La diferencia de los sexos no existe en el inconsciente. Miquel Bassols
La diferencia de los sexos no existe en el inconsciente Sobre un informe de Paul B. Preciado dirigido a los psicoanalistas
Miquel Bassols
Índice de contenido
El sexo es diferencia absoluta: Uno sin Otro
Experiencias trans-: “el cambio de sexo no existe”
Desde el binarismo sexual hacia el unarismo del goce
Un discurso sin fragmentos amorosos
Coda de François Ansermet y Omaïra Meseguer
Basols, MiquelLa diferencia de los sexos no existe en el inconsciente / Miquel Basols. - 1a ed. - Olivos : Grama Ediciones, 2021.Archivo Digital: descargaISBN 978-987-8372-73-01. Psicoanálisis. I. Título.CDD 150.195 |
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ISBN edición digital (ePub): 978-987-8372-73-0
¿Dónde está sin embargo el daño, cuando no va más allá del que pueda sufrir el personaje nebuloso de aquella historia? Por el hecho de haber encontrado, en los barrotes de una reja tanteados paso a paso, uno marcado como primero, concluía: “Los muy cabrones, me han encerrado”. Era la reja del Obelisco y tenía para él toda la plaza de la Concorde. ¿Dónde está el adentro, dónde el afuera?
J. Lacan, Otros escritos.
La no relación sexual quiere decir que no hay dos. El “dos” no está al mismo nivel que el hay Uno [il y a de l’ Un], el “dos” está ya al nivel del delirio. No hay dos, no hay más que Uno que se repite en la iteración. Y aún añadiría una tercera fórmula: Hay el cuerpo. […] En este nivel, están en relación los dos “hay”, que deben pensarse. No son los dos sexos, sino el Uno y el cuerpo.
J.-A. Miller, El ser y el Uno
Antecedentes
“Yo soy el monstruo que os habla”. Así ha querido presentarse Paul B. Preciado, y así quiso dirigirse a una asamblea que ha nombrado con un término que se quiere kafkiano, “Academia de psicoanalistas”. La École de la Cause freudienne (ECF) lo invitó, lo recibió con la mayor cortesía en sus Jornadas anuales de 2019 para conversar con él. Un auditorio de 3.500 participantes –sería exagerado creer que era una asamblea homogénea de psicoanalistas– quería escuchar una conversación con él.
Se da la circunstancia que era yo mismo quien había sido invitado en un primer momento por los organizadores de aquellas Jornadas de la ECF, Escuela de la que soy miembro, para compartir con Paul B. Preciado mesa y conversación. Solo una contingencia entre dos viajes me impidió estar aquel día en el Palais de Congrès de París para mantener una conversación que finalmente tomaron a su cargo, de forma tan amable como pertinente, mis colegas François Ansermet, de Ginebra, y Omaïra Messeguer, de París. La conversación fue breve, tuvo que ser demasiado breve debido a la extensión del discurso precedente de Paul B. Preciado. Hubo que limitarla a la entrevista que el lector encontrará al final de este volumen. Breve pero jugosa, es muy ilustrativa de lo que fue realmente el tono de acogida de su manifiesto y también de cómo el propio Paul B. Preciado acogió por su parte las preguntas y comentarios de mis colegas. Con palabras distintas a las que aparecen en su libro Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas (1), donde la emprende con el psicoanálisis en su conjunto a la vez que lo invita a unirse a sus reivindicaciones.
Si recojo aquí el hilo de aquella conversación que no pudo producirse entonces es porque el libro de Paul B. Preciado (en adelante PBP) se nos aparece ahora como un signo de la subjetividad de nuestra época. Reivindica una condición “trans-”, un modo de ser que se siente enjaulado por los discursos dominantes sobre la sexualidad y sus géneros. Y llama a los psicoanalistas a unirse a una “revolución” contra el poder de los símbolos y de las imágenes “heteropatriarcales” –PBP dixit–, tributarias del “imperio de los semblantes” –Jacques Lacan dixit–, los dioses de hoy. Y reclama fabricar una salida conjuntamente (2). La cuestión es qué salida, desde dónde y hacia dónde. Porque muy bien podría darse el caso del personaje de la cita que hemos puesto al principio: agarrado a los barrotes de la reja que rodea el Obelisco, y que se alzaba a su mirada en la place de la Concorde de París, gritaba que lo liberaran de su jaula cuando tenía todo el espacio abierto alrededor suyo para transitar.
Pero escuchemos primero a quién se dirige PBP en su manifiesto a través de los semblantes de la época, leamos atentamente qué nos dice sin querer comprender demasiado rápidamente. Y especialmente allí donde lanza una ácida e inmotivada crítica al discurso del psicoanálisis lacaniano, un discurso que supuestamente sería “heteropatriarcal”, “etnocéntrico”, “homófobo” y “patologizante de la homosexualidad”, de “cuerpo binario, heterosexual y colonial”, y –aquí sube el tono– “tránsfobo” y “racista”, un discurso que finalmente habría “contribuido a la estabilidad de la dominación masculina, culpando a la víctima de la violación y transformando en una ley psíquica el ritual social de violación y abuso infantil que subyace en la cultura patriarco-colonial” (3). No es decir poca cosa, y sin ninguna cita de apoyo, cuando para muchas corrientes de pensamiento –feminismos diversos, transgénero, intersexuales, también queer– el discurso y la experiencia del psicoanálisis ha representado lo contrario. Conviene, pues, hacer una lectura atenta de lo que hay detrás de estas críticas. Es lo que nos proponemos en estas páginas.
1-