Discurso Sobre El arte de la guerra. Wu Qi

Discurso Sobre El arte de la guerra - Wu Qi


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Tzu, Nicolás Maquiavelo y Klaus von Clausewitz. El pragmatismo de Wu Qi atraviesa siglos y geografías. Entonces, ¿cómo no trasladar sus lecciones a las feroces guerras comerciales que libran en el mundo de hoy las compañías? En cada pasaje, nuestro autor invita a reflexionar sobre lo que ocurre en los hipercompetitivos mercados actuales. Las asociaciones bélicas entre los combates militares y los comerciales son inevitables. Repasemos algunos de esos pasajes.

      Sobre la capacidad crítica

      En función del pasado, puedo deducir el futuro. Rey soberano, ¿por qué sus palabras no son sinceras? Durante todo el año ha matado animales salvajes y les ha quitado la piel.

      Luego de que el soberano Wu Hou le manifestara su desagrado por los asuntos de la guerra, lejos de la obsecuencia, Wu Qi lo desafía de manera frontal, honesta y valiente, hasta el extremo de cuestionar la sinceridad de sus palabras. Esa actitud independiente es imprescindible para que en un equipo no se caiga en el groupthink, lo que ocurre cuando ninguno de sus integrantes mantiene una visión crítica de la realidad. Atreverse a desafiar a un superior requiere dos condiciones imprescindibles: coraje de aquel que desafía, y tolerancia y apertura por parte del desafiado. Sin estos requerimientos se podrían cometer errores graves (abundan los ejemplos), y además se interrumpen el crecimiento y el aprendizaje que facilita el diálogo abierto y bien intencionado. Es responsabilidad del líder crear el ambiente para que los miembros del equipo sientan libertad para cuestionar la opinión del grupo en general y la de sus miembros en particular, en especial la del líder.

      Sobre la elección de los enemigos

      Wu Qi cuestiona la aptitud de la construcción de los carruajes de guerra, y le dice al soberano:

      ... ¿no entiendo cuál es el uso que les dará? Si desea utilizarlos para hacer la guerra y no ha buscado hombres capaces de manejarlos, esto bien puede compararse con una gallina que, empollando sus huevos, decide trabar pelea con un mapache, o con un cachorro de perro que aún estando en periodo de lactancia ataca a un tigre. Aunque ambos posean una completa determinación de lucha, inevitablemente hallarán la muerte.

      Saber elegir a los enemigos es un principio estratégico básico. ¿Para qué combatir a aquellos que sabemos de antemano que no podremos vencer? Antes de lanzarse a la aventura habrá que prepararse con cuidado. Actuar de otra manera sería necio y soberbio. Los líderes deberían seguir el consejo de los griegos y ser prudentes. La desmesura (hybris) que impulsa a algunos a desafiar a los dioses es un pecado que ellos nunca perdonan.

      Sobre la justicia y la benevolencia

      Por lo tanto, sufrir el ataque del enemigo y no atreverse a entrar en guerra no es justicia; apenarse por los muertos no es benevolencia.

      El Dao se utiliza para recuperar los instintos naturales bondadosos de la gente; la “justicia”, para lograr trabajos meritorios; la “estrategia”, para inclinarse hacia lo que es favorable y evitar lo que resulta perjudicial [ventajas y desventajas]; lo “importante” (要) se utiliza para proteger, preservar y consolidar los logros.

      El historiador inglés Quentin Skinner explica que Nicolás Maquiavelo estaba interesado por tres de las virtudes que debe tener un príncipe. La primera es la justicia, entendida como la integridad (el mantener las promesas); la segunda es la generosidad o liberalidad, y la tercera, la clemencia.

      Para Maquiavelo, la primera obligación del príncipe es hacer todo lo necesario para mantener el Estado, esto es, las instituciones que se le han confiado. Esta obligación suprema lo libera de –si fuera necesario– cumplir con la virtud de la justicia, en especial con los enemigos. A su manera, Wu Qi propone algo similar, aunque en su caso dice que deja de ser justicia algo que queda librado al criterio del soberano.

      Sobre la benevolencia, Maquiavelo sostiene que, para preservar el Estado, debe mantener el ejército [listo para ir a la guerra] y debe ser respetado por sus miembros, para lo cual ha de cuidarse de no ser demasiado indulgente. El problema es que el príncipe puede confundir la indulgencia o benevolencia con la clemencia y volverse laxo. Un líder laxo pierde el respeto de sus soldados y prepara el terreno para la insubordinación. El daño no está en la clemencia en sí, sino en la fina línea que la separa de la benevolencia y de la indulgencia. Apenarse de los muertos es no haber actuado con firmeza a tiempo.

      El pasaje de Wu Qi plantea varios dilemas éticos para los líderes empresarios de hoy: ¿están justificadas las excepciones en virtud de la justicia cuando se trata de proteger a la organización y a los empleados que viven de esta? ¿Cómo se traza la línea entre la virtud y el vicio? ¿Hasta qué punto se puede ser clemente sin perder el respeto de los colaboradores? Preguntas que mantienen toda su vigencia. Las respuestas deben considerar la obligación suprema de preservar la organización (el Estado de Maquiavelo), y de proteger y consolidar los logros obtenidos.

      Sobre la visión y la alineación

      Por esto, un soberano sabio, cuando haya tomado la decisión de que su pueblo entre en guerra, en primer lugar debe unirlo para luego iniciar el combate; solo de esta manera podrá atender asuntos de vital importancia.

      Ninguna empresa pude triunfar ante la competencia si no existe armonía y alineación entre su “tropa”. Se pueden resumir en tres a las funciones principales de un líder. La primera es establecer la dirección, la segunda alinear a la gente hacia esta y, la última, mantener motivado y comprometido al personal de la organización. Si estas no se dan faltará la imprescindible armonía y ocurrirá lo que dice Wu Qi: no se podrá vencer al enemigo, aunque este sea solo un competidor comercial. Tal vez no estén en juego las vidas de los empleados (tal vez si), pero seguramente en esa guerra está en juego la vida de la organización.

      Sobre la cultura organizacional

      Con respecto a la administración del país y del ejército, se deberá educar al pueblo por medio del ceremonial (ritual, li, 礼). A través de ejercer la justicia, se lo estimulará y se le dará coraje, y también se le otorgará un claro sentido de la “vergüenza” [criterio de honor y deshonra]. Solo los hombres que posean el sentido de la vergüenza en sus corazones y cuya fuerza física sea plena podrán hacer la guerra.

      Wu Qi pone en juego la otra cara de la estrategia: la cultura. La internalización de una estrategia se materializa cuando se ha integrado a la cultura de la organización. Los rituales, los ceremoniales, las tradiciones, las costumbres, los símbolos son las herramientas usadas en la práctica por la dirección para que la estrategia se arraigue de tal manera que no sea necesario el control permanente. La cultura no es más que la estrategia internalizada. En la misma línea, Sun Tzu dice que las palabras no son escuchadas y para eso se hacen los símbolos, banderas, estandartes y tambores, componentes imprescindibles de las ceremonias y rituales militares, y aspectos visibles de la cultura.

      La vergüenza y la culpa (su hermana gemela), son los instrumentos de control cultural por excelencia. La vergüenza es hacia afuera: se siente por el juicio de los otros. La cultura establece la moral (recordemos que el origen etimológico de “moral” es el latín “mores”, que significa “costumbre”) de un grupo. Todo aquel que se aparte de las costumbres será excluido de la comunidad, el peor castigo al que se puede someter a una persona. Al mismo tiempo, surge el control interno manifestado en forma de “culpa”. Adam Smith usaba la metáfora de “el hombre del pecho” para mencionar los límites que cada uno se impone a sí mismo para seguir las normas. Tal es el poder de la cultura para mantener alineados a los integrantes de la empresa que, virtualmente, desaparece la necesidad de implementar otros sistemas de control.

      Sobre la valentía del líder

      Quien posea las habilidades militares y civiles podrá ser general. Si es capaz de combinar lo estricto con lo flexible, podrá guiar para hacer la guerra. Las personas comunes y corrientes, a la hora de evaluar a un general, con frecuencia consideran únicamente su coraje y su valor. En realidad, el coraje para un general es solo una de las condiciones


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