Nerviosos y neuróticos en Buenos Aires (1880-1900). Mauro Vallejo

Nerviosos y neuróticos en Buenos Aires (1880-1900) - Mauro Vallejo


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de Catramina Bertelli” advertía que eran “muy solubles y bien digeridas por los estómagos más delicados”; a renglón seguido se agregaba: “No hay instrucciones particulares que observar para el uso de estas píldoras. Se dejan disolver en la boca, de una a dos (que se pueden también tragar directamente enteras de dos en dos horas)”.8 Uno de los múltiples remedios ofrecidos para combatir la tenia o lombriz solitaria (la “Pelletierina de Tanret”) era “el más fácil de tomar” y cada dosis iba acompañada de “una instrucción detallada”.9

      Podemos recuperar el ejemplo de un producto muy conocido en la época, el “Aceite de hígado de bacalao de Berthé”, indicado contra la debilidad y el raquitismo.

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      La dimensión de lo nervioso podía figurar en el espectro de esas medicinas de manera más bien difusa o vaga, sobre todo en los años previos a la última década del siglo. Antes de recortarse como un campo generoso de patologías bien delimitadas, lo nervioso quedó anexado al tópico de la debilidad y el mal desarrollo. Los nervios parecían guardar mayor parentesco con un sistema orgánico a fortalecer, que con la posibilidad de constituir la sede de afecciones rotuladas. A esa meta iban apuntados, por ejemplo, algunos productos basados en el hígado de bacalao, como la Emulsión Defresne:

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      Con el correr de los años, como dijimos, las “enfermedades nerviosas” en su conjunto, o algunas de ellas en particular, comenzaron a figurar en esos avisos de milagros. Ya a mediados de la década de 1880 hallamos ese tipo de publicidades, y no cabe duda de que muchas de ellas se remontan a años anteriores. La “solución anti-nerviosa de Laroyenne”, por ejemplo, figurará en esa sección de los diarios durante muchos años. Con ella se conseguía una “curación frecuente” y “alivio siempre” para la epilepsia, el “histérico” o las convulsiones. El aviso tiene valor paradigmático, por otro lado, por el balance disparejo que establece entre el texto, claro y en letras bien visibles, y la imagen (que representa a un hombre caído, presa de un ataque convulsivo), pequeña, ubicada en el vértice superior derecho.

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      La misma alusión al “histérico” aparece en otro remedio que además prometía una “curación segura” de la epilepsia o la corea: las “Grajeas Gelineau”. El producto estaba indicado para condiciones un poco más difusas, pero que de todos modos ya comenzaban a ser deletreadas en la literatura médica del período y a abultar los registros estadísticos, como el “nervosismo”:

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      El jarabe Henry Mure, distribuido por esos mismos días, apuntaba a una población similar, pero se atrevía a dar un extenso listado de las “enfermedades nerviosas” que podían ser contrarrestadas. Aquí también podemos sospechar que no hay una mano médica detrás: no debido a lo añejo de los rótulos, sino a su carácter extravagante (o a su denominación errática). Por ejemplo,


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