Eternamente. Angy Skay

Eternamente - Angy Skay


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unas flores y limpiarla un poco.

      Concretamente, está enterrada en una típica fila en el cementerio, la segunda empezando por abajo. Me pongo de rodillas, ya que llego perfectamente, y deposito un ramo de flores mezclado con rosas, tulipanes, margaritas y gardenias; las flores que más le gustaban a ella. Sonrío ante ese pensamiento.

      —Hola, mamá. —Suspiro. Las lágrimas ya empiezan a brotar de mis ojos—. Sé que tienes que estar muy enfadada conmigo, y llevas mucha razón. Fíjate, nadie se ha molestado en todos estos años en venir a ponerte unas flores… Incluida yo.

      Aunque siempre he sido de las personas que dice que ir a una tumba no va a hacerte ver a nadie ni nadie va a escucharte, necesito hacerlo, así que me limpio las lágrimas y continúo:

      —He conocido a un hombre, ¿sabes? Un hombre que me tiene loca. Es cariñoso, comprensivo, amable, y aunque tiene sus defectos, como todos los humanos, lo amo por encima de todo. Ojalá estuvieras aquí para conocerlo. Seguro que te adoraría. —Mis ojos se empañan de nuevo—. He tenido dos niñas con él. Con toda seguridad, serían tus luceros. Crecen por días y son una preciosidad. Ahora comprendo lo que tú sentiste con Nina y conmigo. Yo también daría mi vida por ellas, como tú hiciste.

      Miro hacia el suelo. Qué difícil se hace esto.

      Ojalá pudiera dar marcha atrás e intentar que nada de esto hubiera sucedido. Pero de ser así, el destino no habría sido el mismo; no habría encontrado a mi hombre y no habría tenido los tesoros más preciados de mi vida: mis hijas.

      —Si hubieses visto lo que hice ante millones de personas, te asustarías. No sé cómo fui capaz de hacerlo, mamá, no me lo explico ni yo. Bueno, sí… —Sonrío irónica—. Por amor… Lo hice por amor. Por esa palabra se hacen tantas cosas… Lo mismo por lo que tú estás aquí.

      Intento buscar una cajita de pañuelos que llevo en el bolso, ya que mis manos están empapadas de lágrimas. Me cuesta un poco encontrarlos, pero al final, después de rebuscar un rato, los hallo.

      —Nina ha conocido a un hombre que la hace muy feliz y ha tenido otra preciosa niña. Lo pasé muy mal, pensé que la perdía, como a ti, y se me hizo insoportable. Tengo tantas cosas que contarte… Tengo tantas ganas de poder abrazarte, de que me beses y me sonrías para decirme que todo irá bien… —Suspiro fuertemente—. Te echo tanto de menos, mamá…

      Retiro con las manos unas cuantas telarañas que hay en la lápida y paso el pañuelo que llevo por ella para poder quitarle el polvo de encima.

      —Hay personas que me han ayudado mucho, sobre todo a llegar a concienciarme de que no fue mi culpa lo que pasó. Pero si hubiera llegado antes… No sé, todo esto es muy complicado. Sé que la vida es difícil, y más en mi caso. A cada paso que doy, una piedra se interpone en mi camino. ¿Alguna vez seré feliz por completo?

      Finalmente, me derrumbo y lloro como una niña pequeña sin el consuelo de nadie encima de la tumba de mi madre. Esto es tan doloroso que es imposible no rendirse ante esta situación. No sé cómo Nina ha podido todos estos años asistir a las misas, venir aquí, ver a los familiares de mi madre… No sé cómo.

      —Te quiero, mamá. Siempre estarás en mi pensamiento y en mi corazón.

      De repente, noto cómo unas fuertes manos me levantan y me abrazan junto a su cuerpo.

      —Ya está, tranquila.

      Bryan me besa el pelo y me hace mil caricias por la espalda para consolarme. Lo necesitaba. Necesitaba llorar y hacer esto.

      —Estoy bien, solo tenía que desahogarme y… La echo tanto de menos, Bryan. No sabes lo que duele.

      Vuelvo a llorar. A través de mis lágrimas, veo cómo su cara se contrae. Sé que su pensamiento ha sido el mismo que el mío. No lo sabe, y ojalá no sea pronto.

      —No pienses en eso ahora —me susurra, intentando tranquilizarme.

      —Lo siento, no pretendía…

      —Lo sé, tranquila. —Me besa de nuevo, pero esta vez lo hace en los labios—. ¿Nos vamos? —me pregunta con delicadeza.

      —Sí —lo detengo antes de irnos—, pero antes quiero hacer una cosa.

      Me mira sin entender nada, sin embargo, yo sé de sobra qué es lo que voy a hacer. Cojo del suelo unas cuantas flores combinadas como las de mi madre, pero en un tamaño inferior. Bryan no sabe aún cual es mi propósito. Deposito un beso en mi mano y la pego a la tumba de mi madre, cierro los ojos y respiro profundamente. Los abro y me limpio el resto de las lágrimas que me quedan, decidida a terminar lo que he venido a hacer. Doblo la esquina donde está mi madre enterrada y me meto cuatro calles más arriba. Busco con la mirada hasta que lo veo.

      —Any, ¿qué haces? —me pregunta confuso.

      Lo miro. Mis ojos no tienen expresión alguna, excepto odio.

      Giro mi cabeza y, frente a mí, tengo a don Julián Moreno.

      Tus padres, hermanos y sobrinos no te olvidan.

      «Muy propio de la familia de mi padre. Tus hijas no. Claro que no. Tus hijas han intentado olvidarte por todos los medios posibles de sus cabezas». Es un pensamiento muy frío que cruza mi cabeza en este mismo instante. No obstante, lo peor no es eso, sino lo que estoy a punto de hacer.

      —Any…

      Bryan me coge del brazo, pero le aparto la mano de manera delicada. Lo miro sin sentimiento alguno y, en parte, mostrándole la fuerza que puedo llegar a tener en una situación tan violenta como lo es esta. La lápida está peor aún que la de mi madre. No se acordará nadie de él, y no me extraña. Unas flores blancas secas adornan los lados de su lápida y una extensa capa de polvo la cubre por completo. Deposito las flores en uno de los laterales sin molestarme en limpiar nada. Frío. Como él lo era con nosotras.

      —Hola. Te diría papá, pero me duele hasta decir que eres mi padre. He venido a traerte estas flores porque, ante todo, soy una mujer de los pies a la cabeza. Mujer que tú no me enseñaste a ser en ningún momento. Gracias a ti he tenido que andar toda mi vida sola de un lado para otro. Gracias a que tú me quitaste mi mayor tesoro: mi madre. —Mis palabras son veneno; veneno que quema mi garganta—. Espero que desde algún sitio escuches lo que estoy diciéndote, y también espero que seas feliz, aunque no te lo merezcas, porque yo sí lo soy. Nina es feliz. Y tú no estás aquí para impedirlo. No volveré a venir a verte jamás por la sencilla razón de que, con esto, mi dolor por tu culpa ya ha sucumbido. Eres el único culpable de que esta historia acabase así, y estás donde mereces estar.

      Me doy la vuelta bajo la cara estupefacta de Bryan, que no se atreve a decir ni mu. Me he quedado en la gloria. Mi padre no se merece nada. Un hombre así no es digo del paraíso, sino de un infierno constante. Y si hay una rencarnación después de la muerte, yo se la deseo.

      Intento desviar mis pensamientos llenos de rencor y miro a Bryan, que aún no ha abierto la boca.

      —Bryan, ¿puedo pedirte un favor?

      —Por supuesto, lo que quieras —me dice solícito mientras coge mi mano.

      Suspiro. Creo que ya puedo respirar algo mejor. Es como si me hubiera quitado un gran peso de encima.

      —Me…, me gustaría poder venir más a menudo a ponerle unas flores a mi madre. Todo esto está abandonado y…

      Bryan me corta con la mano, así que me callo de golpe. Aunque no le guste la idea, vendré. Solo iba a pedirle un transporte para poder venir, ya que él tiene todo lo necesario para poder viajar.

      —Tienes lo que quieras, desde el jet hasta lo que necesites. Y siempre te acompañaré, Any. Para eso estoy contigo, para lo bueno y para lo malo. Recuérdalo.

      Me abrazo a él como si fuese un ancla a la que agarrarme, y me corresponde.

      Cuando vamos a salir del cementerio, una voz me llama. No la reconozco de inmediato, pero al girarme, me quedo petrificada en el sitio.

      —¿Any?


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