Las radicales enseñanzas de Jesús. Derek J. Morris

Las radicales enseñanzas de Jesús - Derek J. Morris


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formas milagrosas en mi propia vida. En la primavera de 2009, fui arrojado a la ciudad de Vancouver, Washington, para conducir una serie de reuniones, en toda la ciudad, tituladas “Las enseñanzas radicales de Jesús”. Las presentaciones me llevaron hasta el límite: ¡me sentí como una simple oveja, tal y como Jesús había predicho! A pesar de algunos desafíos radicales, aprendí a depender radicalmente del Señor de la cosecha. ¿El resultado? Regresé con gozo radical, no solo porque vi con mis propios ojos que la cosecha es realmente inmensa, sino también porque experimenté el gozo de la salvación por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor, de una manera profunda y personal.

      Este libro es el resultado de un milagro. Es mi oración que al unirte a mí en un viaje para explorar las radicales enseñanzas de Jesús, tu propia vida sea transformada.

      1 Para obtener más información sobre La oración radical, dirígete a www.TheRadicalPrayer.com.

      Lo que Jesús enseñó sobre sí mismo

      ¿Has escuchado las últimas “noticias” sobre Jesús? Algunos dicen que se casó con María Magdalena y tuvo un hijo. Otros afirman que Judas fue el verdadero héroe de la historia del evangelio. Si no has estudiado la historia de Jesús por ti mismo, puedes ser llevado fácilmente por mal camino. ¿Qué tiene para decir Jesús sobre sí mismo? ¿Son verdaderas sus afirmaciones radicales?

      Declaraciones radicales de Jesús sobre sí mismo

      Jesús fue enérgico en sus declaraciones sobre sí mismo. El apóstol Juan las recordó y las dejó por escrito:

      “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

      “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

      “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).

      “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente (Juan 11:25, 26).

      “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy (Juan 8:58).

      “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17).

      “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).

      ¡Declaraciones realmente radicales! El renombrado apologeta cristiano C. S. Lewis estaba en lo cierto cuando afirmó que Jesús no nos dejó como opción el reconocerlo simplemente como un maestro moral. Jesús era o un lunático totalmente desconectado de la realidad; un engañador malicioso, que trataba de guiar a otros por caminos equivocados; o bien era y es quien dice ser: el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios.

      Jesús no nos dejó con dudas sobre quién creía que era: “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Por supuesto, cualquiera puede hacer declaraciones extravagantes como esa. ¿Cómo sabemos que enseñanzas radicales de Jesús como estas son ciertas? Con el objetivo de encontrar una respuesta a esa pregunta, debemos comenzar con el testimonio de los primeros seguidores de Jesús.

      Lo que dijeron sus seguidores

      Juan el Bautista fue uno de los primeros en hablar acerca de Jesús. Cuando vio a Jesús que llegaba al río Jordán para ser bautizado, exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Luego de bautizar a Jesús, el Bautista dio este testimonio inesperado: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:32, 34). El punto de vista de Juan el Bautista era claro: ¡declaró enfáticamente que Jesús era el Hijo de Dios!

      Una mujer piadosa llamada Marta, hermana de María y de Lázaro, dio su testimonio acerca de Jesús. Marta y sus hermanos eran amigos cercanos de Jesús. Lo conocían bien, y lo amaban. Mientras hablaba con Jesús al lado de la tumba de su hermano Lázaro, Marta declaró: “Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (Juan 11:27).

      Hasta los escépticos experimentaron un cambio decisivo en sus vidas cuando tuvieron un encuentro personal con Jesús. Cuando Felipe, amigo de Natanael, dijo que había encontrado al Mesías, un maestro de Nazaret, Natanael preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Juan 1:46). Pero, cuando Natanael se encontró cara a cara con Jesús, se convenció de que no era un hombre común; tampoco un lunático o un engañador malicioso. Este es el testimonio de Natanael: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49).

      Tomás era otro escéptico que llegó a ser discípulo de Jesús. Después de la resurrección de Cristo, Tomás se esforzó por creer que realmente había resucitado de los muertos. Cuando finalmente se encontró con Cristo re­sucitado, lo vio con sus propios ojos y lo tocó con sus propias manos, exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28).

      Quizá te hayas dado cuenta de que todas las declaraciones radicales de Jesús sobre sí mismo citadas anteriormente y todos los testimonios citados sobre Jesús provienen del evangelio de Juan. Uno de los primeros discípulos de Jesús, Juan, hijo de Zebedeo, escribió su Evangelio con el propósito específico de convencer a las personas acerca de quién era Jesús. Proclamó, casi al final de su libro: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30, énfasis añadido).

      Autenticidad del testimonio de Juan

      El Evangelio de Juan proporciona una descripción tan sofisticada de Jesús que muchos eruditos liberales cuestionan su autenticidad. Sugieren que el Evangelio de Juan debió de haber evolucionado en el lapso de un siglo o más, y proponen que fue escrito a fines del segundo siglo después de Cristo, mucho después de la muerte de Juan. Proponen que el Evangelio de Juan puede contener algunos pocos trozos de tradición verdadera, pero que en su forma presente no es un testimonio auténtico del discípulo “a quien amaba Jesús” (Juan 21:20).

      Sin embargo, un descubrimiento arqueológico producido durante el siglo XX proporciona evidencia que reafirma el final del primer siglo como fecha de escritura de este Evangelio, apoyando así la autenticidad del libro como obra del apóstol Juan en su ancianidad. En 1920, una colección de papiros comprados en Egipto fue llevada a la Biblioteca John Rylands en Inglaterra. Los eruditos tradujeron y publicaron por primera vez un fragmento de la colección de papiros en 1935. Se conoció como el Papiro Rylands 457 o P52. Los paleógrafos –eruditos que se especializan en poner fecha a documentos basándose en los estilos de escritura– estaban conmocionados al datar este papiro antiguo aproximadamente a principios del segundo siglo, quizá cerca del año 125 d.C. En este papiro había una porción del Evangelio de Juan. Ya publicado en forma de códice –parecido a un libro moderno con páginas–, en lugar de un rollo convencional, la evidencia señalaba claramente una fecha de finales del primer siglo, como fecha de escritura de este evangelio, tal y como habían creído por siglos los cristianos. Estoy convencido de que Dios dirigió el descubrimiento de este papiro antiguo para fortalecer la fe de los cristianos y para afirmar la autenticidad del testimonio de Juan.

      Quizá te estás preguntando qué estaba escrito en ese trozo de papiro. Eran porciones de Juan 18:31 al 33 en un lado, y partes de Juan 18:37 y 38 del otro lado. “Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato volvió a entrar


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