56. Guillermo Baldomero Castro

56 - Guillermo Baldomero Castro


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y por tanto al ser incorporado, pasa a formar parte del acervo cultural de quien recibe.

      No dejamos de lado por cierto, que el intercambio de ideas, generan muchas veces nuevas ideas –generalmente más robustas– que tienen como soporte los fundamentos entrelazados de las dos anteriores.

      Es así, que tanto la lectura como el diálogo y también la observación de situaciones cotidianas de la realidad, fueron fortaleciendo en el autor, los cimientos de ideas y pensamientos referentes a la vida, al sentido de la propia existencia, a cuestionamientos en temas de la Fe, a las actitudes y búsquedas de una vida mejor.

      Y en el convencimiento de que, aquellos criterios cada vez más fortalecidos con el pasar del tiempo, eran bastante correctos y aceptables, no era mala idea volcarlos en un libro, en el cual el lector, eligiendo libremente el mejor momento de mayor tranquilidad, silencio y paz, se dispusiera para recibir o evaluar con mansedumbre una opinión supuestamente novedosa.

      En estos primeros inicios del siglo XXI en que la sociedad en general a nivel mundial, se manifiesta tan afectada por la soledad, por la ausencia de principios, por la violencia y el delito, por un stress generalizado y lo peor, por un alejamiento acelerado de la Fe y la espiritualidad, se hace necesario contribuir en un mensaje que contraponga a la desesperanza colectiva, una luz de esperanza, que invite al hombre a volver sobre sus pasos y buscar nuevamente en sus raíces, el milagro de Amor de su existencia y el Esplendor maravilloso de su destino final.

      Ojalá lo realizado, se acerque un poco, al ideal concebido.

      Este libro no ha sido pensado ni proyectado con fines de lucro. Solo se ha pretendido volcar en el papel, un conjunto de ideas, conceptos y pensamientos alineados con aquellos principios culturales, éticos y morales que hemos recibido de nuestros mayores, que son eternos invariables y que han conducido siempre a la raza humana a mostrar en obras, la riqueza más grande que anida en su interior.

      Se ha intentado modestamente imprimir a la obra, un formato de diálogo novelado, con la única intención de hacer más amable y distendida su lectura para el ocasional lector. No pretende en modo alguno, ser un tratado de principios y actitudes profundamente estudiadas o avaladas por datos estadísticos de corte científico.

      Solo se ponen al alcance del lector algunos pensamientos y conceptos que modestamente se consideran válidos y que actuarán como la fresca brisa de un oasis, en medio de la tormenta de arena que representa la época actual. Por su carácter novelado, se han usado en el texto, términos y conceptos médicos que si bien están muy cerca de la realidad, no cuentan sin embargo con un respaldo profesional que los avale.

      Hecha la aclaración, rogamos al lector, sepa dispensar la imprecisión que pueda presentar algún término o una expresión durante su lectura.

      EL AUTOR

       Capítulo I

      La suave llovizna de otoño había menguado su presencia, y el fondo grisáceo de aquellas nubes bajas, desplegaba un manto de quietud en la serena tarde.

      La fresca brisa, dibujaba con mano invisible, la danza sin ritmo de las hojas secas, intentando alterar, con sus vaivenes, el monótono andar de aquellas horas.

      No había encanto. Ni trinos. Ni sonidos. Como un reloj sin cuerda, o el silencio tenaz de algún violín sin dueño. Como si duendes ocultos cubrieran con hálito inerte el compás natural del apacible ocaso.

      Una figura gris, adormecía la vereda con su caminar desganado, mientras el barniz del agua en las baldosas, acompañaba, con lejano eco, las pisadas de su andar cansino y soñoliento.

      Buceaba, sumergido en profundos pensamientos buscando respuestas escondidas que se alejaban como mariposas asustadas al oír el insistente “por qué” de su pregunta.

      Fugazmente, casi con desgano la figura levantaba su rostro levemente mirando al azar, el número impreso de algún portal, e instintivamente y con pereza cotejaba lo leído, con aquel papelito que sacaba inadvertidamente de su abrigo.

      Se sentía cansado. Como si todo el peso de un pasado lejano, se agolpara en un instante del presente, agobiando con su carga, aquella marcha lenta y oprimiendo su pecho como una invisible tenaza de cemento.

      Pensamientos extraños, sin precisión ni forma, desfilaban confusos por su mente, sin encontrar respuesta ni sentido, en una rara mezcla de abandono, rabia, frustración y miedo.

      Recordaba un pasado feliz. Su niñez, su juventud, y agitadas inquietudes cobraban viva realidad en una revisión metódica, que explicara un presente tan distante y diferente de aquellos viejos anhelos, que alguna vez fueron motor de ansias y proyectos, que se veían hoy borrosos, como la imagen distorsionada de algún rostro reflejado en un estanque.

      Abrumado en el agobio, aún despierto, hubiera querido sumirse en un profundo sueño que pusiera fin a ese cansancio que encorvaba su espalda.

      Como un sueño salvador, que al despertar dejara tras de sí, la ilusoria realidad de una Pesadilla cruel.

      Pero la claridad de las imágenes, la rugosidad de un tronco, un cartel de colores que anunciaba, un coche que pasaba cincelando en la Acera aun mojada dos huellas paralelas y el chasquido del agua cediendo a los neumáticos, mostraban signos concretos de una realidad palpable y elocuente.

      No había ilusión. Triste realidad. Y una pregunta martillaba insensible en su interior: ¿otra vez empezar?..

      Fijó su mirada en alguien que pasaba… luego en otro… y otro más…

      Todo era tan normal… Un caminar apurado… varios papeles bajo un brazo… Un portafolio ligeramente gastado, o dos paquetes colgando a los costados por alguna compra vespertina… Alguien dialogando con fuertes gestos y ademanes, como aseverando con ellos la palabra vertida. Una mujer mirando con lascivia una vidriera de pendientes, anillos y collares.

      Todo era simple… cotidiano… sin prisa…

      Sin embargo contrastaba con su imagen interior que reflejaba un mundo tan distante, atemporal… lejano, como si los hechos sucedieran en dimensiones diferentes, y desde su propio plano observara un transcurrir ajeno a su presencia, como espectador de una película antigua, opaca, sin sonido ni final.

      Hubiera deseado trasmutar su cuerpo y su alma sobre aquel mundo que pasaba con apariencia feliz ante sus ojos, para recobrar aquel hálito de vida que parecía haberse esfumado en algún tiempo, del que no podía precisar el cuándo, ni el cómo, ni el porqué..

      Sintió un escalofrío... y mecánicamente extendió su brazo ajustando sobre el cuello, aquella bufanda a cuadros escocesa casi sin uso, que despertaba en él, un infantil sentimiento de cariño.

      Caminó sin precisión de tiempo, y con el mismo desgano de veces anteriores alzó su mirada sobre la numeración de una vivienda, sacó nuevamente el arrugado papelito de su bolsillo izquierdo, y como si despertara, brotó en su boca una imperceptible mueca de molestia, y retornó sobre sus pasos escudriñando con mayor atención sobre las placas gastadas de las puertas.

      Finalmente se detuvo frente a una edificación sencilla, de paredes blancas y de frente plano. Observó la chapa de bronce bien bruñida que resaltaba sobre el costado de la entrada y leyó:

      DR. ABEL ZAZAR

      MEDICO PSICOLOGO

      Meditó un momento, algo indeciso, pero finalmente apoyó su índice sobre el botón del timbre, y apretó.

      Sintió el sonido apagado de un din–dong que se alejaba... respiró profundamente... y esperó.

      Recordó en aquel instante el encuentro casual, hacía tiempo, con aquel Amigo de la infancia, en que ambos confesaban uno al otro la dureza de sus mutuas realidades.

      También vino a su memoria la anotación que hizo con poco interés de aquel nombre sugerido que surgió espontáneamente del amigo, y que guardó quizá, más por compromiso que por utilidad. No creyó utilizarlo. Hasta se sorprendió haberlo encontrado después de tanto tiempo. Quizá no hacia tanto… pero sintió la sensación


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