También puedes decir "no". Carmen Pastor
hacer. En términos prácticos, eso significa que le podemos decir no a un amigo, que podemos hacer una crítica a un hermano o que podemos ponerle límites a nuestra madre. Y todo ello sería legítimo, honesto y, por lo tanto, asertivo.
El principio ético que subyace a este derecho es que, por encima del material genético y la consanguinidad compartida o los roles previamente establecidos, lo que debería determinar nuestro comportamiento para con otros es el tipo de relación actual que mantenemos con ellos.
El padre de Manolo está enfermo. Manolo tiene tres hermanos y han establecido turnos para quedarse con él. Hay uno de ellos, Pascual, que frecuentemente encuentra excusas de todo tipo para saltar su turno. Manolo y sus otros hermanos se sienten molestos por este comportamiento egoísta e insensible. Pero cada una de las veces que Manolo decide hablar sobre el tema, no se siente capaz porque piensa que lo más importante es que sean hermanos y una conversación como esa podría deteriorar la relación, y siempre acaba haciendo el turno de Pascual.
3. Puedo decir «No lo entiendo» o «No lo sé»
Tenemos un miedo horrible a parecer poco inteligentes, incultos o ignorantes. Y esos miedos absurdos muchas veces nos llevan a ser poco asertivos en determinadas situaciones en las que tratamos de disimular, salvar las apariencias o incluso mentir. En realidad no estamos obligados a saberlo todo. Es más, es imposible saberlo todo, y aceptar esto con naturalidad tendría que ser la norma.
Berta está estudiando Física, y le encanta. Sin embargo, hay una situación que puede con ella. Cuando en clase, mientras el profesor explica, no entiende algo, le resulta imposible pedirle al profesor que lo vuelva a explicar. Cree que si no lo entiende, tanto el profesor como los compañeros pensarán que no está a la altura, que no es lo suficientemente inteligente.
A Pepe, que es profesor titular de Psicología, le espanta la posibilidad de no saber contestar una pregunta de sus alumnos. En las pocas ocasiones en que esto sucede, utiliza diferentes estrategias para que no se note: se inventa una respuesta, conecta la pregunta con otro tema en que se siente más seguro o emplaza la respuesta a otro momento. Pepe no se siente capaz de decir No lo sé.
4. Hay cosas que no nos importan
Da la impresión de que estamos obligados a interesarnos, implicarnos, comprometernos o al menos a preocuparnos por ciertos temas que están marcados por la realidad social en la que estamos viviendo. Parece que eres mejor persona si colaboras con una ONG, escuchas las noticias con cara de desolación, te preocupas por la situación política y firmas todas las peticiones reivindicativas. Y es posible que así sea, pero esa es la cuestión: ¿es eso realmente lo que quieres hacer o te sientes obligado a hacerlo?
Tienes que hacer lo que realmente quieras. Puedes elegir. No eres peor persona porque decidas no involucrarte en una recogida de firmas destinada al cese de la captura de delfines en la pesca del atún.
Este derecho también incluye otro tipo de situaciones más personales. No es obligatorio que nos interese todo lo que les ocurre a todos los que nos rodean.
Que tu amigo Jesús sea un fanático de la escalada no significa que tú tengas que interesarte sobre el tema, o que tu hermana haya cambiado su vida haciéndose vegana no te obliga a comenzar a leer sobre ello, o que tu primo haya roto con su novia no implica que tú tengas que quedar con él para consolarlo si no lo deseas.
5. Reivindicando los errores
¿Cómo era aquello? El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. ¡¡Falso!! Tropezamos quinientas veces con la misma piedra. Errar, equivocarse es sinónimo de humanidad. Nos equivocamos, fallamos, metemos la pata a diario, y eso es normal.
Es frecuente dejar de ser asertivos para disimular los errores. Nos da miedo mostrar nuestros fallos. Creemos que los demás nos verán como menos valiosos. No tiene ningún sentido, ellos fallan tanto como tú.
Tenemos derecho a cometer errores, a aceptarlos con naturalidad y, si lo creemos conveniente, a disculparnos o a pedir perdón. Esta actitud nos hace más fuertes y aumenta la calidad de la imagen que los demás tienen de nosotros.
La gente que no es consciente de este extraordinario derecho personal, tiene ante los errores reacciones poco saludables que reducen su calidad de vida. La primera sería negar el error, aunque sea evidente; la segunda, justificar excesivamente el error o culpar a otros, y la tercera, quizá la más autodestructiva, culpabilizarse en exceso. Libérate de eso. La próxima vez que cometas un error, acéptalo como algo cotidiano y busca una solución.
Cada vez que Pedro llega tarde a una cita, justifica exageradamente su retraso: «Me han llamado a última hora», «había mucho tráfico»… ¿Qué pasaría si simplemente dijera: «lo siento mucho, llego tarde»?
6. A veces, cambiar es bueno
Tenemos derecho a cambiar de opinión. En cada momento de nuestra vida, pensamos de manera diferente. Nuestra forma de ver el mundo, nuestras opiniones, gustos o deseos evolucionan. Normalmente es un cambio gradual, progresivo, pero a veces incluso podríamos modificar nuestra posición con respecto a un tema de manera rápida. Es normal y adecuado. No significa que tengamos poca personalidad, seamos poco de fiar o no tengamos las ideas claras. Significa que estamos vivos, somos inteligentes y evolucionamos.
Marisa queda con sus amigos del colegio cada tres o cuatro años. Con algunos de ellos intercambia mensajes con más frecuencia. Esas reuniones son muy divertidas, pero hay momentos en que Marisa se pone muy tensa porque se ve incapaz de decir que su posición personal sobre algunos temas, por ejemplo la política, ha cambiado, y cuando surgen calla porque le da miedo revelar lo que piensa en la actualidad.
Este derecho también es aplicable al día a día. Siempre puedes cambiar de opinión. Si ayer quedaste para jugar hoy al tenis con tu amigo y se te han complicado las cosas, no es necesario que te mueras en el intento de mantener a toda costa tu compromiso. Puedes llamarle y posponer la cita.
7. Podemos sentirnos mal y pedir ayuda
No siempre es posible estar feliz y contento. Es inevitable pasar por baches en que nuestro estado de ánimo, por múltiples razones, se resiente, y sentirnos tristes, apáticos, ansiosos, preocupados, doloridos, inquietos o atormentados. Una vez más, esto demuestra lo que somos, seres humanos. Y cuando estamos así, no necesitamos disimular o esconder estos sentimientos. Es más, podemos pedir ayuda o apoyo. Esto también es ser asertivo. Expresar lo que sentimos en ese momento no nos hace débiles, nos hace personas. Y pedir ayuda nos acerca más a los demás.
Alberto tiene problemas en su trabajo. Las cosas no van bien y lleva ya un tiempo preocupado y triste, pero tanto en casa como con sus amigos, disimula y finge que todo va perfecto. Se sentiría mejor si lo compartiera con su mujer y sus mejores amigos, y aceptara la ayuda que sin duda le ofrecerían.
8. Un poco de locura no está mal
Aunque creamos firmemente que la mejor forma de vivir se basa en el pensamiento lógico y la razón, a veces un poco de locura es justo lo que necesitamos. Tenemos derecho a actuar fuera de la lógica.
El pensamiento racional es el mejor consejero, pero no tenemos que ser sus esclavos. En ocasiones podemos ser impulsivos y tomar decisiones basándonos en lo que nos apetece o deseamos, más que en lo que nos conviene.
Está claro que un polo de color gris es más combinable con el resto de tu ropa y que te lo puedes poner tanto en un contexto formal como lúdico, pero el mismo polo en color pistacho ha movido algo en tu interior. ¿Y por qué no?
9. No te enfades, reclama
Como consumidores, tenemos derecho a reclamar cuando el servicio que hemos recibido no está a la altura de lo que hemos pagado. El servicio incluye tanto el producto, da igual si es una cena en un restaurante, como un juego de destornilladores