Vivencias. Diego Barroilhet

Vivencias - Diego Barroilhet


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       VIVENCIAS DE UN VIÑAMARINO

      © Diego Barroilhet, 2021

      ISBN Edición digital: 978-956-6131-09-0

      Diagramación digital: ebooks Patagonia

       www.ebookspatagonia.com [email protected]

      Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte ni registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecanismo, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro sin el permiso previo escrito por el autor. Lo que está escrito en este libro es únicamente de responsabilidad del autor.

cover

      Dedicatoria;

      Dedicado solamente para ti; mi amigo imaginario, mi ángel de la guarda, mi cómplice, mi hermano, Joaquín Barroilhet Acevedo

      LA CASA DE LA NONA

      Haciendo caso omiso a las reiteradas advertencias de mi primer Jefe, Don Sergio Maturana; el hijo del juez y yo trepamos por la ventana trasera del camarín del colegio de la Calle Agua Santa. Impulsivamente, trepamos por la pandereta que nos llevaría a la «Mansión abandonada».

      Dentro de la gran casona, el eco de los salones vacíos se nos unía a la aventura y la lámpara de lágrimas, la más grande, majestuosa y preciosa que he visto hasta ahora.

      Ella marcaba el centro exacto del salón principal.

      En el aire, el olor a abandono evidenciaba que la casa llevaba meses así. Al oriente, las ventanas rotas dejaban entrar el ruido de las micros del recorrido N°23; forzando sus motores diesel al encumbrarse por la pronunciada variante Agua Santa.

      De pronto, las sabias advertencias de Sergito se hacían realidad, el peor escenario, lo que no tenía que pasar, pasó; los hermanos llegaron saltando el eterno portón principal; El Huaso y El Rucio Venezián, escopeta en mano, llegaban a defender la casa de su Nona. Comenzaba nuestra carrera, «Corre, corre, todo Chile corre ¡¡CTM corre!!». Saltando por la ventana de la cocina hacia el abandonado y ya oscuro jardín trasero, luego; mi iniciación, bautismo, tesis y graduación en el Parkour me llevó de techo en techo hasta la calle Walker, corrí como nunca, test de Cooper y Copa Hop-Hop al unísono. De mi partner no supe hasta el día siguiente, solo supe que habíamos zafado de los escopetazos gracias a nuestro profundo conocimientos de la techumbre, panderetísmo y logística en distribución de los cité Guayacanenses, en 47 segundos, literalmente, 47 segundos, estaba dentro de mi cama leyendo «Juan Salvador Gaviota» para que no me mandaran a comprar parafina. 60 meses después, el destino hizo de las suyas; la primera mañana de Marzo, El Huaso figuraba en mi sala de clases como el más viejo de los nuevos compañeros de curso. Yo lo recordaba perfectamente, pero él no sabía que estaba frente al veloz e intrépido escapista. A los pocos días me armé de valor y le pregunté si recordaba ese episodio; él solamente se reía a carcajadas, «Como olvidar, al par de flacuchentos corriendo como gallinas aterradas, escapando de un rifle de juguete, jajá, par de pendejos ridículos, gritaban como pajarracos» Hasta el día de hoy somos grandes amigos, y nos reímos de esta y otras historias. La casa, fue demolida para dar paso un feo edificio, que esconde en sus cimientos, una macabra y triste historia.

      DOS MÁS UNO, ES TRESS

      A veces, cuando me estreso, aplico la técnica de la Vero, tomo la manguera y riego; riego el pasto, las plantas, las enredaderas, los muros, las ventanas, la casa, toda, toda la casa, el techo del vecino, autos y todo, todo lo que se me cruce.

      EL CLIENTE

      Noviembre del 2015 / 10:00 Hrs.

      Av. España - Pista 2/ Viña a Valpo.

      Diego (yo) al volante y un Cliente de copiloto

      Cliente me pregunta: «Y ... tus hijos, dónde estudian?» a lo que rápidamente respondí: Mackay y STM. Sin preguntarle de vuelta, él me cuenta, «Bueno, el mayor mío está en la UAI, los mellis los puse en el ST Dominic y la chica, mmm, esa me salió media weona, así que la metí a un colegio penca»

      Yo solo logré contar hasta 7, le dije «Mira tú, que coincidencia, Yo salí de ese mismo colegio penca»

      Él, «entero» compungido comenta , «lo que pasa es que mi hija es media artística o sea artista tu cachay, como tú

      Yo: «Yo no soy artista, soy informático y por eso te estoy atendiendo» Ex-cliente: «lo que pasa es que ...»

      Yo: «tranquilo, no es la primera vez que me pasa.»

      Seguimos hablando forzadamente del clima.

      LA RENOLETA DE LA MAMÁ

      La Vero, la MAMÁ, la Tía Verónica: Año 83, ella al volante del único auto nuevo de los Barrualas. La Renoleta, La Renola, a su lado, el Caio, yo atrás, obviamente. Lugar: Recta Las Salinas, desde Reñaca a Coraceros... Todo bien, todo «nice», hasta que, a la Vero se le cruza una gran poza de agua, de esas, la de la lluvia del día anterior, la que acumula el agua entre la solera y la mitad de la calle, esa, la tentadora, que cuando uno tiene más de 40, le hace el quite, esa poza, la que refleja el azul del cielo del día siguiente del día lluvioso. Bueno, la Vero la vio, y no le hizo el quite, ella se enamoró de su agua y ubicación, encontró rápidamente a dos jóvenes en la vereda, posicionados en el punto preciso y muy preciso para; acelerar, «Renoletiar» sobre aquella poza y salpicarlos, literalmente, empaparlos, mientras Caio y yo la mirábamos anonadados y exclamábamos «Pero Mamá !!»...

      Cuando el «Pero Mamá!!!» se apagó, (justo frente a la ESSO Verschae), nuestra madre se aferró al delgado manubrio, aplastó el pedal del freno y repartió su mirada culposa con ambos dos. Exclamó, con franco arrepentimiento, «Xuxa!!» podrían haber sido ustedes dos.. mis hijos.

      Lo que venía, no tenía porqué pasar; Doña 1.0... pone R, marcha atrás a la ya mojada, chantada y agotada Renola, retrocedemos, hasta ubicar a los dos jóvenes que había empapado con alevosía y «care palo» les pregunta: «Perdón me equivoqué, los llevo a su casa?»

      Terminamos en la casa de los jóvenes; nuestra Renola, Doña, Caio y yo. Vericosas!

      LA VISITA DEL CORCHO

      Anoche, justo cuando me dormía, mi cerebro me jugó una mala pasada, soñé contigo...

      Te abrazaba, sentía tu olor y te me acercabas contorsionándote, mientras la emoción de tu inquieta cola no te dejaba caminar en línea recta. El abrazo fue largo y apretado, muy largo, como sabiendo que no nos volveríamos a ver. ¡Nunca fuiste una mascota, fuiste siempre un hermano! Sr. Corcho Barroilhet Acevedo

      EL PAR DE BALONES DE GAS

      Marzo colegial, calle Guayacán, en el 36, la casa Negra. Un día Martes 08:05, en la ducha. El agua empezaba a enfriarse, continuaba enfriándose... la conclusión era sólo una; se había acabado el GAS, lo que significaba, salir del baño, enshampoozado e ir al antejardín a mover la manivela del Lipigas para darle paso al de repuesto, Antejardín + enshapoozado, no era un problema, claro que no, a no ser que vivas frente de un colegio. CTM!!

      Figuraba tiritando acinturado con unaTextil Viña, cual sushi, con mi propio nori, 100% algodón, en el antejardín, de la carbolineumiada casa y bajo el Pomelo, el árbol que nos regalaba unos exquisitos y ultra amargos frutos, de un color fascinante. Yo me bucleaba mirando el color los pomelos mientras las risas del entrante alumnado carcajeaba mienzunchada facha.

      Terminé la ducha cuando la campana (timbre eléctrico), era el encargado de acarrear el ganado estudiantil a sus aulas.

      Yo sabía que el insistente y dictador timbre duraba poco más de 35 segundos, tiempo suficiente para; despedirse cariñosamente de Corcho y cruzar caminando, saludar a los auxiliares que emblemaban la entrada y subir a la sala, donde me siento en la segunda fila y mi compañera me dice, «vienes pasado a shampoo, qué te apuesto que recién te


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