56. Guillermo Baldomero Castro

56 - Guillermo Baldomero Castro


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el común de los casos, en músculos tensionados, hombros contracturados, hipertensión, insomnio, mala digestión, y otros muchos trastornos que, en casos de rechazo extremo de la realidad puede provocar hasta una ceguera total – lo he visto personalmente – aunque generalmente transitoria y felizmente rara.

      El miedo por ejemplo, es paralizante, tanto en la iniciativa como la actividad motora. El ser se siente atado, desprotegido, imposibilitado de tomar una acción, como abierto o disponible a cualquier tipo de daño o perjuicio externo…

      En el pánico, la inseguridad es tal, que hasta cruzar la calle infundiría pavor.

      Le cuento un caso. Me encuentro un día con un viejo amigo, con el cual hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Luego del abrazo y recordar viejas travesuras, me contó que estuvo internado por un grave sangrado de una úlcera interna.

      Conociendo un poco las respuestas orgánicas, me aventuré a preguntarle:

      ¿Amigo mío...¨no andarás muy nervioso?

      Y la respuesta no se hizo esperar…”Me separé de mi mujer... y estamos dividiendo los bienes... Pero esta infame no se va a llevar un mango…”

      Y continúo exteriorizando en sus palabras su catarata de ira, odio y venganza en términos por cierto no muy ortodoxos.

      ¿Que había pasado allí?

      Algo muy simple. Se le envió al organismo mensajes de tal magnitud, que se abrió un mecanismo de defensa para situaciones extremas.

      Pero una situación extrema… es justamente eso. Extrema.

      No son normales ni permanentes. Son digamos… altamente excepcionales. Y el cuerpo, no fue‚ preparado para vivir, en continuidad bajo esa ansiedad. Y tuvo que explotar.

      Primero fue quizá, una acidez marcada.

      Luego fue gastritis que derivó en úlcera. Por último colapsó la úlcera por generosidad del cuerpo. Podría haber elegido el corazón, o el cerebro mismo. Y entonces este amigo mío seguramente no habría podido contarme sus penurias.

      T —¿Es lo que me está pasando a mí?...

      AZ —Quizá sí… quizá no. Vamos a buscar el origen de su mal. Pero no es algo que podamos decidir en esta instancia.

      Sí… hay algo muy importante, diría yo… de vital importancia, que no hemos dicho y no debemos pasar por alto.

      Si usted coloca la mano en una braza… seguramente algún Neurotransmisor dará la orden ¡Retírela!

      Pero en esta maravillosa complejidad que es el cuerpo, usted mismo, con su voluntad… y conscientemente, puede ordenar: ¡La dejo! y habrá liberado un Neurotransmisor que inhibirá la acción del primero, aun cuando la mano sufra un daño irreparable.

      ¿Y que nos dice esto?

      Que la decisión voluntaria, tiene digamos… prioridad, sobre las acciones inconscientes del organismo.

      El cuerpo puede decir: ¡Tengo hambre!,

      Pero voluntariamente puedo decir: ¡No comeré!.

      Un mensaje envía el aviso: -¡Necesito dormir!.

      Y una acción consciente puede ordenar: ¡Todavía no!.

      De hecho, lo hacemos muy asiduamente...

      En el Oriente, sobre todo en la India, los faquires trabajan mucho sobre ello, y logran resultados notables de control sobre los procesos de tipo inconsciente. Disminuyen el ritmo cardíaco, bajan la respiración casi hasta detenerla, controlan el dolor...

      T —Se acuestan sobre clavos…

      AZ —Monjes tibetanos soportan temperaturas bajo cero casi sin ropas, en estados de meditación y prácticamente anulan su sensibilidad sin que esto produzca daños ulteriores.

      T —¡Doctor! No me estará pidiendo que me convierta en Faquir o en monje...

      Nunca pensé ser monje… ya tengo demasiado..

      AZ —No Tomas. No pretendo eso. Tampoco yo soy Faquir…

      Pero es bueno mirar en rededor y aprender de las virtudes ajenas.

      Difícilmente encuentre usted un Faquir o un monje estresado. El control de la respiración requiere, básicamente, un estado de relajación física y mental muy grande. Pero por sobre todo, una voluntad… el deseo de lograr ese control sobre los mandatos inconscientes. Y esa es la parte que debemos rescatar.

      Sabemos que es posible, porque hay quienes lo hacen.

      Sabemos que el cuerpo lo admite, porque conocemos un poquito su funcionamiento.

      Y sabemos que funciona, porque los resultados están a la vista.

      Lo que nos debemos preguntar es:

      ¡Si verdaderamente queremos hacerlo!

      T —Pero doctor… ¿no hay una pastilla… una inyección… o un caldo de pastillas que me quite esta angustia, este hormigueo que siento en el cuerpo?

      Porque le juro… es espantoso…Es cierto un poco lo que usted dice… pero quiero superar esto porque… no doy más…

      AZ —Lo comprendo Tomas... y tenga por seguro que entiendo lo que está pasando. Ojalá tuviera en mi poder el medio de sacarle su dolor en este instante. Pero la medicina no es milagrosa.

      Solo utiliza técnicas más o menos probadas para estimular una respuesta orgánica.

      ¿Tantos año lleva la medicina… y no hay un miserable remedio que me alivie?...

      AZ —Tomas… el hombre busca consciente o inconscientemente hechos sobrenaturales. Y es un camino errado…

      Es cierto que el estudio más o menos sistematizado de las cuestiones médicas viene de hace mucho…

      Ya desde Hipócrates, se viene investigando seriamente el cuerpo humano.

      T —¿Y quién es el fulano?

      AZ —Era un estudioso de las artes médicas… del año 400 más o menos antes de Cristo. Escribió varios tratados y es llamado el Padre de la Medicina. Mucho se ha avanzado desde aquella época. Y es tanto el avance, que hoy se hace imprescindible la especialización.

      Pero todavía es muy largo el camino para desentrañar los misterios del cuerpo humano.

      Fíjese… que las Endorfinas, sustancias opiáceas, que sintetiza el cuerpo Se han descubierto tan solo hace unas décadas, alrededor de 1970.

      Algunas cadenas de estos péptidos, son mucho más poderosas aún que la encefalina o la morfina misma.

      El tan famoso ADN, trasmisor de los genes en los seres vivos, pudo identificarse hace apenas 50 años, y aun se lo continúa estudiando.

      Las enfermedades llamadas Autoinmunes, como la Artritis, el Reumatismo Deformante, las Mielopatías, la Esclerosis Múltiple, tienen una etiología prácticamente desconocida, es decir... no se conoce su causa…

      T —Estamos a fojas cero…

      AZ —No. En realidad no. El avance de la ciencia en todos los ámbitos Tomás… es espectacular. Y hasta diría... impredecible.

      Debemos sentirnos muy contentos y hasta orgullosos de lo que el ser humano ha logrado.

      Pero hay mucho que meditar también sobre esto. Quizá en otro momento.

      T —Bueno... pero... ¿me va a dar un medicamento?

      AZ —-¡Usted ya está tomando un ansiolítico! … no lo suspenda…

      Tampoco se lo voy a cambiar…

      Quiero que comprenda bien lo que está sucediendo…

      En este mal que usted siente… tenemos un adversario común…

      Yo solo… nada puedo hacer. Y aparentemente usted tampoco...


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