12+1 Faros para una vida con sentido. Javier Gaspar
porque te mentiría. Todavía me ronda de vez en cuando algún miedo. Por cierto, los grandes miedos, según la sabiduría maya, son también cuatro:
Miedo a la soledad
Miedo a la escasez
Miedo a la enfermedad
Miedo a la muerte.
El antídoto del miedo es el amor. En el momento en que tú actúas con la convicción que da el amor, los miedos se disuelven como un azucarillo en un café. Primero porque si actúas con amor nunca estarás solo/a, por tanto no tendrás miedo a la soledad. Segundo porque si tienes amor no te faltará de nada, y por tanto no sentirás el miedo a la escasez. Tercero porque si te tratas con amor reducirás mucho las posibilidades de enfermar, y por tanto el miedo a la enfermedad. Y cuarto porque una persona que vive en el amor nunca muere del todo: su esencia queda en el corazón de aquellos a los que amó. El que ama la vida no teme la muerte, porque sabe y acepta que todo es un regalo y nada es permanente.
Cuando eres tú y actúas con amor, no sólo desaparecen los miedos, sino todos los demás frenos: las creencias limitantes (lo que nos contaron durante nuestra vida que ahora nos limita), los apegos (a los objetos, a los amigos e incluso a la familia) y las expectativas (querer controlar lo que va a suceder). Y con ellos todo lo oscuro de la persona: las envidias, los celos, la ira, etc. Nada te puede limitar porque cuentas con una energía inagotable: la del amor.
“Tú, como todos, has venido a brillar, pero para lograrlo tienes que atreverte a hacer y confiar en ti, en la fuerza de tu alma, en la intuición de tu corazón.”
Tenemos mucho más poder del que creemos, sólo hay que despertarlo. En el momento en que crees en ti, en que confías en ti y te comprometes contigo, emerge tu poder y te das cuenta de toda la energía que tienes.
¿Por qué sólo sacamos nuestra fuerza cuando el universo nos pone en una quebrada o ante una adversidad? Creo que es porque tenemos cierta tendencia a la pereza, al acomodo, al mínimo esfuerzo. Cuando tenemos salud y fortaleza, vamos sólo al diez por ciento de nuestro potencial. Y así sólo consigues, con suerte, el diez por ciento de lo que te propones. Estás en tu derecho de hacer esto, si quieres, pero no te quejes si luego no tienes la vida que te gustaría. La abundancia te está esperando, pero para llegar a ella tienes que esforzarte con amor, con pasión y con perseverancia.
Muchas personas persiguen el éxito. Hay cientos de libros que lo prometen en su portada y otros tantos gurús que aseguran tener la fórmula para alcanzarlo. Pero, ¿qué es el éxito? ¿Un gran coche, una casa, una pareja que te quiera, un montón de dinero en el banco, ropa lujosa, tener muchos amigos, disponer de mucho tiempo libre, ganar mucho dinero, tener un cargo de responsabilidad en una empresa, poder comer cada día en un restaurante diferente, tener una Visa Oro, lucir un reloj único, viajar por todo el mundo...?
Cada persona define el éxito a su manera, no creo que haya una fórmula universal que sirva para todo el mundo. Lo único que puedo decirte es que no encontrarás a ninguna persona que se considere verdaderamente exitosa que no confíe en sí misma. Éxito y autoestima van de la mano.
Yo no te voy a dar ninguna fórmula, pero sí te diré lo que a mí me funciona. Para mí, el éxito en este momento de mi vida es poner mi talento y mi esfuerzo al servicio de la humanidad. Para llegar hasta aquí he tenido que hacer miles de pruebas y he cometido mil errores, pero ahora navego con rumbo firme porque tengo claros mis valores. De hecho, para mí el éxito son mis valores en acción. Valores como los que verás en los siguientes capítulos: solidaridad, humildad, trabajo, etc. Esos valores son el software y las personas somos el hardware. El problema es que no venimos de serie con ese software instalado. Tenemos que ir haciendo pruebas e instalar cada comando a medida que lo identificamos como bueno para nuestra vida.
Aunque cada persona tiene su propia idea de éxito, hay algo para mí incuestionable: lo que te lleva al éxito siempre es la construcción de tu liderazgo personal. A medida que aprendes a liderar tu vida empiezas a tener mayor claridad mental y mejoran tus resultados en aquello que te propongas. Al principio tienes que esforzarte, formarte, aplicar lo aprendido, ser constante y tener paciencia y disciplina. A medida que aumenta tu liderazgo personal ya no necesitas esforzarte tanto: todo fluye con mucha facilidad. Todo florece. Pero si no hay raíces no hay tronco, si no hay tronco no hay ramas, si no hay ramas no hay hojas, si no hay hojas no hay flores y si no hay flores no hay frutos.
“Tenemos mucho más poder del que creemos, sólo hay que despertarlo. Y apartar nuestras creencias limitantes, que son las que nos hacen no intentarlo.”
En mi caso, no sé por qué, siempre he tenido mucha confianza en mí y en mis posibilidades, no he tenido que hacer un gran esfuerzo en este sentido. Lo atribuyo en parte a que leí muchos tebeos, lo cual espoleó mi imaginación y me convirtió en un soñador indomable y en un curioso insaciable. No pude terminar mis estudios, porque a los 16 decidí dejar la escuela para ayudar a mi padre en el bar, pero los cómics me abrieron a un mundo de fantasía y de aventuras en el que todo era posible. Leí todos los de Tintín, los de Astérix y Obélix, los de Mortadelo y Filemón, El Capitán Trueno, El Guerrero del Antifaz... En fin, todos los que caían en mis manos o lograba intercambiar con amigos y conocidos.
Además de creer siempre en mí, nunca he escuchado a los que me han dicho “no lo vas a conseguir” o “no lo intentes, no vale la pena”. Te explicaré algo que no he explicado a casi nadie y que, lo reconozco, me da un poco de vergüenza poner aquí. Pero ya empezamos a ser amigos, ¿verdad? Así que sería absurdo que no confiara en ti. Verás, el 31 de diciembre de 1992, cuando tenía 20 años, salí a celebrar la Nochevieja con unos amigos y fuimos a una fiesta en una gran hotel-discoteca. Debía haber unas 2.000 personas. Después de pasar la noche riendo y bailando, hacia las 7 de la mañana y cuando ya estábamos medio de retirada vi a una chica espectacular: metro setenta y cinco, rubia, ojos verdes, pelo hasta la cintura. Como Rita Hayworth pero en versión malagueña. La miré y yo no sé si hubo flechazo, pero juraría que vi pasar por allí a Cupido. Le dije a mis amigos: “Voy a conocerla”. Y ellos: “Pero nene, ¿tú estás tonto? Te da dos vueltas”. Si les hubiera hecho caso no lo habría intentado, pero no los escuché. Me fui para ella, me presenté, la invité a un kiwi con limón (yo no bebía alcohol, era deportista, jugador federado de balonmano) y nos dimos los teléfonos. Y desde ese día hasta hoy no nos hemos separado. Tres años de novios y 25 de matrimonio. Conclusión: cuando sabemos lo que valemos, no nos conformamos con menos de lo que merecemos.
Sea cual sea tu situación actual, para un momento, aparca las quejas y hazte estas preguntas básicas:
¿Confío realmente en mí?
¿Creo en mi potencial y estoy dispuesto a desarrollarlo?
¿Tengo una buena autoestima y un buen autoconcepto?
¿Estoy dispuesto/a a esforzarme para aprender lo que necesito aprender?
¿Estoy verdaderamente comprometido/a con mis sueños o mis objetivos?
¿Me atrevo lo suficiente o tengo que atreverme más?
Todas las personas que me han inspirado a lo largo de mi vida y que considero referentes para alcanzar el éxito y tener una buena vida responderían SÍ a estas preguntas sin dudarlo. ¿Crees que Rafa Nadal ha llegado donde ha llegado sólo por su genética o porque cultivó su físico, su mentalidad y su capacidad de resiliencia?
La mayoría no consiguen sus sueños porque no se ven capaces. En su diálogo interno se dicen: “No creo que pueda”. Y el cerebro responde: “Pues si tú no lo crees, yo tampoco”. Por eso, antes de remar en una dirección, lo primero es trabajar la confianza. Yo siempre empiezo y aprendo por el camino, no espero a tenerlo todo controlado. Empiezo y voy avanzando a base de ensayo-error. O, mejor dicho, ensayo-resultado, pues como afirma Wayne Dyer, “nunca hay errores, sólo hay resultados”. El único error es no intentarlo.
Deja de vivir de espaldas a tu poder. Deja de poner excusas o lanzar quejas. Sólo cuando te quieras y