La experiencia del tiempo. Ricardo Gibu Shimabukuro
la disposición de los profesores investigadores para compartir sus respectivos trabajos y, de modo especial, a Viridiana Pérez Gómez por su valioso apoyo en la preparación de este libro y a Néstor Cortés Cuéllar por la revisión de gran parte de los capítulos. Finalmente quisiéramos agradecer las gestiones de las autoridades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla para poder contar con los apoyos respectivos que han logrado consolidar la investigación filosófica en la línea de fenomenología y hermenéutica en la que se inserta esta publicación.
Referencias bibliográficas
AGUSTÍN (1979), Las confesiones, Madrid, BAC.
CAIRNS, D. (1976), Conversations with Husserl and Fink, La Haya, Nijhoff.
JENOFONTE (2000), Helénicas, Madrid, Gredos.
Consideraciones sobre el concepto de tiempo desde la perspectiva de la fenomenología generativa*
Alexander Schnell
La experiencia del tiempo remite ya, a nivel de la experiencia cotidiana, “aún” no fenomenológica, a una experiencia múltiple del tiempo. Así, por ejemplo, el tiempo cíclico del calendario es distinto del personal, del tiempo vivencial que atraviesa nuestra vida hasta nuestra muerte. Sin llegar a diseccionar detalladamente esta multiplicidad de distintas experiencias temporales, es fácil ver desde un principio en qué medida y por qué la interpretación fenomenológica del tiempo tiene que ver de manera manifiesta con distintos tipos de tiempo. Esto se confirma en todos los proyectos fenomenológicos significativos que plantean un análisis del tiempo: Husserl distingue entre temporalidad “objetiva”, “apareciente” (fenomenal) y “prefenomenal”; en Heidegger se encuentra la diferencia entre temporalidad “originaria”, “preocupada” y “vulgar”; Fink separa de igual manera distintas formas de tiempo, aunque rechace todo ordenamiento por niveles; Levinas separa la “diacronía” de la “sincronía” y así también Richir distingue por su parte entre una “temporalización originaria extralingüística”, una “temporalización lingüística en presencia” y una “temporalización presente”. Pero incluso fuera de la tradición fenomenológica en sentido estricto pueden diferenciarse distintas “determinaciones temporales” (Kant) o “series temporales” (en McTaggart). Con todo, debemos cuidarnos de tomas de posición apresuradas. ¿En qué consiste el sentido fenomenológico de una pluralidad de niveles temporales?
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En lo que concierne a la pregunta planteada por Husserl y orientada de manera trascendental-gnoseológica a los distintos niveles de constitución, no hay acuerdo común entre los comentadores respecto de cuántos niveles temporales es posible distinguir a partir de sus análisis del tiempo. En la conocida diferenciación de los distintos niveles de constitución “en su arquitectura esencial”, Husserl distingue en el § 34 de las Lecciones entre 1) “las cosas de la experiencia en el tiempo objetivo”; 2) “las multiplicidades de fenómenos constituyentes de distinto nivel”, “las unidades inmanentes en el tiempo preempírico”, y 3) “el flujo absoluto de la conciencia constituyente de tiempo”. Como señala Rudolf Boehm, el § 34 es una compilación de Edith Stein que se apoya en el texto número 40 (Husserliana X) redactado por Husserl entre comienzos de 1907 y comienzos de 1909. En dicho texto, se habla de (1) los “niveles del ser empírico, del ser de la experiencia”, de “lo dado y pensado en la experiencia”, del “ser que llamamos realidad material (reale Wirklichkeit) (Hua X: 287)”;1 (2) del “tiempo preempírico con pasado, ahora, luego” y del “ente preempírico”, de lo “que dura y lo que muda”, y (3) del “flujo de la conciencia”. Por un lado, una división en tres niveles salta aquí a la vista; por otro lado, Husserl distingue entre tiempo “empírico” y “preempírico”, lo cual parece indicar, más bien, una división en dos niveles. Se debe confrontar este pasaje con otro procedente de una época posterior (a saber, de 1913). Husserl escribe en el texto número 54 (Hua X: 381)2 acerca de una “temporalidad prefenomenal y preinmanente” que “se constituye de manera intencional como forma de la conciencia constituyente del tiempo y en ella misma” y que se distingue del tiempo inmanente, aquel de lo dado en la esfera de la conciencia inmanente.
En este punto, dos lecturas son posibles. O bien se distingue de manera estricta entre “empírico”/“preempírico” o entre “real”/“prerreal”, y así obtenemos, junto con el tiempo objetivo puesto entre paréntesis, una división en tres niveles. Esto trae consigo una serie de dificultades: ¿cómo se debe entender lo “preempírico”, “prefenomenal”, “preinmanente”, “prerreal”, así como la temporalidad correspondiente a cada nivel (esto concierne, por así decirlo, al estatuto ontológico necesariamente presupuesto)? ¿En qué consiste la capacidad de constitución del nivel inmanente en y a través del nivel preinmanente? (Volveremos sobre estas preguntas en breve). O bien se ve, por otra parte, en lo empírico y lo preempírico “dos intencionalidades indivisiblemente unidas, como dos caras de una y la misma cosa”, “entrelazadas entre sí en el único flujo de conciencia; en virtud de una se constituye el tiempo inmanente, un tiempo objetivo, real, en el que hay duración y cambio de lo que dura; en la otra, la ordenación casi temporal de las fases del flujo” (Hua X: 381). Según esta lectura, la temporalidad preempírica y prefenomenal no le pertenecería a ninguno de los niveles de constitución que están en la base de la temporalidad empírica y fenomenal, sino que constituiría solamente su otra “cara”.
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¿Cómo se puede, entonces, dar cuenta de la constitución de la conciencia del tiempo de manera fenomenológica? A partir de los análisis de Husserl a este respecto, se infiere que los análisis descriptivos tradicionales plantean problemas que imponen límites a esta vía de aproximación y vuelven necesario superarlos.
En el § 42 de la lección de 1906-1907 “Introducción a la lógica y a la teoría del conocimiento” Husserl define el concepto de “vivencias prefenomenales” (el cual retorna posteriormente en el concepto de “temporalidad prefenomenal”). “Prefenomenal” indica aquí, en el ejemplo de la percepción de un objeto trascendente, la “forma implícita” del “modo de dación” de un ser, “que solo en la observación y en el análisis reflexivos, luego de haber sido, puede ser transformado en algo dado de hecho y por consiguiente constatado” (Hua XXIV: 244). Visto de manera psicológica, la relación “fenomenal”/“prefenomenal” es análoga a la relación entre una dación “explícita” e “implícita”. Dicho de manera trascendental-fenomenológica, a la presencia concreta se contrapone una forma de dación que no se deja mostrar de manera perceptiva, sino solo describir en una “conciencia reflexiva”. Así, la pregunta decisiva consiste en saber qué estatus fenomenológico se debe otorgar en la constitución temporal a esta “prefenomenalidad”.
Una primera respuesta (por lo menos de manera provisional) a esta pregunta, y que nos permite permanecer en el marco de una fenomenología descriptiva, consiste en equiparar esta prefenomenalidad con la “autoconciencia prerreflexiva del acto” (Zahavi, 1999: 67-82). Esto nos conduce, en resumidas cuentas, a comprender la descripción de Husserl de la estructura de la conciencia interna del tiempo como un análisis de la estructura de la autoaparición prerreflexiva de nuestras experiencias. Volveremos sobre esta equiparación más adelante. De acuerdo con esta lectura, se trataría para Husserl no de la dilucidación de la constitución de la conciencia del tiempo, sino, y quizá en primera instancia, de hacer comprensible la relación entre la conciencia y la autoconciencia en nuestras experiencias objetivas. Toda vez que el acto intencional se relaciona con un objeto –es, decir, con un objeto intencional que es distinto de él– y que, así, vuelve consciente, se manifiesta al mismo tiempo como acto autoconsciente.
Todo acto sería entonces tanto intencional como “constituido