Nuevos enigmas de la Biblia 3. Ariel Álvarez Valdés
suelen traducir delicadamente las Biblias], ¿acaso crees que yo no sé que prefieres al hijo de Jesé [o sea, a David], para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez de tu madre?» (1 Sam 20,30).
Ultrajes en la familia
Que Saúl diga a Jonatán que lo que ha hecho contribuye a la vergüenza del joven se entiende. Pero ¿qué tiene que ver aquí su madre? ¿Por qué alude a la vergüenza «de la desnudez» de Ajinoán?
En el Antiguo Testamento, cuando se menciona «la desnudez» de alguien, suele referirse al ámbito sexual de esa persona, como se ve por ejemplo en el libro del Levítico, donde se habla de «la desnudez de tu hermana», «la desnudez de tu tía», «la desnudez de tu nuera», para referirse a las relaciones sexuales de ellas (18,7-18). Por lo tanto, la frase de Saúl «la desnudez de tu madre» equivale a «la vida sexual de tu madre». Que Saúl, al hablar de David, evoque a Ajinoán y se refiera a ella con términos que aluden a su vergonzosa sexualidad tiene más sentido si el rey está haciendo alusión a la unión marital de esta con David.
Lo que quiso decir Saúl a Jonatán es que el hecho de haber ayudado a salvar la vida de David no solo lo deshonraba a él como hijo (por haber traicionado a su padre), sino que también ayudaba a prolongar la inmoralidad de su madre, convertida así en la concubina de David.
Tres veces reina
Saúl nunca pudo dar alcance a David ni recuperar a su esposa (2 Sam 2,2). Con el pequeño ejército de voluntarios que había formado, David logró siempre evadirse mientras afianzaba cada vez más su poder como jefe y caudillo en el país. Y si bien durante su vida errante se casó con varias mujeres más, supo mantener la prioridad de Ajinoán, como se ve en el hecho de que ella figura siempre en primer lugar cada vez que se menciona la lista de sus mujeres (1 Sam 27,3; 30,5; 2 Sam 2,2; 3,2).
Ajinoán llegó a darle a David su tan ansiado primogénito, llamado Amnón (2 Sam 3,2). Paradójicamente, este hijo de David, por ser también hijo de su suegra, fue a la vez... ¡hijo y cuñado de David!
Poco después, según la Biblia, David se convirtió en rey de un pequeño territorio al sur del país (2 Sam 2,1-4).
Por aquel tiempo tuvo lugar la batalla de Gelboé, en la que el rey Saúl tuvo que enfrentarse a sus tradicionales enemigos, los filisteos. En el transcurso del combate murieron Saúl y tres de sus hijos. La familia real quedó así debilitada y no pudo mantenerse por mucho tiempo más en el trono. Entonces a David se le abrieron las puertas para cumplir su sueño largamente acariciado: ser también rey del norte, en lugar de Saúl. El hecho de contar con la esposa del rey anterior influyó sin duda para que fuera bien visto por los jefes tribales, que aprobaron su designación (2 Sam 5,1-3).
Cuando David fue coronado rey de todo Israel, Ajinoán, que un día había abandonado su palacio de Guibeá para emprender una vida errante junto a David, alcanzó un puesto al que ninguna otra mujer llegará nunca en la Biblia: ser tres veces reina de tres reinos distintos. Primero, del reino del norte como esposa de Saúl; luego, del reino del sur como esposa de David, y finalmente reina de todo Israel. Sin duda se sentiría satisfecha.
Un profeta lo recuerda
Años más tarde, siendo ya David rey de Jerusalén, tuvo lugar una última escena que parece avalar el hecho de que Ajinoán había sido efectivamente su propia suegra.
El escritor sagrado cuenta que, además de las numerosas esposas que tenía, se enamoró de una vecina suya llamada Betsabé. Como esta estaba casada, el rey hizo matar a su marido y se quedó con ella. El crimen se mantuvo en secreto (2 Sam 11). Pero Dios, que ve en lo secreto, mandó un día al profeta Natán para reprochar a David su pecado. Entonces Natán se presentó ante David y le dijo: «Así dice Yahvé, Dios de Israel: “Yo te he ungido rey de Israel y te libré de las manos de Saúl. Yo te he dado la casa de tu señor y he puesto en tus brazos las mujeres de tu señor. ¿Por qué has despreciado a Yahvé?» (2 Sam 12,7-9).
Natán le recuerda a David que todo lo que tiene se lo debe a Dios. Y en esa lista de cosas menciona también a «las mujeres de tu señor». Aquí, «señor» se refiere a Saúl. Ahora bien, ¿quiénes son «las mujeres» de Saúl que Dios le dio a David? Si se refiere a Mical, el profeta debería haber dicho «la hija de tu señor». Pero habla en plural de «las mujeres» de Saúl. Sin duda, habría que incluir aquí a Ajinoán, la mujer del antiguo monarca. Notemos que Natán alude a «las mujeres de Saúl» como un elemento importante en su ascensión al trono de Israel. Y, ciertamente, el hecho de haber contado con la reina Ajinoán fue uno de esos factores.
La jugarreta de David de apropiarse de la mujer de Saúl aparece así en la Biblia como una inspiración divina para que David pudiera llegar a ser rey y contribuyera a los planes de Dios. Pero David, con su posterior vida de pecado, no logró cumplirlos del todo.
El poder no es para delinquir
Según las Escrituras, David había sido elegido por Dios para gobernar en el trono de Israel. Pero la política nunca es sencilla, y a veces se convierte en un terreno fértil para cultivar las debilidades de quienes la ejercen. Es lo que pasó con David. Cuando era un perseguido y un fugitivo, acudió a Dios, y así tuvo la lucidez de apoderarse de Ajinoán como estrategia que le ayudara a llegar a rey. No fue un delito sexual, sino una maniobra política válida para conquistar un trono que le estaba reservado.
Pero, cuando llegó a ser rey, quiso continuar con la práctica de quedarse con las mujeres ajenas y se apoderó de Betsabé, la esposa de su general. No ya para obtener un éxito político, sino para satisfacer sus pasiones. Se sentía poderoso. Y ese poder le corrompió. Entonces Dios le hizo saber que ya no lo acompañaba. Su figura empezó a empañarse y a declinar. Su gobierno se vio saturado de guerras civiles, peleas internas, revueltas familiares y muertes dolorosas. Hasta tuvo que contemplar cómo su hijo Absalón, que se había sublevado contra él y había ocupado el trono de Jerusalén, subía al techo del palacio y se acostaba con sus esposas delante de todo el pueblo, mostrando que él era el nuevo monarca (2 Sam 16,20-23). ¡Triste ironía! La acción que David había cometido en privado ahora la sufría en público.
Es que quienes abusan de la autoridad, pervirtiendo el poder y envileciendo la política, nunca tendrán el apoyo de Aquel que ostenta la suprema autoridad en este mundo. Por eso, según la Biblia, en algún momento verán sus planes destruidos y su vida avergonzada. David, el rey más poderoso que tuvo Israel, lo experimentó en carne propia. Tenía razón María cuando, muchos siglos después, en casa de Isabel, compuso un canto diciendo que los poderosos, por más poderosos que sean, terminan siendo derribados, mientras que los que se mantienen humildes son encumbrados (Lc 1,52).
PARA CONTINUAR LA LECTURA
HALPERN, B., David’s Secret Demons. Messiah, Murderer, Traitor, King. Grand Rapids, MI, Eerdmans, 2001.
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