Los almirantes Blanco y Cochrane. Gustavo Jordán Astaburuaga
ahora se refirió específicamente a Blanco Encalada y su unidad en su parte oficial de esta acción, con referencia a un plano adjunto, aunque confundiendo el apellido del joven oficial con el de su padre: “Una batería de ocho piezas de Chile mandada por el Comandante Blanco Cicerón se situó en la puntilla D. y otra de 4 por el Comandante Plaza en E. F. desde donde principiaron a jugar con suceso y cañonear la posición enemiga”.60
Este eficaz tiro, que causó estragos en las filas enemigas, hizo que, después de la decisiva derrota de estas, el Coronel español Ordóñez, quien había asumido el mando en la fase final de la batalla, preguntase quién era el “oficial europeo” que mandaba aquellos cañones. En la última y encarnizada batalla, la conducta de los artilleros de Chile también fue destacada por el General San Martín, en un oficio enviado a O´Higgins, escribiendo: “Así mismo debo hacer presente a V. E. la gran parte que tuvieron las dos artillerías de Chile al mando de los bravos comandantes Blanco Cicerón y Borgoño en el último ataque dado a la casa de Espejo; estas circunstancias que por un olvido natural no tuve presente ruego a V. E. las haga insertar en la Gazeta para satisfacción de los interesados”.61
Como premio a su desempeño, Blanco fue ascendido a Teniente Coronel efectivo de artillería, el 14 de abril de 1818.
Pocos meses después de Maipú, el 24 de junio de 1818, Manuel Blanco Encalada, retornaba al mar, con su nombramiento de Comandante General de Marina.
Antes de ver en detalle esta nueva fase en su vida, es necesario retroceder ligeramente en el tiempo.
CAPÍTULO III
Curaumilla, el Primer Combate Naval
De forma paralela a la guerra terrestre, con su giro decisivo en Maipú, en el mar el esfuerzo bélico patriota también se hacía presente, con el otorgamiento de patentes de corso y grandes esfuerzos por crear una fuerza naval. No es este el espacio más adecuado para reseñar la gestación de la Marina de Chile hasta la primera campaña de la Escuadra, ya historiada por otros autores de diversas generaciones,62 aunque es forzoso siquiera mencionar sus hitos clave, primeramente entre las victorias terrestres de Chacabuco y Maipú.
Ya se ha mencionado al bergantín Águila, capturado a los españoles al recalar en Valparaíso, el 26 de febrero de 1817, como la primera unidad incorporada a la naciente Marina, al que se agregó, por un tiempo, el Rambler, mercante fletado y armado en guerra. Fue puesto al frente de esta flotilla quien sería también el primer Comandante de Marina provisorio, el oficial de origen francés, Juan José Tortel, y si bien sus primeras acciones fueron auspiciosas, con algunas capturas de buques mercantes, esta fuerza aún era insuficiente para enfrentar la situación más inmediata: el bloqueo español, como ya se ha anticipado en el Capítulo II.
En efecto, el 13 de julio de 1817 la fragata Venganza y el bergantín Pezuela, procedentes ambos del Callao, se presentaban en Valparaíso, y si bien se retiraron el día 16, retornaron el bloqueo el 10 de agosto. Tras una nueva retirada y una ausencia de un mes, dicha fragata retornó para restablecer el bloqueo; esta vez, y gracias al sistema de relevos de unidades, este se haría más constante y se prolongaría hasta entrado 1818.
Con la adquisición de los primeros buques para la naciente Marina se evidenció la necesidad de crear una estructura de apoyo en tierra, así como una orgánica. El 22 de octubre de 1817 se había creado la Comandancia de Marina; el 13 de noviembre se había dictado el primer reglamento provisorio y el 5 de diciembre se creaba un Arsenal. Aún faltaba lo principal: una fuerza a flote, una Escuadra digna del nombre de tal. Para ello habría que esperar al año siguiente, pero llegado el momento, esta se formaría con una notable rapidez.
El primer combate y el primer héroe
Mientras en el frente terrestre la segunda expedición española al mando del General Osorio había desembarcado en Talcahuano el 5 de enero de 1818, y al llegar el mes de marzo marchaba rumbo al norte, con Santiago como objetivo, la situación estratégica naval no era menos preocupante para los patriotas. En efecto, en el mar los españoles también tenían la iniciativa estratégica, al mantener el bloqueo del puerto de Valparaíso. Este había sido reanudado en enero de 1818, es decir, en paralelo al desembarco de la expedición Osorio, por parte de la fragata Venganza, la corbeta Veloz y los bergantines Pezuela y Potrillo.
Algunos pocos buques mercantes de países neutrales conseguían forzarlo y, en tanto, los españoles se veían obligados a relevar sus buques en vista del desgaste que esta tediosa labor implicaba, aparejado, además, al brote casi inevitable de enfermedades a bordo como el escorbuto. Para los patriotas era imperativo romper el bloqueo, puesto que Valparaíso era el principal puerto de que disponían, el más cercano a la capital, y, además, era vital normalizar su funcionamiento, tanto para revitalizar la economía y el comercio como para recibir los armamentos, buques y demás pertrechos que demandaba el esfuerzo bélico en curso. Por las mismas razones, solo que opuestas, los españoles perseveraron en esta estrategia, en paralelo a la iniciativa que mantenían las fuerzas de Osorio en tierra, y el 3 de marzo de 1818 la fragata Esmeralda reemplazó a la Venganza y los otros buques, salvo el Pezuela, se retiraron al Callao.
El Comandante de la Esmeralda, Capitán de Fragata Luis de Coig y Sansón (1768-1840) era uno de los pocos jefes navales españoles realmente destacados y competentes de las guerras de Independencia hispanoamericanas. Desde el comienzo de su carrera en la Armada española había tenido una activa vida de servicio, tanto en aguas europeas como americanas. En el Caribe; tras la invasión de Napoleón a España había sido destinado a tierra, y combatió en la batalla de Bailén del 19 de julio de 1808, por cuya actuación fue condecorado. De vuelta en el servicio naval, en 1818 era ya un experimentado Comandante y se le había asignado el mando de la fragata Esmeralda en junio de 1815; con ella cumplió comisiones en puertos del norte de África, para luego ser destinado a la costa oeste de América, zarpando el 6 de mayo de 1817 rumbo al Callao.63
Dos días después del relevo de buques españoles, es decir, el 5 de marzo de 1818, la fragata Windham, un mercante armado de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales o “inchiman” (deformación de “indiaman”), al decir de los españoles, conseguía burlar a los bloqueadores y fondear el ancla en el puerto de Valparaíso. Lejos de haber recalado a latitudes tan lejanas por un inocente viaje comercial, este buque había sido enviado por el agente al servicio de Chile, José Antonio Álvarez Condarco, con el fin de ser ofrecido a la venta al Gobierno. Llegaba con un armamento de 34 cañones y una tripulación de 192 hombres.
El 4 de abril de 1818, es decir, un día antes de la batalla de Maipú, se concretaba la adquisición de la Windham por parte del Gobierno chileno, gracias a un préstamo otorgado por los comerciantes de Valparaíso; esta fragata sería rebautizada Lautaro y de inmediato se inició su alistamiento para zarpar. Comenzaban así a ajustarse las piezas para un próximo drama en el mar.
Fragata británica de la misma clase de la Lautaro. Grabado sobre un dibujo de E. W. Cooke, Londres, 1828, reproducido en el libro El Poder Naval y la Independencia de Chile, de Donald E. Worcester.
En efecto, tras la decisiva victoria terrestre en Maipú, los patriotas se sintieron con un nuevo impulso para seguir combatiendo a los españoles, esta vez en el mar. En un principio se pensó destinar a la Lautaro a la guerra de corso, pero se priorizó el intentar romper el bloqueo a Valparaíso por las razones ya expuestas, y por el cierto debilitamiento que había experimentado la fuerza bloqueadora, lo que hacía más viable intentar batirla. Además, debe tenerse presente que ya había un cierto número de corsarios operando con patentes otorgadas por el Gobierno.
Completado su armamento de manera medianamente homogénea de 34 a 44 cañones, tenía una oficialidad –extranjera– experimentada, y una tripulación que, asimismo, podría considerarse con una eficiencia solo satisfactoria, de dispar experiencia, compuesta tanto de experimentados marinos extranjeros como de inexpertos chilenos. El Segundo Comandante, el Teniente británico Joseph Argent Turner, había recalado con la fragata desde la India, y el resto de la oficialidad tenía el mismo origen; en cuanto a la tripulación, ahora quedaba conformada por