La experiencia del tiempo. Ricardo Gibu Shimabukuro
es la legalidad esencial que, al descubrirse en la construcción fenomenológica, determina la relación entre la fase originaria y las fases con un grado de realización menor? Cada “intención” en el campo “protencional” remite a su núcleo originario como su terminus ad quem. Lo opuesto tiene lugar en el campo “retencional”. A medida que la in-tencionalidad respectiva se aleja de la fase originaria, se “empobrece” cada vez más.
El proceso originario, lejos de ser una sucesión de “ahoras” objetivos que se dispondrían en fila unos después de otros y que orientarían el tiempo inmanente (lo cual equivaldría a ponerlo injustificadamente en dirección de una temporalidad objetiva), constituye un “campo de tensión” que estructura la subjetividad trascendental en cuanto “vida” intencional. Se trata nada menos que de la estructura temporal de la “conciencia” “in-tencional” anteriormente expuesta. En conformidad con una caracterización pertinente de Klaus Held (reformulada de manera libre), podría decirse que la protención y la retención no deben entenderse a partir de la intención, sino, a la inversa, que el campo “protencional” y el campo “retencional” constituyen de manera estructural la in-tencionalidad. Este campo se orienta en dos direcciones, de las cuales no puede decirse que sean contrapuestas. “Protencionalidad” y “retencionalidad” están de tal manera entrelazadas que no puede hablarse de “divisiones” o “secciones” retencionales y protencionales. El proceso originario está, como hemos dicho, caracterizado en su totalidad por el entrelazamiento de “protencionalidad” y “retencionalidad”.
¿Cómo se constituye el autoaparecer del proceso originario? Aquí no tiene lugar ninguna sucesión de impresiones originarias, cuya aparición coincidiría de manera misteriosa con las fases de autoaparición de un flujo absoluto de conciencia. El autoaparecer del proceso originario es posible en la medida en que entra a tallar una doble irradiación de “in-tenciones” –por así decirlo, una matización intencional positiva y negativa– cuyo punto de intersección en la fase originaria –en cada caso, discreta– constituye la conciencia de un presente originario. Así, no es que el proceso originario se vuelva consciente de manera “retrospectiva”, sino que, en un flujo de “núcleos” entrelazados de manera “protencional” y “retencional”, se vuelve consciente en un presente por su parte fluyente. Esta estructura de una irradiación doble (“protencional” y “retencional”) hace posible “al mismo tiempo” la autoconciencia del proceso originario y de cada tiempo fundado y vivido, con lo cual la relación con la temporalidad que aparece de manera objetiva es provista mediante el cumplimiento de las fases (gracias a las fases nucleares) del proceso originario. Hay que resaltar que el autoaparecer del proceso originario no debe ser confundido con el punto de vista reflexivo del fenomenólogo: ciertamente la construcción fenomenológica es reflexiva, en la medida en que ella es puesta en movimiento solo a partir del surgimiento de un hecho (Faktum) construible genéticamente. La autoconciencia del proceso originario, por el contrario, no es “reflexiva” en sentido clásico, y no es tampoco una conciencia posicional, sino que solo surge en la construcción fenomenológica –pertenece, así, a un “nivel yoico” (Ichstufe) (Richir diría: a un “yo-en-fantasía” (Phantasie-Ich), el cual no puede ser determinado según los conceptos de una conciencia de índole “posicional”–.
Así, a modo de resumen de la esencia del tiempo preinmanente podemos decir que se caracteriza por la inestabilidad, la preintencionalidad o, bien, la omni-in-tencionalidad y el autoaparecer.
5
El aspecto más difícil de esta exposición radica de manera evidente en la aclaración del estatuto “intencional” de los fenómenos originarios constituyentes del tiempo. La dificultad radica en la ambivalencia de la “preintencionalidad”, ella no es una intencionalidad de acto y, por tanto, es “preintencional” (vorintentional); es, sin embargo, constitutiva para la relación intencional-temporal y, en ese sentido, “protointencional” (urintentional). Hemos tratado de aproximarnos a esta ambivalencia con el no menos ambiguo concepto de “omni-in-tencionalidad” (All-In-tentionalität), el cual contiene al mismo tiempo una fuerte afirmación y una no menos fuerte negación. En la medida en que ha sido construido fenomenológicamente y que ha sido concebido en una “reflexión de la reflexión”, constituye la pieza fundamental en el intento de arrojar una nueva luz a un problema aún no resuelto de manera satisfactoria hasta la fecha. Como ha sido el caso a menudo en otras elaboraciones fenomenológicas, la problemática del tiempo puede servir de fundamento a una “fenomenología de la ambivalencia” o de la “ambigüedad”.
Referencias bibliográficas
BACHELARD, G. (1932) L’intuition de l’instant, París, Stock.
HEIDEGGER, M. (1991), Kant und das Problem der Metaphysik, Fráncfort del Meno, Klostermann. (Kant y el problema de la metafísica, trad. G.I. Roth, Ciudad de México, FCE, 2012).
– (2012), Holzwege, Fráncfort del Meno, Klostermann. (Caminos de bosque, trad. H. Cortés y A. Leyte, Madrid, Alianza, 2012).
HUSSERL, E. (1966) (Hua X), Zur Phänomenologie des inneren Zeitbewusstseins (1893-1917), La Haya, Martinus Nijhoff.
– (1984) (Hua XXIV), Einleitung in die Logik und Erkenntnistheorie. Vorlesungen 1906/1907, Dordrecht, Martinus Nijhoff.
MERLEAU-PONTY, M. (1945), Phénoménologie de la perception, París, Gallimard. (Fenomenología de la percepción, trad. J. Cabanes, Barcelona, Planeta, 1993).
SCHELLING, F. W. J. (2000) [1800], System des transzendentalen Idealismus, Hamburgo, F. Meiner. (Sistema del idealismo trascendental, trad. J. Rivera y V. López, Barcelona, Anthropos, 2005).
SCHNELL, A. (2015), Wirklichkeitsbilder, Tubinga, Mohr Siebeck.
ZAHAVI, D. (1999), Self-Awareness and Alterity: A Phenomenological Investigation, Evanston, Northwestern University Press.
* Traducción del alemán: Ángel Alvarado Cabellos (Bergische Universität Wuppertal).
1. Husserl añade: “lo real que se constituye en lo prerreal”.
2. Asimismo el § 39 de las Lecciones del tiempo.
3. Ciertamente, el espacio juega asimismo un rol importante; desarrollar este punto aquí, no obstante, nos dispersaría del marco de la presente reflexión.
4. Debe insistirse, con ello, en que el tiempo no es ninguna forma.
5. El “estar fuera” y el “estar dentro” se remiten, en este punto, mutuamente. No hay “estar dentro” que no sea al mismo tiempo “estar fuera” y no hay “estar fuera” que no esté anclado en un “estar dentro”. El “estar fuera” es aquí la traducción literal de ek-histemi (“existir”, ver antes), mientras que “estar dentro”, “mantenerse en el interior” (Innestehen, Instand, Inständigkeit) deben ser entendidos, por un lado, en contraposición con “estar-enfrente”, “ob-jeto”, “ob-jetualidad” (Gegenstehen, Gegenstand, Gegesntändlichkeit), y, por otro lado, como un mantenerse “endógeno” en el “estar dentro” del Dasein.
6. Esta es para Heidegger la característica fundamental de la temporalidad originaria, de manera “derivada”, el tiempo como pura autoafección puede dar lugar asimismo a la pura sucesión de ahoras.