social para que los hombres y mujeres no se salieran de los parámetros establecidos de la buena conducta y la obediencia marcada por los pobladores de Ameca. Esta leyenda fomentó la creencia de que ir al río durante horas no permitidas podría significar aventurarse a un encuentro con el Chavarín; lo mismo podría suceder cuando alguien circundara por lugares o barrios ajenos a su vecindario, sobre todo a altas horas de la noche, ya que existía la probabilidad de encontrarse con ese personaje misterioso y siniestro. Pero esta misma leyenda ha cruzado las fronteras de la localidad de Ameca, pues existen evidencias de que en poblados cercanos, como es el caso de Cuisillos, el Chavarín también circunda, incluso con el mismo nombre e identidad.
Desde 1760 y con el paso del tiempo han surgido versiones sobre la leyenda del Chavarín, aunque fundamentalmente la esencia de la historia no ha cambiado. Agustín Curiel nos presenta en su novela un toque de su buena pluma personal y de su amplia imaginación literaria que la hace única y ejemplar. En esta obra, el autor se apropia de los personajes para darles vida propia; algunos son ficticios, pero otros reales. Asimismo, el autor nos describe de forma ejemplar el pueblo, y particularmente nos ofrece una radiografía del barrio de La Ciénega, lugar donde vive y transita el Chavarín; se trata de un barrio con una cultura indígena muy arraigada y vigente, tal vez el único con esas características tan peculiares en la localidad. Por estar tan cerca del río y de la Huerta de Castro, La Ciénega alimenta esa historia propia y llena de misticismo. Es, sin duda, en ese medio donde el Chavarín busca una nueva vida, y en ello radica lo particular de la novela, pues ya lo decía el gran escritor argentino Jorge Luis Borges en su Arte Poética, uno de sus tantos textos maravillosos, cuando cita a Henry Louis Mencken para definir que «la esencia de la mayoría de las novelas radica en el fracaso de un hombre, en la degeneración del personaje». El Chavarín… no es la excepción; aquí, Lucio Chavarín también sufre una pérdida progresiva de la normalidad psíquica y moral, a tal grado que lo lleva a transformase en un monstruo, orillado por la avaricia y la tentación mundana.
Esta edición nos ofrece tres atractivos fundamentales: en primer lugar, la novela El Chavarín historia de un monstruo, siguiendo la edición de 1978. En segundo lugar, esta obra contempla una entrevista con el autor de la novela, donde nos cuenta cómo nació la idea de escribir la leyenda del Chavarín, la relación de su infancia y de su vida misma en el barrio de La Ciénega con la creación del personaje del Chavarín. Asimismo, en la entrevista nos cuenta la función que cumple el río Ameca dentro de la leyenda y la historia misma que se desarrolla en la novela. También se refiere a los personajes ficticios y reales que aparecen en la novela, pero sobre todo nos cuenta algo fundamental y muy particular de esta versión del Chavarín, es decir, por qué Lucio Chavarín se transforma en un monstruo a través de un ritual dirigido por una mujer llamada Susana la «Aruja», y por qué esa transformación tenía que darse a través de un ritual, como si fuera un exorcismo. Agustín Curiel López nos habla de por qué Lucio Chavarín pierde los principios y es arrastrado hacia una ambición de fortuna, de querer ser el mejor pescador y dejar de ser un hombre cualquiera en un barrio donde imperaba la pobreza entre todos sus habitantes. Al final de la entrevista, el autor de la novela nos da su opinión sobre el centro de la historia del Chavarín, nos dice cuál es la función que cumple esta leyenda para los pobladores de Ameca.
El tercer atractivo de esta edición es la serie de imágenes alusivas al Chavarín: los dibujos a tinta china elaborados por un pintor local, Pedro Orozco; además, los dibujos que aparecen en la primera edición, de la autoría del profesor David Carmona Medina; también se incluyen imágenes de Jorge Pineda Bermúdez y del profesor Felipe Arreola; asimismo, se incluye el que aparece originalmente en el libro Amecatl2 (aunque ahí no se indica el nombre del autor). Estas llamativas e interesantes imágenes