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el multilateralismo. El orden liberal tal vez esté llegando a su fin, pero esto no significa que el mundo deba dejar de estar regido por un orden basado en reglas de juego claras. El multilateralismo nos permitirá incidir en la conformación de un orden internacional que, además de proteger nuestros intereses, debe mantener en la agenda global temas fundamentales, entre los que se encuentran la lucha contra el cambio climático, las metas para el desarrollo sostenible impulsadas por la ONU y la coordinación de las políticas económicas para evitar que se produzca una nueva depresión global.
Para que el multilateralismo sea exitoso, tendrá que adaptarse a la nueva realidad. En un orden conservador tendrán mayor éxito aquellas organizaciones internacionales que no posean grandes estructuras propias y que no le demanden soberanía a sus Estados miembros. Es probable, entonces, que foros como el G7 y el G20 ganen protagonismo, lo cual no significa que debamos volver a un modelo idéntico al del concierto de Europa. La complejidad del mundo actual es tal que requiere de organismos técnicos que puedan hacer respetar las reglas que facilitan, por ejemplo, el buen funcionamiento del comercio internacional.
Otra de las ideas rectoras debe ser el fortalecimiento de la alianza estratégica que mantenemos con Brasil. Recordemos que antes del establecimiento de la alianza, a fines de los años 70, vivíamos en una hipótesis de conflicto permanente que traía inestabilidad a toda Sudamérica. La alianza entre Buenos Aires y Brasilia ayudó a bajar los niveles de conflictividad y permitió la creación del Mercosur que, dado la posible regionalización del comercio global, debería retomar centralidad en los próximos años.
¿Cómo mejorar nuestras relaciones con Brasil? En primer lugar, por medio de la desideologización de la política exterior tanto de Buenos Aires como de Brasilia. Dado el posible traslado del conflicto entre las potencias a nuestra región, esta relación estratégica se ha vuelto aún más importante que en el pasado y su preservación debe ser una política de Estado, más allá de las diferencias ideológicas que puedan existir entre los gobiernos de ambas capitales.
Por último, para que cualquier estrategia tenga éxito, debe contar con los instrumentos adecuados para llevarla a la práctica. Como veremos a lo largo de este trabajo, la Argentina de hoy enfrenta enormes déficits institucionales, tanto dentro del Estado como en la sociedad civil. Necesitamos modernizar nuestras Fuerzas Armadas, darle mayor protagonismo a un cuerpo diplomático que puede brindarle cierta continuidad a nuestra política exterior e invertir más y mejor en la educación pública. Por otra parte, nuestras universidades y think tanks deben ser foros en los que se debata y elabore el pensamiento estratégico de la Argentina. Nada de esto será posible si antes no emerge una clase dirigente capaz de pensar y actuar sobre la base de una “cierta idea de la Argentina”.
CAPÍTULO 2
LIBERALES PROGRESISTAS Y CONSERVADORES POPULARES
Si bien el conservadurismo popular aún no ha llegado a la Argentina, este movimiento ya ha transformado la vida política de numerosos países. En este capítulo presento aquellas notas en las que describí su surgimiento, su evolución y, en particular, su rechazo a las élites gobernantes. Las asocia al liberalismo progresista y las culpa por haber dejado de defender los valores a intereses de sus sociedades. Algunos de sus referentes son Vladimir Putin de Rusia, Narendra Modi en India, Jair Bolsonaro en Brasil y el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
También veremos en este capítulo que el conservadurismo popular no solo afecta a la política doméstica sino también a la política exterior. Por un lado, porque sus líderes tienden a ser más nacionalistas que sus predecesores, lo cual dificulta la colaboración internacional, pero también son más realistas. Esto último puede traer mayor estabilidad al sistema internacional.
Algunos de los temas que trato a continuación son la posible transformación del conservadurismo popular en algo más peligroso, es decir, en algún tipo de neofascismo. También me pregunto si este fenómeno, junto con la ola nacionalista, llegará en algún momento a la Argentina y, si esto sucede, cómo deberíamos reaccionar. Por último, menciono el crecimiento del movimiento evangélico como un factor clave a la hora de entender las transformaciones políticas que están ocurriendo en América Latina. Esta revolución silenciosa es, de hecho, uno de los pilares sobre los que se sostiene el conservadurismo popular en nuestra región.
Un mundo menos liberal y más conservador
El mundo ya no es lo que era y esto afectará la vida de los argentinos. ¿Cuáles son algunos de los cambios que han tenido lugar y qué debería hacer la Argentina para enfrentar las amenazas y aprovechar las oportunidades que le presenta el nuevo sistema internacional?
Un primer cambio ha sido el surgimiento de una nueva camada de líderes conservadores que está modificando la política doméstica de sus países. Si bien Trump, Bolsonaro, Putin, Erdogan, Modi y Netanyahu, para mencionar tan solo algunos casos, pueden ser calificados como “conservadores”, ellos presentan una serie de novedades. A diferencia de los conservadores del pasado, no se muestran respetuosos del principio de moderación ni de las jerarquías sociales establecidas. Al contrario, cuestionan fuertemente a un establishment “liberal y progresista” que, según su visión, ha dejado de defender los intereses y los valores de sus poblaciones.
El nacionalismo de estos líderes también ha puesto en crisis a los organismos internacionales que, para su buen funcionamiento, necesitan que los Estados les cedan cierto grado de soberanía. La ONU, la Unión Europea y la OMC son algunas de las instituciones que han perdido influencia en años recientes. Esto significa que será más difícil coordinar el accionar de los Estados para combatir amenazas como el calentamiento global o el creciente proteccionismo comercial.
Por otro lado, el realismo de los conservadores populares en política exterior ha llevado a que se acelere un conflicto estratégico entre China y los Estados Unidos que, por ahora, viene dándose en el campo político, económico y tecnológico aunque, si no es manejado de manera prudente, podría trasladarse al plano militar.
Pero también el mundo le presenta oportunidades a la Argentina. Entre estas, podemos mencionar el incremento de los lazos económicos que nos unen con otras naciones. Los posibles acuerdos –como el del Mercosur con la Unión Europea– tienden a fomentar la llegada de inversiones debido al establecimiento de reglas de juego más claras y estables.
La Argentina de hoy enfrenta un escenario más complejo que en el pasado porque, si bien siguen existiendo oportunidades, los costos de llevar adelante una política exterior cambiante y poco clara serán mayores de lo que fueron durante el orden liberal que lideró los Estados Unidos.
¿Qué debemos hacer? En el corto plazo, hay que implementar políticas públicas que fortalezcan las capacidades estatales en áreas clave, como son la educación pública y la defensa nacional, generando al mismo tiempo las condiciones para que el sector privado gane competitividad. Si se piensa en el largo plazo, tendremos que formar una nueva clase dirigente que, a través de los lazos de confianza y una visión compartida de país, pueda no solo impulsar la inserción exitosa de la Argentina en el mundo sino también su desarrollo económico y social.
El conservadurismo popular en su mejor momento
En 2019 publiqué el libro La rebelión de las naciones. Crisis del liberalismo y auge del conservadurismo popular, (2) donde argumento que gran parte de los cambios que estábamos observando en el escenario internacional se debían al surgimiento de un nuevo movimiento político: el conservadurismo popular. ¿Cómo le ha ido a este movimiento a partir de entonces?
En primer lugar, repasemos cuáles son algunas de sus principales características. Como su nombre lo indica, el conservadurismo popular continúa con la tradición conservadora, por lo cual no debe extrañarnos que algunas de sus banderas sean la defensa de la religión, la nación y el modelo tradicional de