El evangelio encarnado en la realidad. Pedro Trigo

El evangelio encarnado en la realidad - Pedro Trigo


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entregaron en un homenaje cuando dejó el curato para ir como canónigo a Córdoba, grabaron como síntesis de su ministerio: “Evangelio-Escuelas-Caminos”. En las cartas nos asomamos a la educación y sabemos mucho sobre la construcción de caminos y carreteras y, más aún, sobre el proyecto, que no llegó a culminar, del ramal de ferrocarril; pero casi no sabemos nada sobre la pastoral y prácticamente nada sobre los Ejercicios. Sí hay un lote de cartas a los sucesivos obispos o a sus secretarios; unas tratan de asuntos administrativos, sobre todo, en relación a la construcción de una capilla, aunque bastantes se refieren a su gestión de párroco o su permanencia en la parroquia o su renuncia a ella. Pero no tratan sobre su vida interior o sobre aspectos de dirección espiritual; sobre estos puntos solo hay atisbos, aunque muy expresivos. Resulta más sorprendente aun que la mayoría de las cartas no contiene ninguna mención explícita de Dios ni de algo que pueda considerarse como evangelización explícita o espiritualidad cristiana, incluso bastantes de las dirigidas a amigos. Aunque, insistimos, las escuetas menciones son macizas y hacen ver que es un cristiano de cuerpo entero.

      Por eso, importa penetrar en su talante espiritual para comprender por qué un cura rural de un pueblo perdido en la sierra de Córdoba en la provincia más tradicional de Argentina de la segunda mitad del siglo XIX y de comienzos del XX, un cura, además, del que consta que fue un cristiano integral, es tan escueto en cuanto a religión en sus expresiones epistolares.

      Lo más notable es que las cartas tratan de asuntos tocantes a la realidad. Y, más en concreto, a trasformaciones superadoras de la realidad. Para él, una parte fundamental de su ministerio es procurar que la gente tenga más vida y, para empezar, más elementos para vivir, que en ese caso eran caminos, carreteras y ferrocarriles, que hicieran posible sacar a las grandes ciudades los productos agrícolas perecibles, sin pérdida por el demasiado tiempo empleado y las malas condiciones del trasporte, y a bajo costo, y de este modo activar la producción y con ello el nivel de vida de la gente, ayudando a la zona a salir de su pobreza franciscana, como dice tantas veces. También, y para lo mismo, procuró acequias para riego. Y, más aún, iglesias que agruparan en sitios adecuados a una población dispersa. Otro medio para incrementar la vida en el que intervino muy activamente fue la educación, sobre todo de niñas, en la que podemos decir que fue pionero. Ocupa muchísimo tiempo y energías en hacer las diligencias para lograr todo esto, tanto en conseguir colaboradores y dirigir los trabajos y, por supuesto, recabar el dinero necesario, como en animar a la gente y sostener el entusiasmo a lo largo de los procesos.

      Es muy consecuente con los colaboradores, muy agradecido. También es muy realista y en las exposiciones de motivos trata de combinar la ayuda desinteresada a los demás con la procura del beneficio del propio colaborador. Para él, el trabajo es algo muy grande y humanizador. Él conoce muy desde dentro el mundo de la producción, tanto agrícola como ganadera, y alude frecuentemente a comparaciones, sobre todo, de animales domésticos, y como realiza sus viajes en mula o caballo, se refiere muchas veces a detalles de esa cultura.

      Tiene una gran tenacidad en sus objetivos y sabe ponerse en el lugar de las personas con las que trata; por eso, sus estilos epistolares son muy variados, desde lo más pintoresco a lo más formal, pasando por lo entrañablemente humano. Sin embargo, en las cartas va directo al grano, priva completamente lo denotativo, lo mostrativo y, cuando es necesario, lo descriptivo; los argumentos y los sentimientos van dirigidos también a patentizar la realidad y situarse proactivamente en ella. Aunque es gradual cuando busca comprometer a las personas. Sabe partir desde donde están, para llevarlas paso a paso a sus propuestas.

      En la realidad se encuentra con los demás. La determinación de moverse en la realidad lo obliga a salir de sí o, por mejor decir, a dejarse a sí mismo y entregarse con los demás a la obra de provecho común. Eso es lo que lo agiganta. Lo hace estar a la altura de la situación, lo lleva a encontrarse con las personas, a ver su lado dinámico y a estimularlo.

      Esta actitud es la que le granjea la adhesión entusiasta de la gente de su curato, y la que lo saca de su pequeño reducto y lo lleva a la gente de influencia, a la prensa y hasta a los representantes del gobierno provincial y nacional. Así, llega a ser una persona literalmente importante: porque en efecto lleva en sí a todos, los intereses de todos y sus mismas personas, y los congrega para constituir un cuerpo social con los haberes de todos.

      Está completamente implicado en lo que trata, por eso a veces da la impresión de que mueve a la gente como peones suyos. Creo que esto es así porque él mismo está entregado a la obra, que es de ellos, que es la obra social, la del conjunto humano que representa. La obra es para el caserío o el pueblo o la comarca o la región entera. Si él se beneficia en algo, es como un miembro más del conjunto humano al que va destinada la obra. Así lo percibe la gente. Por eso, se prestan a lo que les pide de muy buena gana. Y aceptan que los presione. Es claro que él está en lo de ellos y es de ellos. Por eso, el que tenga una estatura gigante no es para ellos motivo de recelo o envidia ni, menos aún, de sentirse disminuidos, porque su tamaño no los infantiliza ni empequeñece sino que los pone a valer. Es el significado literal de autoridad, derivado de augere, aumentar, hacer progresar.

      Por eso, él publica una y otra vez los nombres de los que han colaborado pecuniariamente o dando animales o trabajo, y agradece constantemente. Una de las últimas cosas que hace cuando ya está ciego es escribir para su publicación los nombres de los que, por ayudarlo eficazmente a construir el colegio y la Casa de Ejercicios, merecen llamarse benefactores y son dignos de esta mención honrosa.

      Otra muestra de su objetivación es la humildad con que reconoce sus yerros, sean por la manera áspera de decir las cosas, que puede herir, sean por error de apreciación. Muchas veces en sus cartas tiene autocríticas con toda sencillez y lealtad.

      Otra muestra, mayor aún, es que cuando en una carta ha defendido algo contrario a su interlocutor con todo apasionamiento y de modo extremadamente tajante, concluye la carta diciendo que queda realmente a disposición del que a lo largo de la carta le ha estado diciendo que después de lo pasado no cuente con él. Y es verdad que queda a su disposición porque en cartas subsiguientes vemos cómo sigue a su servicio y en su amistad, como si no hubiera pasado nada.

      También es muestra de objetivación la manera como se defiende cuando cree que ha sido malinterpretado, exponiendo pormenorizadamente los hechos y los argumentos, de manera que quede todo lo más claro posible.

      No solo él está en la realidad sino que también se esfuerza porque en lo que lleva a cabo esté presente y en bloque toda su realidad personal y no una parte de su ser, una tendencia autonomizada. Se puede ver que en lo que hace se compromete por entero, se juega él mismo; y, por eso, se esfuerza en ser él, su persona, el que lo hace. La firma, el cura Brochero, está presente siempre, a lo largo de todo lo que escribe. Quien escribe, se relaciona, siente y actúa es el cura, es decir, un párroco, y, en sentido literal, que en este caso es el que vale, el que cuida de sus feligreses como la actividad y la actitud que lo define; pero precisamente el cura Brochero. Nada de fragmentación postmoderna: está siempre de cuerpo entero, aun en lo que puede parecer más polémico o apasionado o caprichoso.

      Desde el espíritu del Vaticano II tenemos que recordar que lo natural no es la materia prima sobre la que se ejercita lo sobrenatural, que sería lo realmente valioso, según la doctrina y espiritualidad del proyecto de restauración de la cristiandad, vigente en tiempos de Brochero. Dios tiene un único designio: llevar la creación a la plenitud de la humanidad de su Hijo. El cristianismo no es, pues, una esfera específica de la realidad, que sería la realmente valiosa, y que relegaría a las demás a un papel secundario. Jesús se ha encarnado en la vida histórica para llevarla a la plenitud, sanándola, rehabilitándola y llevándola a la dignidad de las hijas e hijos de Dios. El Salvador no es otro


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