También puedes decir "no". Carmen Pastor

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de mayor estatus profesional se torna pasivo.

      En los próximos capítulos te enseñaremos las técnicas que la ciencia de la Psicología ha demostrado que son muy eficaces para, si tendemos a ser más agresivos o pasivos que asertivos, evolucionemos hacia la asertividad. O incluso si ya somos asertivos, todavía llegar a serlo más. El objetivo está claro: las personas asertivas tienen menos malestar psicológico, sus relaciones son mejores y su vida es más feliz. Así pues, querido lector, te instamos a que sigas leyendo.

      Capítulo 2: ¿POR QUÉ SOMOS COMO SOMOS?

      Los lagartos son muy felices. Su vida es muy cómoda. Nacen y llevan ya preinstaladas todas las estrategias que necesitan para sobrevivir. No necesitan aprender a cazar, a tener relaciones sexuales o a tomar el sol para no enfriarse demasiado, pero nunca aprenderán comportamientos más elaborados que estos.

      Los leones son muy diferentes. Hay un tremendo salto evolutivo. Si bien también nacen con determinados repertorios conductuales instalados, su cerebro, extraordinariamente más potente, les permite aprender infinidad de conductas: jugar, cazar o desempeñar papeles dentro de su clan.

      Los humanos somos la especie más inteligente de todas las que habitan en nuestro planeta. Aunque mantenemos algunos instintos básicos muy primarios, nuestro cerebro ha evolucionado tanto que somos como somos en función de las experiencias que vivimos. Esto puede resultar paradójico, porque un cachorro de perro sabe nadar, pero un bebé humano, no. Sin embargo, ese bebé se convertirá en adulto y, con la formación adecuada, podrá entender las bases de la física cuántica. Sin embargo, la capacidad de aprendizaje de su amigo canino, aunque nada desdeñable en términos evolutivos, estará muy limitada a aprendizajes básicos.

      La manera en que nos relacionamos con los demás no es una excepción, también se aprende.

      Este es un punto de extraordinaria importancia. Muchas personas que sufren serios problemas de relación social con altos niveles de ansiedad aún se sienten peor y muchas veces se deprimen por pensar que algo anda mal en ellos, que son individuos defectuosos. Su lógica para llegar a esta conclusión se basaría en la siguiente pregunta: «¿Cómo es posible que si todo el mundo está bien con los demás, yo lo pase tan mal? Algún mecanismo en mi cerebro está estropeado. Soy raro, anormal». El error viene de creer que la sociabilidad es innata, y que por tanto si no se tiene es que ha habido algún tipo de cruel error biológico. Nada más lejos de la verdad. La sociabilidad se aprende. Y a juzgar por las estadísticas, cuesta aprenderla. Aproximadamente el 20 % de la población general padece timidez.

      2.1 ¿Por qué no todo el mundo es asertivo?

      Para llegar a ser una persona asertiva se necesita aprender una gran cantidad de habilidades personales. No solo el comportamiento, sino también una forma de pensar que nos haga libres para ser asertivos.

      Además, lo que entendemos por conducta asertiva incluye una gama de conductas muy amplia. Desde conversar hasta hablar en público, pasando por defender derechos personales, y otras aún si cabe más sofisticadas, como superar una entrevista de selección de personal o ligar. Y añadido a esto, hay que tener en cuenta que el proceso mediante el cual llegamos a desarrollar estas habilidades está multinfluenciado (sometido a múltiples influencias) y no tiene fin. Es un proceso dinámico que empieza prácticamente desde el nacimiento y acaba solo con la muerte. Cada uno de los ambientes sociales en que vivimos modifica en mayor o menor grado nuestra habilidad social.

      2.2 ¿Cómo aprendemos? Modalidades de aprendizaje

      El aprendizaje por imitación

      Este tipo de aprendizaje suele denominarse también «aprendizaje vicario», porque se basa en las conductas que observas en los demás.

      Quienes firman estas líneas no pueden evitar confesar qué impresionados quedaron al ver un documental de naturaleza sobre la vida de los leones en el que varios especímenes adultos enseñaban literalmente a unos cachorros a cazar. Los situaban en un punto alto para que pudieran observar con detalle las tácticas que utilizaban.

      Si los mamíferos aprenden ya muchas conductas por modelos, observando a otros, en humanos prácticamente todos los comportamientos nuevos se aprenden de esta forma.

      Los primeros modelos son los padres y el resto de la familia. De hecho, si quieres conocer de verdad a una persona, conoce a su familia. Los niños comienzan su andadura social imitando, casi copiando el comportamiento de sus padres. Cuando los padres muestran una relación social inhibida, escasa o incluso temerosa, hay altas probabilidades de que sus hijos aprendan a actuar de igual manera. Estos modelos pueden ser deficitarios de diferentes formas. En ocasiones son individuos con pocos contactos, con lo que su mundo social está muy restringido. No es raro que en estos casos, además, estos padres se sientan incómodos o hasta ansiosos. En otras, lo que constituiría un modelo inadecuado sería la calidad de las relaciones. Padres que hablan poco, a los que les cuesta mucho expresar sus sentimientos o lo que piensan, incluso en la relación directa con sus hijos. Padres que dan rodeos, ponen excusas o dan explicaciones innecesarias.

      Si un niño crece en un entorno de este estilo, lo que seguramente aprenderá es a actuar de esa forma, pasivamente. Por supuesto, no es una fórmula matemática, porque siguiendo con la biografía de ese niño, pronto tendrá ocasión de observar otros modelos: en la guardería, con los primeros amigos o en los cuentos y dibujos animados, y quizá estas nuevas influencias puedan alterar lo ya aprendido.

      Cuando, por el contrario, los padres son agresivos, van a modelar a sus hijos en tales estrategias. Si un niño observa durante años que su padre grita o manipula, o incluso es violento físicamente con los demás, no es raro que aprenda a ser así. A veces es incluso peor, porque esa conducta agresiva también se ejerce sobre el niño. Es curioso comprobar cómo hijos que han sufrido y han criticado esos comportamientos repiten en el futuro el mismo patrón con sus propios hijos. La explicación es muy sencilla. Aprendieron esa gama de conductas antes de estar preparados para censurarla, y aunque son conscientes del efecto negativo que producen, sobre todo en momentos de alta emocionabilidad (alto grado de emoción), se activan automáticamente.

      Aunque los padres son los primeros modelos, no son los únicos. Cuando el niño sale de casa para ir a la guardería o al colegio, su mundo social se amplía enormemente y aparecen muchos nuevos modelos: sus profesores y sus compañeros.

      Por imitación, va a aprender normas de cortesía como saludar al entrar en clase, a decir palabrotas, a respetar el turno de palabra o a interrumpir a otros, a pedir un favor o dar un empujón para ponerse el primero en la fila, etc.

      En esta época aparecen también, y cada vez con mas fuerza, los modelos simbólicos. Lo que el niño aprende en cuentos, videojuegos, películas, dibujos animados o las redes sociales. A partir de cierta edad, y dependiendo de las normas familiares, el tiempo que el niño dedica a estas actividades es cada vez mayor. Un ejemplo extremo de la influencia de estos medios sería el uso excesivo de videojuegos violentos. Si un niño dedica muchas horas a la semana a ver cómo su héroe favorito consigue lo que quiere siempre a base de ser ultraviolento, no nos debería extrañar que esto influya en sus actitudes y comportamientos de una forma clara.

      Más tarde, típicamente al principio de la adolescencia, el niño cambia su rol y deja de ser un observador pasivo ante los diferentes modelos para desarrollar su propio criterio y elegir su senda. En este proceso de seguir creando su yo social, ahora además elegirá con qué grupos se relacionará, qué leerá o qué películas y series verá. Y todas esas influencias aportarán algo a su forma de entender las relaciones sociales.

      Y luego vendrán la universidad o el trabajo, la vida de pareja, en las que también se aprende por imitación y se influye en mayor o menor medida.

      Un tipo especial de aprendizaje por modelos es lo que llamamos el aprendizaje paradójico o inverso. En ocasiones, los niños aprenden a comportarse de una manera completamente contraria a sus modelos por rechazo a esos patrones conductuales y al efecto que producen. Así, Joaquín, hijo de unos padres totalmente


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