Dimensiones más allá de lo conocido. Osho
supe que era idéntica a la que ellos habían tenido antes que yo. Entonces, cuando hablo sobre ellos o cito textualmente lo que dijeron, yo mismo me olvido de que he estado hablando de ellos. Me fusiono totalmente con ellos, de tal manera que sus declaraciones se vuelven mías.
De hecho, no veo diferencia alguna entre mis declaraciones y las suyas. Cuando empiezo a hablar acerca de ellos, hay una realización profunda de que solamente estoy hablando de mí. Entonces, cuando repito sus declaraciones no creo condiciones, me disuelvo completamente en ellos y en sus palabras. Aquellos que me hayan escuchado decir que no tengo influencia de ellos, se preguntarán: “¿Cómo es que te haces uno con ellos? Aun a los que están completamente bajo su influencia no les pasa eso; mantienen una distancia”.
Aquellos que están influenciados por alguien o por algo tendrán necesariamente que mantener una cierta distancia entre ellos y la fuente de su influencia. Aquellos que son influenciados, son ignorantes. Somos influenciados sólo por ignorancia. Con el conocimiento de uno mismo la sola palabra influencia no tiene significado.
En el conocimiento de uno mismo no existe la posibilidad de la influencia. Más bien existe una similitud en la experiencia, una resonancia similar, la escucha de voces similares. Si estoy cantando y al mismo tiempo llega la misma tonada de alguien más, mi ritmo y el ritmo del otro cantante son a la vez uno con el otro, no hay espacio entre nosotros para ser influenciados. Para ser influenciado, para ser un discípulo, es necesaria la distancia, es necesario lo otro.
Sin embargo, en lo que a mí concierne, no hay distancia. Cuando empiezo a explicar los conceptos de Mahavira o cuando hablo del Gita o Krishna, más o menos estoy explicando mis propios conceptos. Krishna o Cristo o Mahavira proporcionan una oportunidad, una excusa, una ocasión para hablar, pero olvido pronto que estaba hablando sobre ellos. Empiezo con ellos pero termino sólo con lo que he conocido. Ni siquiera estoy consciente del momento en que dejo de hablar de ellos y empiezo a explicar mis propios conceptos, o de cuando me he fusionado completamente con ellos.
Tal vez sería interesante para ustedes saber que no he leído el Gita ni siquiera una vez. Seguido lo he empezado, pero después de leer ocho o diez líneas, siento que ya fue suficiente y cierro el libro. Cuando hablo del Gita, a medida que lo hago, siento realmente que lo estoy escuchando por primera vez. Como no tengo antecedentes sobre él, no tengo manera de criticarlo. Aquel que haya estudiado el Gita, que lo haya ponderado y que haya pensado a profundidad en sus declaraciones, sólo podrá criticarlo o definir lo que ha leído. No habiendo leído el Gita, no puedo hacer ninguna de estas cosas.
Se puede mencionar otra cosa interesante, que cuando elijo leer el Gita, lo retiro a los pocos minutos, pero cuando me encuentro con un libro muy ordinario, lo leo de principio a fin, porque no forma parte de mi experiencia. Esto puede parecerles extraño. No puedo evitar leer completo un libro ordinario, porque no se encuentra dentro del rango de mi experiencia. Sin embargo, cuando empiezo a leer el Gita, retiro el libro después de pocas líneas, ya que no siento que pueda mostrarme nada nuevo.
Si me dan una historia de espías, puedo recorrerla toda, porque sería algo nuevo. Pero el Gita de Krishna parece como si hubiera sido escrito por mí. Lo sé, porque conozco todo lo que se encuentra escrito ahí. Sin leerlo, es sabido.
Entonces, cuando hablo del Gita, de hecho no estoy hablando del Gita; es solamente una excusa. Empiezo con el Gita, pero hablo sólo de lo que quiero hablar y sólo acerca de lo que puedo hablar. Si ustedes sienten que me ubico demasiado en el Gita, no es porque esté influenciado por Krishna, sino que Krishna dice las mismas cosas que yo estoy diciendo.
Entonces, lo que yo hago no son comentarios sobre el Gita. Lo que Gandhi ha dicho del Gita son sus cometarios o explicaciones. Ellos estuvieron bajo una influencia profunda del Gita. Pero lo que yo estoy diciendo no proviene, para nada, del Gita. Las opiniones tocadas por el Gita son también tocadas por mí. Ellas me llevan a mis propias opiniones; empiezo a explicar mi propio yo. El Gita sólo me proporciona una ocasión. Cuando estoy hablando de Krishna, durante esos precisos momentos en los que estoy revelando a Krishna en su mayor profundidad, empezarán a sentir que estoy hablando de mí mismo. Es en esos momentos que estoy hablando solamente acerca de mí.
Lo mismo es cierto con Mahavira, Cristo, Lao Tse o Mahoma. Para mí, lo único que diferencia a uno de otro es el nombre. Son diferentes lámparas, pero la luz que brilla dentro de ellos es la misma. Ya sea que la luz esté ardiendo en la lámpara de Mahavira, o de Buda, para mí no hay diferencia.
Muchas veces hablo en contra de Mahoma o de Mahavira o de Buda. Esto provoca un problema. Estoy hablando en profundidad sobre ellos y, sin embargo, al mismo tiempo también estoy hablando en su contra. Siempre que parezca que estoy hablando en contra de ellos, parece así sólo porque el escucha está dando importancia a la lámpara. Pero, para mí, cuando estoy revelando algo de mucha profundidad, hay un énfasis en la luz. Entonces, siempre que parece que estoy hablando en contra, es porque el énfasis está en la lámpara y no en la luz.
Cuando veo a una persona que está enamorada de la lámpara y del material que está hecha, siempre hablaré en contra de la lámpara. La persona se confundirá. Es natural que se confunda, porque para ella no hay distinción entre Mahavira la lámpara y Mahavira la luz eterna. Para ella, la lámpara y la luz son la misma cosa. Es por eso que cuando me parece que alguien está poniendo mucho énfasis en la lámpara, empiezo a hablar en contra de ella. Cuando siento que lo que se discute es la luz, me vuelvo uno con ella. Ésta es la diferencia.
Hay una diferencia entre la lámpara de Mahavira y la lámpara de Mahoma. Debido solamente a esta diferencia es que hay diferencia entre una jaina y un mahometano. Las lámparas están hechas diferentes. La lámpara de Cristo y la lámpara de Buda también son diferentes; están destinadas a eso. Pero éstas son diferencias del cuerpo, del entorno y de la forma. Para aquellos aficionados a la forma y al entorno no será visible la luz, porque para quien quiera que vea la luz, olvidará la lámpara. Es imposible que alguien aún recuerde la lámpara después de haber visto la luz. Se recuerda la lámpara sólo después de que no se pueda ver la luz.
La condición de un seguidor es tal que sólo puede permanecer en la sombra oscura de la lámpara y ver desde ahí. Desde ahí no puede ver la luz; sólo se ve el fondo de la lámpara. Los fondos de todas las lámparas son diferentes y hay una oscuridad profunda bajo de ellas. Sus seguidores tienen peleas sobre los fondos. Entonces, cuando veo a alguien parado bajo la sombra de alguien, hablo con severidad en contra de eso.
Es por eso que siempre digo que un seguidor nunca entenderá. Para hacerse un seguidor, tendrá que estar bajo la sombra, en la oscuridad, debajo de la lámpara. Entre más es uno un seguidor, más estará en la densidad de la lámpara. Aquellos seguidores que están en la periferia de la sombra pueden entender un poco a los otros, pero los que están directamente en la densidad de la sombra, nunca lo podrán entender. Sin embargo, si alguien verdaderamente quiere ver la luz, tendrá que ir completamente fuera de la periferia de la sombra. Una vez que haya visto la luz, para él ya no tienen ningún significado las controversias sobre las lámparas.
Entonces, para mí, no hay diferencia, ya sea que hable de Cristo o Krishna o Buda. Estoy hablando de la misma luz, una luz que ha iluminado muchas lámparas. Pero no tengo influencia de las lámparas. Solamente hablo de aquello que conozco. Cada vez que siento cierta resonancia, cada vez que siento que está vibrando la misma nota, no soy capaz de negarlo, porque negarlo también estaría mal, sería como estar parado dando la espalda a la luz. El seguidor comete el error de sentarse bajo el fondo de la lámpara. Volver la espalda o sentarse en la sombra son errores similares. Pero si se le pregunta a Krishnamurti, él no aceptaría esta resonancia. No aceptaría que lo que le pasó a él pudiera haberle pasado también a Krishna. Tampoco aceptaría que lo que le pasó a él pudiera pasarle a otros. Esto no lo discutiría.
Esto está mal, porque la verdad es totalmente impersonal. La grandeza de la verdad no disminuye si uno acepta que también fue revelada a alguien más. Por el contrario, su grandeza aumenta; no disminuye. La verdad no es tan débil