Los secretos del libro de la naturaleza. Omraam Mikhaël Aïvanhov

Los secretos del libro de la naturaleza - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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hacéis el trabajo correspondiente a la noche.

      Durante el día os individualizáis, os sentís completamente desligados de los demás, e incluso podéis llegar a oponeros a ellos, a combatirlos. Por el contrario, durante la noche ya no tenéis vida individual, entráis en la vida universal, en la vida cósmica y os fundís con la inmensidad, extrayendo de ella fuerzas para restableceros, exactamente como hacen los peces, que en los mares y en los océanos nadan y se nutren de los materiales disueltos en ellos. Los seres humanos emergen y se sumergen en el océano cósmico, y esta alternancia es lo que llamamos el día y la noche, el consciente y el subconsciente, la vigilia y el sueño.

      Los alquimistas comprendieron enseguida que las tinieblas preceden a la luz. Cuando hablan de “la luz salida de las tinieblas”, dan por supuesto que es el resultado de un gran trabajo previo que se hace en la oscuridad. Y si se puede trabajar en la oscuridad, ello significa que la oscuridad en realidad no existe. Efectivamente, durante la noche reina una luz deslumbrante que los ojos físicos no pueden percibir porque es una luz astral. Lo que resulta tenebroso para algunos es luminoso para otros, y siempre coexisten en el mismo instante la luz y las tinieblas.

      Se puede decir que la luz es hija de las tinieblas, porque es el niño que sale del seno de su madre y no a la inversa. La luz jamás ha parido la oscuridad porque ésta la rechaza, pero la oscuridad sí ha parido la luz. ¿De qué forma? Eso es un misterio: por medio del movimiento. Sin movimiento la luz no aparece. En primer lugar hay que frotar, golpear, originar un movimiento que produzca calor, y seguidamente este calor será el que se transforme en luz. Transponiendo este concepto al ser humano, puede decirse que la voluntad es la que origina el movimiento, y éste, a su vez, origina el calor, es decir, el amor; después, al intensificarse, el amor resplandece en forma de luz, inteligencia y sabiduría.

      En un principio se encuentra la voluntad o el movimiento. La voluntad es algo oscuro, son las tinieblas. En ellas hay una actividad que no vemos y que produce calor, que tampoco vemos pero que sentimos. Finalmente, al intensificarse el calor aparece la luz. Este es exactamente el proceso de la creación. Está escrito en el Génesis: “Y El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas...” El agua representa la materia sobre la cual el Espíritu de Dios iba a trabajar. Este movimiento del Espíritu produjo el calor y éste se transformó en luz, como lo demuestran las siguientes palabras: “¡Que exista la luz!” Dios ha creado el mundo con la voluntad – el movimiento, y con el amor y la sabiduría – el calor y la luz. De la misma forma puede crear el hombre, pues el movimiento se halla en el plexo solar bajo la forma de vida, el calor está en el corazón bajo la forma de amor y la sabiduría en el cerebro bajo la forma de inteligencia. Por otra parte, si tenemos en cuenta la trinidad hindú: Brahma, Vishnú y Shiva, vemos que los Rishis de la India que penetraron en las profundidades de la creación, han situado a Brahma – El Creador – en la región del plexo solar, Vishnú – el Conservador – en el corazón, y Shiva – el Destructor – en el cerebro.

      Como podéis ver, ¡cuántas materias nos quedan por profundizar!

      II

      Hay un mundo iluminado en el que todo se distingue claramente: formas, colores, dimensiones, distancias, peligros... Y hay otro mundo oscuro donde todo esto se difumina en beneficio de otras realidades. Y el hombre, que pasa una larga noche en el seno de su madre donde se forma y se prepara para salir al exterior, repite toda su vida esta alternancia: tan pronto despierta y sale de la noche, como se duerme y entra de nuevo en la noche. Y si Moisés ha escrito en el Génesis: “Hubo una tarde y hubo una mañana: primer día”, se debe a que en el lenguaje esotérico, la tarde, o la noche, precede al día, es decir, a la manifestación.

      La manifestación es el día; y la preparación, construcción y formación en la oscuridad y el caos, es la noche. La noche precede al día, y las creaciones más importantes se elaboran en la oscuridad. Entonces, ¿cómo se entiende que los Iniciados en la filosofía moral hayan asociado la noche al principio del mal y el día al principio del bien? ¿Por qué las tinieblas han sido siempre el símbolo del Infierno y la maldad, y la luz el del bien, del Cielo? En realidad todo constituye una sola forma, un aspecto exacto, aunque limitado.

      Cuando el sol sale por la mañana, todo se vuelve visible y preciso en el limitado espacio que ilumina: podéis informaros, orientaros, trabajar, calcular e investigar. Pero cuando se oculta, todo se difumina, y entonces no distinguís las formas ni los colores, pero veis la inmensidad, el espacio infinito, multitud de estrellas... Es tan grande y tan vasto que casi os hace perder la cabeza. Vuestra alma emprende el vuelo, se sumerge en esta inmensidad y se fusiona con otras existencias. La paz y la serenidad se apoderan de vosotros, porque ante esta inmensidad lo insignificante desaparece, y finalmente penetráis en la vida universal.

      ¿Es necesario menospreciar el valor del sol porque haya otros muchos soles en el universo? No, pero tenemos que aprender el lenguaje de la naturaleza. ¿Cuál es la función del sol? La de individualizarnos, iluminarnos para que podamos estudiar y trabajar en beneficio de nuestra evolución, pues si no existiera sería imposible el hacerlo porque nos perderíamos en la inmensidad. El sol es absolutamente indispensable para poder individualizarnos y ser conscientes. El sol, la luna y las estrellas están representados en nosotros mismos. El sol está en nuestra inteligencia en forma de luz, y en nuestros sentimientos en forma de amor. En nuestro organismo está representado por el corazón, que es el centro de donde emana y se distribuye por la sangre para alimentar los órganos, a semejanza del Sol que nutre los planetas. Pero el verdadero centro de nuestra vida es el plexo solar, porque de él proviene la vida. Los rusos llaman a este lugar jivot, que en búlgaro quiere decir “vida”. Para ellos, jivot es toda la región del vientre, estómago y plexo solar. En el Evangelio se dice que cuando el hombre se purifique y se convierta en el Templo de Dios vivo, “de su seno brotarán manantiales de agua viva”. El agua viva sale del plexo solar, y de ahí recibe también el niño la vida de la madre a través del cordón umbilical.

      Si tomamos el Sol como símbolo del intelecto es porque el intelecto representa para nosotros la facultad capaz de iluminar las cosas, hacérnoslas ver y comprender. Sin esta luz que proyecta somos ciegos, y si somos ciegos podemos desorientarnos y perdernos. El intelecto representa en nosotros el sol en forma de entendimiento, comprensión, claridad y sabiduría. El intelecto es nuestro sol, pero, de momento, un sol que no siempre nos ilumina correctamente.

      ¿Qué papel desempeña el intelecto? Al igual que el sol, tiene la propiedad de individualizar las criaturas, separarlas de la colectividad y de la inmensidad, para hacerlas conscientes y capaces de estudiar. Por consiguiente es útil, pero, el mismo tiempo, corta nuestros lazos con la verdadera realidad, la inmensidad. Podemos decir que destruye la realidad, porque nos la oculta; exactamente igual que el sol, el cual al impedirnos abrazar la inmensidad con las otras estrellas, sólo nos permite ver una pequeña porción de tierra.

      Por el momento, y tal como se manifiesta en ciertos pensadores, filósofos y hombres de ciencia, el intelecto es un asesino de la realidad. El es quien nos impide ver y comprender lo esencial, y cuanto más se fían de él, más se apartan del cosmos y de la inmensidad. ¿Eso será así eternamente? No, porque en los proyectos de la Inteligencia cósmica el desarrollo del intelecto sólo es una etapa. Es evidente que la Inteligencia sabe que si el hombre sólo desarrolla el intelecto, se aislará de todo y terminará por volverse materialista, descreído y ateo. Pero también sabe que esto será pasajero, pues este intelecto inferior que mantiene sujeto al hombre al aspecto yerto, mecánico y muerto de la naturaleza, está unido al intelecto superior o cuerpo causal.

      Recordad el esquema que representa al hombre con sus seis cuerpos: físico, astral, mental inferior, mental superior, búdico y átmico. En el centro se sitúan el cuerpo mental inferior – “manas”, como le llaman los teósofos – y el mental superior o cuerpo causal; ambos están unidos. Por esto y gracias a sus actividades, el intelecto inferior terminará un día por despertar al intelecto superior. El hombre necesita poseer un intelecto que le permita desarrollarse como individuo y dominar el mundo material. Si viviese constantemente sumergido en la vida colectiva y universal, sería incapaz de trabajar en la materia. Este


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