Solo... imagínalo. Silvia Sabina Montés
horizonte y una gran masa de fuego iluminó lo estático y diminuto que allí se encontraba. Un minuto más tuvieron de vida, porque luego, todos conscientes fueron cayendo, uno por uno al suelo, en donde los esperaba este para tragárselos. Y en ese momento fue cuando un infierno brotaba sin límite.
Poder terrestre que nuestras almas penetran indeseables en busca de una verdad sublime.
Los demás números, el dos y el diez narraban en coro:
“Mis ideas no florecen, mi mente está ocupada
el tiempo sigue su camino, pero yo no puedo alcanzarlo,
como un túnel profundo, mi mente perturbada.
Así fueron pasando los días y la gente no ayudaba
así, fui agonizando y el tiempo fue pasando,
como un mar enfurecido, mi mente ocupada.
Y así fue como un día, la muerte me llegaba
como la sabia respuesta, al dolor de las ideas,
fui a morir a la tumba y el silencio me ayudaba.
Con la mente despejada, la calma interna me invadió
y se adueñó de mis ojos, cerrándolos para siempre.
Y ya en paz me encontraba”.
Escape de traidores, que se alimentan de la débil cubierta de radiaciones espontáneas.
El nueve apareció detrás de un sauce, su mirada era triste. Me acerqué y le pregunté qué le sucedía. Comenzó a relatarme su vivencia:
Al despertar en una fría mañana, me di cuenta de que el otoño había invadido el melancólico pueblecillo, en donde he permanecido desde el comienzo de la primavera, sin poder concretar mi único objetivo para el cual he nacido.
Recorriendo el pueblo encontré solo puertas cerradas y calles desoladas. Al dirigir mis ojos hacia la pradera, un suave blanco tapizaba los sembrados de la temporada. Entonces decidí partir, porque todo había sido en vano allí.
Siempre trataba de que mi vida tuviera un aroma a flores, por eso, perseguía la primavera, para ello debía recorrer largos caminos y soportar las decisiones del poderoso Dios del Tiempo.
Por supuesto, prometí a los habitantes que volvería y en sus miradas, una tenue sonrisa disimulaba la catastrófica situación que los embargaba.
Lecho de vergüenza, humillación, soberbia e hipocresía que acuna el amanecer cotidiano de nuestras ilusiones.
Luego de la desordenada cuenta regresiva, de la cual fui testigo apareciéndose como una visión, el doctor B…, reconocido mundialmente por su labor en beneficio por la humanidad, percibió una fugaz melodía de números que anticipaban la destrucción total.
En su mente surgió la idea de enfrentarse en un futuro con una rosa de once pétalos en su rojo jardín.
El Duende Blanco
El duende blanco yacía en un árbol
tan antiguo como su propia alma.
Dormitaba en las mañanas para
descansar de su nocturno ritual.
El duende blanco era tan tan sabio
como el primogénito del Creador.
El silbido del viento se asemeja
a su sin igual eterna respiración.
En todo el universo una leyenda
lo alaba con justa determinación.
El duende blanco no es blanco ni negro
solo era, solo es, puramente ilusión.
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