Los almirantes Blanco y Cochrane. Gustavo Jordán Astaburuaga

Los almirantes Blanco y Cochrane - Gustavo Jordán Astaburuaga


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aunque procuró darles caza con todo el velamen no pudo conseguirlo, “y tuve al fin que ponerme en facha para reparar los daños que había recibido”.82

      En tanto, la Esmeralda, que había perdido contacto con el Pezuela, también tenía como prioridad reparar los daños sufridos, lo que presuponía alejarse del peligro que significaba la Lautaro. En cuanto las condiciones del viento la favorecieron, Coig gobernó rumbo hacia el sur, fondeando al abrigo de la isla Quiriquina, en Talcahuano, el 30 de abril. Para ese entonces, afirma este oficial, solo contaba con 260 hombres de tripulación, de los cuales “la mayoría eran noveles y sentenciados, además de muertos, heridos y enfermos”.83 Sus pérdidas declaradas ascendían a solo tres muertos y 28 heridos, en tanto que calculaba que la Lautaro había perdido de 80 a 100 hombres, “pues casi todos los que abordaron perecieron”; de ellos, 20 habían caído sobre la cubierta de la Esmeralda y casi todos ellos “eran ingleses o angloamericanos e igualmente el oficial que, por la marca de la camisa, manifestaba serlo; también se halló uno de ellos con la casaca del regimiento número 66 inglés, vestuario que se advirtió en algunos que estaban sobre el castillo del buque enemigo”.84

      La Inmolación de O’Brien, ¿Victoria o Derrota?

      Desde el atardecer del 26 de abril la población y autoridades de Valparaíso habían vivido una angustiosa expectación, acrecentada por el comienzo del combate al amanecer del día siguiente, cuyo ruido se podía escuchar a distancia, pese a que estaba fuera del alcance y ángulo de visión de la población, además de la neblina, que dificultaba la visibilidad. Por lo tanto, solo cabía la espera y paciencia, que se prolongó excesivamente, hasta el día 29, cuando recaló la Lautaro, averiada y con una presa, que no era la Esmeralda, sino un buque mercante.

      ¿Qué había sucedido entre el final del encuentro del 27 y el regreso a Valparaíso? Lo veremos pronto, pero antes cabe preguntarse si este primer combate naval en regla fue una victoria o una derrota.

      Un marco para una breve discusión nos lo dejó el Teniente Turner en un documento donde hace sus descargos, exponiendo las causas de por qué no se pudo capturar la Esmeralda como sigue:

      “1. Que habiendo recibido a bordo pocas horas antes de dar la vela, a más de ciento cuarenta hombres, no acostumbrados a ejercicios de mar, y que hablaban un idioma que los oficiales del navío no entendían, y no habiendo lugar por la falta o escasez de tiempo para arreglar nada, y ejercitarlos en los puestos que debían ocupar, lejos de auxiliar de un modo, que hubiese asegurado la empresa y según se debía esperar de su buena disposición y natural valor, si éstos hubiesen sido dirigidos por una disciplina regular, tan sólo causaron desorden y confusión.

      2. Que habiendo atacado la fuerza enemiga solamente 15 horas después de zarpar de la bahía de Valparaíso, era este tiempo demasiado corto para establecer el orden y disciplina necesarios para atacar una fuerza superior.

      3. La desgraciada circunstancia de haber perdido a nuestro intrépido Comandante O’Brien”.85

      Argumentación, por lo que se ve, simple pero contundente, donde queda de manifiesto que con la premura de las circunstancias, el nivel de entrenamiento del personal no podía ser bueno, pese al valor demostrado. En eso era clave el liderazgo, y si O’Brien había logrado crear el suyo, su prematura muerte fue un factor disgregador. En cuanto al Teniente Turner, ya ha quedado expuesto el reproche a su exceso de confianza en el momento más decisivo que resultó ser fatal; en vez de distraerse con la captura del bergantín Pezuela, debió asegurar la captura de la Esmeralda, apoyando al trozo o partida de abordaje que ya estaba luchando a bordo de esta.

      Los analistas navales de la posteridad han encontrado, fuera del heroísmo demostrado, pocas enseñanzas en este combate, salvo que se cometió el error de dividir el objetivo, “y por eso no se encontró la victoria sino moralmente”.86

      Por otro lado, no puede dejar de reconocerse a Turner la presencia de ánimo para asumir el mando de la Lautaro y no solo eso, ya que intentó reanudar la persecución de la fragata española. En cuanto a ésta y al Pezuela, simplemente se retiraron. Las razones pueden ser atendibles y no obedecer solo al combate, sino también al desgaste del largo tiempo pasado en la mar y en el bloqueo, atrición que seguramente estaba llegando a un límite al momento de producirse el enfrentamiento con la fragata Lautaro. La conducta del Comandante Luis de Coig, de sobreponerse al abordaje, repelerlo, evitar la captura de su buque y conducirlo fuera del alcance enemigo ciertamente era la correcta, y mereció justos elogios de sus superiores.87

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      Retrato de George O´Brien de autor anónimo, Sala Bergantín Águila, Club Naval. Archivo Histórico de la Armada, Repositorio Digital.

      Pero el hecho más relevante es que los patriotas quedaron dueños del mar. La Armada española abandonó el bloqueo de Valparaíso y nunca más volvería a reestablecerlo. Más aún, es un hecho que a partir del combate de Curaumilla los marinos hispanos perdieron toda iniciativa en el teatro de operaciones del Pacífico Sur, adoptando una actitud defensiva, como se irá demostrando a lo largo de las siguientes páginas.

      En otro aspecto, el sacrificio de O’Brien fue clave como ejemplo para forjar un carácter en la naciente Marina de Chile. Pero, además, y en analogía con lo hecho por Prat seis décadas más tarde, no fue mero material para discursos o poesías, sino que tuvo un efecto práctico: la pérdida de iniciativa estratégica española. Quien corrobora esto con especial énfasis no es otro que el General O’Higgins, quien expone así el resultado del Combate Naval de Curaumilla en sus recuerdos:

      “La consecuencia inevitable del control del océano así obtenido fue la desaparición de la Escuadra española de la costa de Chile y aunque O’Brien no vivió para entregar a Chile la Escuadra española como intentaba hacerlo, alcanzó lo suficiente para darle a la Escuadra Nacional la determinación para mantener el imperio que tan galantemente había ganado. Con su sangre liberó la larga costa de Chile de un bloqueo que habría destruido el comercio del país y sin el cual no habría existido una Marina. Por lo tanto, al levantar el bloqueo O’Brien dio al comercio buques y marineros y lo que es de más valor: dio un noble ejemplo que no sólo ha producido un fuerte efecto nacional en la actual generación y que debe continuar ejerciendo una permanente y saludable influencia en las generaciones que aún no han nacido. Nunca, después del combate de Valparaíso, los buques españoles se atrevieron a presentar combate a los buques chilenos”.88

      Tratándose de un personaje como George O’Brien, cuyo recuerdo se ha ido diluyendo en el tiempo, resulta significativa la alta consideración en la que le tenía O´Higgins. En las conversaciones con su secretario durante sus años de exilio en el Perú, responde afirmativamente a la pregunta sobre si el combate del 27 de abril de 1818 tenía más importancia de la que comúnmente se le atribuía:

      “Chacabuco y Maipú fueron grandes triunfos e igual fue el librado en la cubierta de la Esmeralda y con ellos, los soldados y marinos de Chile siempre sabrán que han de probar ser invencibles y que las libertades de su país serán mantenidas e inviolables aunque el resto del mundo se lance contra ellos. Bajo estas impresiones y tan pronto como las circunstancias financieras del país lo permitirían, pensaba yo erigir en la Punta Valparaíso un magnífico faro que se llamara O’Brien y la punta se llamará Punta Lautaro. Espero en un futuro no muy distante quién gobierne Chile dé comienzo a esta orgullosa y útil obra nacional”.89

      Y ante la pregunta de si él consideraba a O’Brien como uno de los grandes héroes de Chile, respondía también con una afirmación rotunda y con detallado conocimiento de causa:

      “Me parece que lo es. No sólo mandó en el primer combate entre un buque de guerra chileno y uno español sino también se ganó en él nada menos que un imperio. Era ese el que dominaba el mar de un tercio del globo, un hecho que no ha sido reconocido de ningún otro modo y hasta se ha tratado de robar al valiente O’Brien de la gloria, como se ha robado a su viuda de las ganancias de su industria, aunque estos ruines ataques han sido completamente rebatidos por su adversario el Comandante de la Esmeralda. Esta admisión que no deja ni una sombra de duda en identificar el individuo cuyas habilidades, coraje y sacrificios obtuvieron para Chile el control


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