Eternamente. Angy Skay
día. La manera de ser que tienes y esa sonrisa que derrite hasta al hombre más frío de la tierra consiguen que pierda la cabeza.
Ojalá hubieras acabado en mi cama. No tendrías que haber puesto tantos impedimentos, y estoy seguro de que habrías disfrutado como jamás en tu vida.
Veo cómo te sonrojas, y sé que acabarás temblando debajo de mi cuerpo tarde o temprano. Porque sé que una parte de ti lo desea tanto como yo.
Ahora acabas de decirle a ese capullo que vas a casarte con él… Qué pena. No sabes ni siquiera con quién te acuestas. No tienes ni la menor idea de con quién compartes tu vida, esa vida que piensas que es perfecta. Pero no, tesoro. No es perfecta. Está llena de manchas negras. Piensas que tu pasado es lo peor. Sin embargo, no tienes ni idea de quién es Bryan Summers. Pobre de ti.
Te has vuelto mi obsesión, una obsesión irremediable, y lo mejor de todo es que sé que acabarás en mis brazos.
No voy a consentir que te quedes con él, princesa. Tenlo claro.
Cueste lo que cueste.
Tengo muchos planes para ti, amor.
2
Cinco meses después
—Ay… —suspiro fuertemente.
El sonido de las olas rompiendo en la orilla inunda mis oídos de manera relajante. Contemplo el hermoso paisaje que tengo ante mis ojos mientras muevo mis manos de un lado a otro y mis brazos acarician el agua de la piscina.
Necesito relajarme…
Y aquí estoy, en una bonita casa y en una estupenda piscina frente al mar. Eso sí, dándole vueltas a todos los acontecimientos que me han ocurrido desde que mi vida está unida a Bryan. ¿Por qué todo es tan complicado? ¿Por qué no podemos ser una pareja como cualquiera? Solo quiero una vida normal. Pero no, nada de lo que hay a mi alrededor es normal.
La boda. ¡Ay, la boda! Ese es otro tema. Todo es un completo caos, y solo faltan tres semanas para el gran día.
Nada está saliendo como debería. Todo se desmorona por momentos: los músicos nos dejan en la estacada, la floristería cierra por motivos personales, el restaurante nos cambia la fecha prevista… ¡Un desastre!
Y Bryan, ese hombre, mi hombre, me tiene loca perdida. Se ha emperrado en hacerlo todo deprisa y corriendo, y a la vista está que las prisas no son buenas para nadie.
Brenda y Ulises han venido desde Málaga para ayudarme a organizarlo todo y, aun así, nada sale bien. Lo cierto es que necesito apoyo. En algunos momentos me siento muy sola. Nina y John están muy liados. Han comprado una nueva casa y están en plena mudanza. Además, mi sobrina ya ha nacido y tienen que organizarse. Les dije que íbamos a ayudarlos con todo, pero se negaron. Ambos le aconsejaron a Bryan que nos fuésemos lejos unos días. Finalmente, así lo hicimos. Nos hemos venido con nuestras pequeñas, así como con Brenda y Ulises.
Todavía recuerdo el día que Nina dio a luz. Pensé que la perdía…
Ese día me hizo creer que sí existía un Dios, ya que escuchó mis plegarias y mis súplicas. Fue todo un constante terror para mí y para todos los que estuvimos a su lado.
Estaba en el trabajo y me llamó un número que no conocía. Cuando lo cogí, era John, desde el hospital.
—¿Diga?
—¿Any? Por favor, necesito que vengas corriendo al hospital. Nina… Nina…
Me extrañé y me asusté tanto que empecé a desesperarme.
—¿Qué le pasa a mi hermana? —le pregunté alterada.
—Se ha puesto de parto, Any, y… es que…, es que…
Al verlo tan nervioso, le chillé sin pretenderlo:
—¡¿Qué demonios pasa, John?! ¡Por el amor de Dios!
—Any, ven, por favor. Ven corriendo.
Y colgó.
Mi mundo se volvió oscuro y frío. ¿Qué estaba pasando? No lo sabía.
Enseguida llamé a Bryan, quien no dudó ni por un instante en acompañarme. Llegamos al hospital y el doctor que nos atendió nos lo explicó todo. John estaba tan nervioso que era incapaz de dejar de llorar y de andar de un lado a otro.
Mi hermana había perdido mucha sangre. Se le había complicado el parto de manera brutal y, finalmente, tuvieron que hacerle una cesárea de urgencia. Sacaron a John de la habitación cuando comprobaron que las constantes vitales de mi hermana bajaban de manera descontrolada. Tuvieron que reanimarla, y casi se muere.
Estuvimos horas y horas en el hospital mientras Nina se debatía entre la vida y la muerte. Cogimos al bebé, que, al final, resultó ser una niña de ojos verdes con la tez morena como su padre.
Preciosa. Esa era la única palabra que la describía. Un ángel.
Me dirigí a mi cuñado, el cual parecía a punto de morir del sufrimiento. Yo no estaba para menos, pero alguien tenía que intentar calmar el ambiente.
—John. —Le toqué el brazo de manera cariñosa y él se giró para mirarme con sus bonitos ojos encharcados de lágrimas. Se abrazó a mí con fuerza y le correspondí—. Tranquilo, todo saldrá bien. Nina es una luchadora.
—Ojalá, porque sin ella no sería capaz de vivir, Any.
Nos miramos a los ojos un instante y unas lágrimas surcaron mi rostro hasta llegar a mis labios.
—Estoy muy orgullosa de que te hayas cruzado en su camino. Se merece tener a alguien como tú a su lado.
Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa y, a continuación, lo que me reveló me dejó tan sorprendida que jamás lo habría imaginado:
—¿Sabes qué? Nunca se lo he dicho, pero, incluso cuando se casó con Norbert, yo la amaba más que a nada en el mundo. He sufrido mucho por ella, Any. No lo sabe, nunca se lo he dicho. Siempre la observaba y seguía sus pasos. Parecía un loco detrás de ella, pero algo no me dejaba separarme de donde estuviese. —Mi cara era un completo poema—. El trabajo aquí, en Londres, lo solicité yo. Lo hice para estar a su lado. Incluso, cuando me enteré de lo de Norbert, estuve muy cerca de ella, pero jamás me vio. A partir de ahí, siempre intenté coincidir en el autobús, en el metro, en su trabajo… Pero no se acordaba de mí.
—No tenía ni idea, pero si hiciste algo así, creo que deberías contárselo, porque es muy bonito, John.
Él sonrió ligeramente.
—No dudes que lo haré.
—¿Cómo conseguiste que se acordara de ti? —le pregunté, realmente interesada.
—Un día, en el autobús, decidí que era ahora o nunca y, sin más, me acerqué a ella. Y hasta el día de hoy la enamoré segundo a segundo, como se merece.
Mis ojos, llenos de lágrimas, lo miraban asintiendo a todo lo que me decía. Qué bonito es el amor cuando llega. Y sí, en algo llevaba razón John: se lo merecía; eso y mucho más.
En ese momento, el doctor nos llamó y, a toda prisa, decidimos dejar la conversación para otro momento. Según nos acercábamos, nuestros nervios florecían más y más, hasta que nos dijo que estaba bien y pudimos soltar todo el aire que teníamos contenido en nuestros pulmones. Nos abrazamos y nos besamos los unos a los otros, llenos de completa alegría. ¡Menos mal! Mi hermana es la única familia que me queda, por lo que no soportaría perderla, y gracias a Dios que todo quedó en un mal recuerdo. Aunque, a veces, no puedo evitar que un dolor inmenso me llene el corazón al pensar que el desenlace podría haber sido el contrario.
Luego está el tema de Jim… Este es otro cantar.
Estaba muy equivocada. Pensaba que era una persona transparente, pero me he dado cuenta de que no es así. No he vuelto a saber nada de él, aunque, no sé por qué, sé que me queda