La magia de creer. Claude M. Bristol
pensamientos, persiste y proyecta
El poder femenino en la magia de creer
Capítulo 1
El poder de creer
Hay algo… llámalo facultad, fuerza, elemento, ciencia, que algunas personas alcanzan a comprender y otras también a utilizar para superar sus dificultades y conseguir notables éxitos. Yo creo firmemente en su existencia. Ahora me propongo a hablar de ello de la forma más completa posible para que puedas usar este conocimiento en tu propio beneficio.
Hace más de quince años, el director de la sección financiera de un gran diario de Los Ángeles asistió a una conferencia que dicté a los especialistas en finanzas de dicha ciudad y leyó mi folleto: T.N.T. El poder está en tu mente (en inglés T.N.T. It Rocks the Earth). Después, me dijo:
Ha logrado usted captar el conocimiento etérico de ese algo que tiene la calidad mística que explica la magia de las coincidencias, el misterio de lo que hace afortunados a los hombres.
En ese momento, comprendí que había dado con algo práctico que era, de hecho, efectivo. Pero ni entonces ni ahora lo consideré nada místico, salvo en el sentido de que es un poderoso elemento desconocido por la mayoría de las personas. Ese “algo” siempre lo han conocido los afortunados seres humanos que han triunfado en todas las épocas, pero que, por algún motivo que nos es desconocido, es ignorado por la persona promedio.
Hace ya bastantes años, comencé a enseñar esta nueva ciencia por medio de conferencias y de la difusión de mi folleto. Sin embargo, no estaba muy seguro de que el hombre común lograría comprender los conceptos. Desde entonces, he visto repetidamente a quienes la utilizan duplicar y triplicar sus ingresos, iniciar y triunfar en nuevos negocios y empresas, adquirir mansiones campestres y amasar considerables fortunas. Entonces, he llegado a la conclusión de que cualquier persona inteligente que sea sincera consigo misma puede alcanzar las alturas que se proponga.
Yo no tenía intención de escribir un segundo libro sobre el tema, pese a que muchos me insistían que lo hiciera, hasta cuando, una mujer que trabaja en la firma editorial que tantos ejemplares ha vendido de mi primer libro (la obra a la que me referí antes) me puso entre la espada y la pared al decirme:
Usted tiene la obligación de dar a las personas que tratan de abrirse paso en el mundo, en una forma clara y fácil de entender, no solo el contenido de su libro T.N.T, sino del nuevo material que está ofreciendo a sus oyentes en las diversas conferencias que dicta. Todo aquel con ambición desea estar al día y usted ha demostrado ampliamente que tiene algo que puede ayudar a cualquiera. Depende de usted compartirlo con el mundo.
Me costó convencerme. Sin embargo, había sido soldado durante la Primera Guerra Mundial, prestando servicio en Francia y en Alemania, y a causa de mis actividades como oficial de las organizaciones de excombatientes y miembros de una comisión estatal para la rehabilitación de los veteranos de la última guerra, comprendí que, para muchos de ellos, no sería fácil situarse en un mundo práctico como el nuestro, del que tanto tiempo estuvieron apartados. Con esta idea presente y la motivación de ayudar a todas las personas con aspiraciones, inicié la tarea de escribir este libro sobre la facultad mágica del pensamiento y de la convicción mental. Así, este trabajo está escrito también para ayudar a desarrollar el pensamiento y la accion de cada quien.
Dado que este libro puede llegar a caer en manos de quienes podrían calificarme de “charlatán”, permítaseme advertir que ya tengo más de cincuenta años y que poseo un largo historial como hombre de negocios, así como anteriormente de periodista. Me inicié como reportero policial, y los periodistas que se especializan en tal tema se habitúan a considerar solamente los hechos y a no dar por cierto nada que no esté debidamente comprobado. Luego, por espacio de dos años, tuve a mi cargo la sección religiosa de un gran diario metropolitano y, a lo largo de dicho período, mantuve estrecho contacto con los clérigos y dirigentes de todas las denominaciones, sanadores de la mente, espiritualistas, científicos cristianos, nuevos pensadores, líderes de la unidad, adoradores del sol y de los ídolos y, sí, incluso algunos infieles y paganos.
El famoso evangelista Gypsy Smith estaba haciendo un tour por todos los Estados Unidos durante aquella época. Noche tras noche, me senté junto a él en su tribuna, observando a la gente caer de narices sobre el pavimento, sollozar y emitir gritos histéricos, todo lo cual me dejó maravillado.
De nuevo, me maravillé el día en que acompañé a la policía por causa de una llamada de urgencia cuando algunos de los Holy Rollers, en un momento de histeria colectiva, volcaron una estufa e incendiaron el local en donde se reunían. Y así me seguí maravillando al asistir a diversas reuniones de las numerosas sectas religiosas, espiritualistas y de cristianos científicos. Mi asombro no reconocía límites al ver, por ejemplo, a un grupo de personas blancas zambullirse en las heladas aguas de un torrente de la montaña para salir de ellas cantando el “Aleluya” a gritos, a pesar de que sus dientes castañeaban de frío. Igualmente me maravillé al presenciar bailes ceremoniales de los indígenas y sus rituales de danza de la lluvia.
En Francia, durante la Primera Guerra Mundial, me asombré ante la sencilla fe de los campesinos y el milagro que para ellos constituían los curas de los poblados franceses. También escuché historias sobre milagros en Lourdes y en otros santuarios. Cuando vi a ancianos de ambos sexos en una famosa y antigua iglesia romana subir de rodillas una interminable escalera para contemplar cierta urna sagrada —una ascensión que incluso para un atleta joven hubiera resultado difícil y penosa— no me quedó más que maravillarme de nuevo.
Los negocios me pusieron en contacto con los mormones. Cuando descubrí la creencia en la historia de Joseph Smith y en las revelaciones de las láminas de oro, quedé boquiabierto. Lo mismo me sucedió con los Dukhoboros del Oeste del Canadá, que se arrancaban las ropas cuando se los provocaba. Durante mi permanencia en Hawái, oí hablar del poder de los kahunas, quienes, según se asegura, hacer vivir o morir a una persona por la mera fuerza de sus plegarias. El enorme poder atribuido a estos kahunas me impresionó hondamente.
En mis primeras épocas de periodista, vi a un famoso médium tratando de materializar “espíritus” ante una sala judicial llena de un público que se burlaba del espiritismo. El juez había prometido poner en libertad al médium si conseguía hacer hablar a entidades del otro mundo ante el tribunal. No lo consiguió, y yo me pregunté por qué, ya que los numerosos admiradores y partidarios del médium aseguraban haber visto materializarse a los espíritus en diversas sesiones, y así lo atestiguaron.
Muchos años después, se me encargó que escribiera una serie de artículos sobre adivinos y especialistas en decir la fortuna, en ver el futuro de las personas. Visité a todas las variantes del género, desde gitanas y pronosticadores del futuro a través de la bola de cristal, hasta astrólogos y espiritistas. Así, tuve oportunidad de escuchar las voces de los viejos “guías” indígenas que me hablaron del pasado, del presente y del futuro, y de entablar diálogos con parientes míos fallecidos de cuya existencia no tenía ninguna idea.
Varias veces he estado en salas de un hospital viendo morir a diversas personas, mientras que otras, aquejadas de males extremadamente graves, lograban restablecerse en poco tiempo. He conocido a personas que no podían caminar recuperarse de su dolencia en cuestión de días. Incluso he conocido personas que afirman haberse curado de sus reumatismos o de sus artritis por el simple procedimiento de llevar un alambre de cobre en torno a la muñeca... y otros por medio de la sanación mental. Parientes y amigos íntimos me han contado cómo desaparecieron súbitamente las verrugas de sus manos. Estoy también familiarizado con varias personas que se dejan morder por serpientes venenosas y, sin embargo, siguen viviendo; así como con otros cientos de