La Galatea. Miguel de Cervantes

La Galatea - Miguel de Cervantes


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¿de qué virtud o ser será movida

       mi lengua, que por muerta ya la cuento,

       pues con el alma se quedó la vida?

       Y, aunque muestro que veo, oigo y siento,

       fantasma soy por el amor formada,

       que con sola esperanza me sustento.

       DAMÓN

       ¡Oh Tirsi venturoso, y qué invidiada

       es tu suerte de mí con causa justa,

       por ser de las de amor más estremada!

       A ti sola la ausencia te disgusta,

       y tienes el arrimo de esperanza

       con quien el alma en sus desdichas gusta.

       Pero, ¡ay de mí!, que adonde voy me alcanza

       la fría mano del temor esquiva

       y del desdén la rigurosa lanza.

       Ten la vida por muerta, aunque más viva

       se te muestre, pastor; que es cual la vela,

       que cuando muere, más su luz aviva.

       Ni con el tiempo que ligero vuela,

       ni con los medios que el ausencia ofrece,

       mi alma fatigada se consuela.

       TIRSI

       El firme y puro amor jamás descrece

       en el discurso de la ausencia amarga;

       antes en fe de la memoria crece.

       Así que, en el ausencia, corta o larga,

       no vee remedio el amador perfecto

       de dar alivio a la amorosa carga.

       Que la memoria puesta en el objecto

       que amor puso en el alma, representa

       la amada imagen viva al intelecto.

       Y allí en blando silencio le da cuenta

       de su bien o su mal, según la mira

       amorosa, o de amor libre y esenta.

       Y si ves que mi alma no sospira,

       es porque veo a Fili acá en mi pecho,

       de modo que a cantar me llama y tira.

       DAMÓN

       Si en el hermoso rostro algún despecho

       vieras de Fili, cuando te partiste

       del bien que así te tiene satisfecho,

       yo sé, discreto Tirsi, que tan triste

       vinieras como yo cuitado vengo,

       que vi al contrario de lo que tú viste.

       TIRSI

       Damón, con lo que he dicho me entretengo,

       y el estremo del mal de ausencia tiemplo,

       y alegre voy, si voy, si quedo o vengo.

       Que aquella que nasció por vivo ejemplo

       de la inmortal belleza acá en el suelo,

       digna de mármol, de corona y templo,

       con su rara virtud y honesto celo

       así los ojos codiciosos ciega,

       que de ningún contrario me recelo.

       La estrecha sujeción que no le niega

       mi alma al alma suya, el alto intento,

       que sólo en la adorar para y sosiega,

       el tener deste amor conocimiento

       Fili, y corresponder a fe tan pura,

       destierran el dolor, traen el contento.

       DAMÓN

       ¡Dichoso Tirsi, Tirsi con ventura,

       de la cual goces siglos prolongados

       en amoroso gusto, en paz segura!

       Yo, a quien los cortos implacables hados

       trujeron a un estado tan incierto,

       pobre en el merecer, rico en cuidados,

       bien es que muera; pues, estando muerto,

       no temeré a Amarili rigurosa,

       ni del ingrato amor el desconcierto.

       ¡Oh más que el cielo, oh más que el sol hermosa,

       y para mí más dura que un diamante,

       presta a mi mal y al bien muy perezosa!

       ¿Cuál ábrego, cuál cierzo, cuál levante

       te sopló de aspereza, que así ordenas

       que huiga el paso y no te esté delante?

       Yo moriré, pastora, en las ajenas

       tierras, pues tú lo mandas, condemnado

       a hierros, muertes, yugos y cadenas.

       TIRSI

       Pues con tantas ventajas te ha dotado,

       Damón amigo, el pïadoso cielo

       de un ingenio tan vivo y levantado,

       tiempla con él el llanto, tiempla el duelo,

       considerando bien que no contino

       nos quema el sol ni nos enfría el yelo.

       Quiero decir, que no sigue un camino

       siempre con pasos llanos reposados

       para darnos el bien nuestro destino;

       que alguna vez, por trances no pensados,

       lejos, al parecer, de gusto y gloria,

       nos lleva a mil contentos regalados.

       Revuelve, dulce amigo, la memoria

       por los honestos gustos que algún tiempo

       amor te dio por prendas de victoria;

       y si es posible, busca un pasatiempo

       que al alma engañe, en tanto que se pasa

       este desamorado airado tiempo.

       DAMÓN

       Al yelo que por términos me abrasa,

       y al fuego que sin término me yela,

       ¿quién le pondrá, pastor, término o tasa?

       En vano cansa, en vano se desvela

       el desfavorecido que procura

       a su gusto cortar de amor la tela,

       que si sobra en amor, falta en ventura.

      Aquí cesó el estremado canto de los agraciados pastores, pero no el gusto que las pastoras habían recebido en escucharle; antes quisieran que tan presto no se acabara, por ser de aquellos que no todas veces suelen oírse. A esta sazón, los dos gallardos pastores encaminaban sus pasos hacia donde las pastoras estaban, de que pesó a Teolinda, porque temió ser dellos conocida; y por esta causa rogó a Galatea que de aquel lugar se desviasen. Ella lo hizo, y ellos pasaron, y, al pasar, oyó Galatea que Tirsi a Damón decía:

      —Estas riberas, amigo Damón, son en las que la hermosa Galatea apascienta su ganado, y adonde trae el suyo el enamorado Elicio, íntimo y particular amigo tuyo, a quien dé la ventura tal suceso en sus amores, cuanto merescen sus honestos y buenos deseos. Yo ha muchos días que no sé en qué términos le trae su suerte; pero, según he oído decir de la recatada condición de la discreta Galatea, por quien él muere, temo que más aína debe de estar quejoso que satisfecho.

      —No me maravillaría yo deso —respondió Damón—, porque con cuantas gracias y particulares dones que el cielo enriqueció a Galatea, al fin fin la hizo mujer, en cuyo frágil subjeto no se halla todas veces el conocimiento que se debe, y el que ha menester el que por ellas lo


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