El árbol del inglés. Roger Wolfe

El árbol del inglés - Roger Wolfe


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DE SER PIEL ROJA

       BERENJENAS EN LA NIEBLA

       DIECISIETE AÑOS PARA ESTO (HABLÁNDOLE A MI AGENTE POR GUASAP)

       EARLY BIRDS

       EL ÁRBOL DEL INGLÉS

       ESCRITO AL VUELO EN NOVIEMBRE DEL 14

       EVERY POEM AN EPITAPH

       HOME IS WHERE THE HEART IS

       MANERAS DE ORIENTAR LA CÁMARA

       MANTENENÇIA Y JUNTAMIENTO

       MARIPOSA NOCTURNA

       MEDIANOCHE EN MADRID

       NOCTURNO

       SOBERBIA

       SUNDAY MORNING

       TODAS LAS NOCHES DEL MUNDO

      PRÓLOGO

      Soy misógino. Soy marica. Soy yonqui. Y estoy muerto. ¿Qué más se puede pedir?

      Yo solo quiero un buen desayuno y una noche plácida, repleta de sueños indescifrables. El editor de este libro es un viejo amigo, y me ha pedido que redacte estas líneas. Como hemos compartido cama y vistas en el hotel Al-Muniria de Tánger, aunque con medio siglo de diferencia, he accedido a redactarlas.

      Roger Wolfe es colérico y explosivo, educado y sagaz, brillante y rebelde... Como lo fui yo. Aunque él no tuvo mi suerte, cuando mi padre arregló los papeles para poder huir de aquella prisión mexicana, tras volar los sesos a mi mujer jugando a ser Guillermo Tell.

      Los versos del señor Wolfe equivalen a una prosa exquisita, y su prosa exquisita suena a verso destilado. Viaja de un formato al siguiente con la ligereza que yo tenía en Tánger para encontrar muchachos de madrugada, por unos pocos billetes. Llevo muerto más de veinte años, así que nada me importa ya. Los beatniks hemos fallecido todos, pero Roger se fija en mi querido (en todos los aspectos, también físicos) Allen Ginsberg. Y en su aullido. HOWL!!!! Pobre Allen, murió solo unos meses antes que yo, él se fue en abril y yo en agosto, allá por 1997. Reconozco que su pérdida aceleró mi adiós. Ferlinghetti se acaba de marchar, así que ya no queda nadie capaz de dar fe de todo aquello.

      El árbol del Inglés es uno de los libros más compactos de Roger. Es un reflejo de un estado de ánimo que puede reverberar en quien lea cada palabra, que es como una fila de hormigas ante los ojos, parafraseando el poema que abre este volumen.

      Sé de lo que hablo, y hoy no me he inyectado nada. Si sobreviví al SIDA fue por la generosidad de mis camellos, siempre me dejaban pincharme a mí primero, por eso nunca me contagié, y fallecí a la provecta edad de 83 años. Cuántos habrían querido, en aquella Nueva York que destilaba heroína y creatividad a partes iguales.

      Sexo, soledad, paradojas, una cierta autocompasión, confesiones de poeta y belleza literaria, que no vital. Son cosas distintas, pero todas conviven en estas páginas de Wolfe, el árbol de un inglés más enamorado del cocido madrileño que del fish & chips.

      Además de Ginsberg, Kafka es otro objetivo de nuestro rebelde poeta británico españolizado en el mejor de los sentidos. Un ser bilingüe y bicultural solo puede dar a luz libros como el que nos ocupa.

      Su mente está siempre preñada de cuchillos, y por eso se ha de tener cuidado al leer sus versos, porque cortan como navajas de afeitar. Lenguaraz, irreverente, espigado, con sombrero y alto como yo... nos unen tantas cosas que no podía negarme a firmar este prólogo, y lo hago desde Tánger. Desde Interzona, para ser exactos. Era otro tiempo y era otro lugar.

      Roger Wolfe es un poeta que vino del espacio, como un virus. Él no lo sabe, pero sus versos lo delatan.

      Disfrute usted de este libro, y después quémelo. Es contagioso.

      William S. Burroughs

      ROGER WOLFE

      El árbol del Inglés

      El ahora que pasa

      produce el tiempo;

      el ahora que permanece

      produce la eternidad.

      BOECIO

      ALGO MÁS ÉPICO SIN DUDA

      Las cero cero treinta y heme aquí,

      una vez más, dejándome la vista

      entre hileras de palabras que recorren

      como hormigas ebrias la pantalla.

      Ahí fuera, en todas partes y en ninguna,

      cadáveres de vacaciones se apresuran

      al encuentro de la alegre madrugada

      en la estela de otra noche de jarana.

      Me pregunto (son ocurrencias que lo asaltan

      a uno en momentos como el que me ocupa)

      qué hubiera dicho el gran Homero

      de haber podido disfrutar de esta velada.

      ALLEN GINSBERG LE ESCRIBE A LAWRENCE

       FERLINGHETTI, DESDE TÁNGER, EN 1957

      Tengo que decir

      que estoy más deprimido que contento,

      más repugnado que contento,

      con toda esta zarandaja (divertida

      como es) de la incautación de Aullido...;

      viendo el mundo hundido en tal pozo sin fondo

      de hastío y podredumbre y paranoia,

      y los harapos enfermos de la gente en estas latitudes,

      Aullido me parece una gota en el cubo del vacío

      y todo ese revuelo literario se me antoja

      una ficción. Parece que todo estuviera sucediendo

      en otro mundo, más allá de mí,

      y no tuviera nada en absoluto

      que ver conmigo, ni con nada.

      Jack Kerouac me ha localizado

      una habitación, y la próxima semana

      me mudaré definitivamente allí; es un rincón

      lleno de luz, en la colina, más arriba de la playa

      desde donde te escribo ahora esta misiva;

      tiene una terraza de baldosas rojas,

      un enorme patio, desde el que se avista el puerto,

      y


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