Desde la capital de la República. AAVV
El origen de lo que se llamó «Movimiento del Congreso Mundial de la Juventud» fue una resolución adoptada por la Federación Internacional de Asociaciones pro Sociedad de Naciones en junio de 1933, que mostraba la consciencia existente del fracaso del «espíritu de paz» que se había intentado introducir tras la Gran Guerra: había llegado el momento de que la generación que no había participado en aquella «actuara para reformar las políticas sociales e internacionales que sus mayores habían seguido con tan malos resultados».13 En el Primer Congreso Mundial de la Juventud, René Cassin planteó que las lecciones de la guerra mundial se habían olvidado y que los jóvenes estaban recibiendo –encubiertas bajo las «ideas nobles del patriotismo, el coraje y el heroísmo»– las viejas ideas que «ya han demostrado ser muy desastrosas».14 La importancia de la movilización juvenil del periodo de entreguerras hizo destacar el papel que los jóvenes podían jugar en la defensa de la paz. Ya en 1935 desde las organizaciones religiosas del Reino Unido se defendía que «la juventud puede parar la guerra. Si la juventud rechazara luchar, la guerra pronto quedaría relegada al limbo de las cosas fuera de moda». En el congreso mundial de 1938, el subsecretario de Estado de Estados Unidos dijo que «el mundo se ha dado cuenta con razón de que la voz más fuerte que se puede levantar contra la agonía de la indecisión que prevalece hoy en día es la de la juventud».15
Se planteaban como objetivos del primer congreso proporcionar a los jóvenes de todos los países una oportunidad para intercambiar ideas sobre los sucesos internacionales, discutir las posibilidades de elaborar un plan común para «prevenir la guerra y organizar la paz», y estrechar los lazos entre las organizaciones juveniles y entre éstas y las asociaciones pro Sociedad de Naciones. Su convocatoria coincidió con la celebración, en París, de un congreso mundial contra la guerra y el fascismo, promovido por Henri Barbusse con el apoyo del escritor pacifista francés Romain Rolland y organizado por los comunistas, en el que participaron intelectuales de izquierdas no militantes. Este congreso situó al fascismo como enemigo principal, vinculándolo con la posibilidad de una nueva guerra, y fue seguido por otro de jóvenes que se celebró también en París en septiembre de 1933.16
Este congreso y el llamado «Primer Congreso Mundial de la Juventud» parecen no solo iniciativas independientes, sino hasta en competencia, si tenemos en cuenta la política comunista en ese momento, que la URSS no entró en la SdeN hasta septiembre de 1934, y que en lo que se llamó «Presidium» del Congreso Mundial de Jóvenes contra la Guerra y el Fascismo no figuraba ninguno de los intelectuales que apadrinarían el otro. Sin embargo, el fracaso del comunismo alemán ante el ascenso de Hitler al poder ya había generado dudas sobre la eficacia de la política comunista, y es significativo que fuera tras los dos congresos contra la guerra y el fascismo comunistas cuando se constituyeron en Francia diversos comités que significaron la primera movilización específicamente antifascista impulsada por el Partido Comunista Francés, uno de los primeros defensores de la política frentepopulista.17
Y si bien es bastante conocido el acercamiento de la Juventud Comunista Francesa a otras organizaciones juveniles anterior a los congresos internacionales comunistas de 1935, entre los ejemplos juveniles destacados en ellos, aparte del francés, estuvo el más desconocido de Estados Unidos. Se explicó que la organización juvenil comunista de ese país había sido invitada a participar en el American Youth Congress, que celebró su primer congreso en 1934. Se reconoció que, anteriormente, se hubiera rechazado participar, pero se valoró muy positivamente haberlo hecho. Habían aprendido un nuevo lenguaje y nuevas tácticas más elásticas y reconocieron que el dinero que el gobierno destinaba a los jóvenes no era simple demagogia, sino que era muy útil para la juventud, que lo había logrado con sus protestas.18
En este contexto, se celebró en febrero de 1936, en Bruselas, una conferencia preparatoria del Primer Congreso Mundial de la Juventud a la que llamaron a participar catedráticos e intelectuales europeos destacados del momento, como Theodore Ruyssen (1868-1967), filósofo e historiador, secretario de la IFLNS, destacado pacifista francés y presidente de la Asociation de la Paix par le Droit (Asociación de la Paz por el Derecho).19
Y el Movimiento del Congreso Mundial de la Juventud fue mucho más allá en su capacidad unitaria que la política comunista y fue propuesto y apadrinado por sectores liberales y socialistas que apoyaban a la Sociedad de Naciones, como se refleja claramente en los ponentes que intervinieron en el primer congreso, de tendencias liberales o socialdemócratas y personalidades importantes de la Europa del momento y que continuaron siéndolo, en algunos casos, hasta bien entrada la segunda posguerra. Un ejemplo es Henri Rolin, que había participado en los trabajos preparatorios del Tratado de Versalles, en la creación de la SdeN y en el gobierno belga presidido por Émile Vandervelde en 1925. Había entrado en el Partido Obrero Belga (socialista) en 1931 y fue senador desde 1932 a 1965. Exiliado en Londres desde 1941, Rolin participó en la Conferencia de San Francisco en la que se creó la ONU, fue ministro de Justicia de Bélgica en 1946 y presidente del Senado entre 1947 y 1949.20
Desde el ámbito religioso, intervinieron el filósofo católico francés Emmanuel Mounier (1905-1950), que había fundado en 1932 el movimiento y la revista Esprit, uno de los que mejor refleja lo que Jean Touchard llamó «el espíritu de los años treinta»; y Emil Brunner (1889-1966), destacado teólogo protestante y catedrático de teología en la Universidad de Zurich desde 1924.21
Entre los 39 patrocinadores del segundo congreso estuvieron nuevamente Henri Rolin y Theodore Ruyssen, pero también los ministros de Asuntos Exteriores de Finlandia, México, Noruega, Checoslovaquia, Dinamarca y Suecia; el belga Louis de Brouckère, presidente de la Internacional Obrera Socialista; Diego Martínez Barrio, de Unión Republicana y presidente de las Cortes Españolas durante la guerra civil; Edouard Herriot, del Partido Radical Francés y presidente de la Cámara de Diputados francesa; el arzobispo de York (Gran Bretaña); Lord Robert Cecil, presidente de la LNU británica; o Pandit Jahawarlal Nehru (presidente del Congreso Nacional Indio, que sería primer ministro de la India independiente entre 1947 y 1964).22
La excepción a esta caracterización fue el secretario general de la Unión de Jóvenes Comunistas de la Unión Soviética, Aleksandr Kosarev, que intervino en el primer congreso en la que fue, probablemente, «la primera vez que los jóvenes soviéticos se reúnen con jóvenes de otros países y diferentes puntos de vista». Al segundo congreso la organización juvenil soviética ya no asistiría, quizá por las purgas que ella misma estaba sufriendo.23
Para organizar la participación española en este congreso, y no como «fórmula del acercamiento entre jóvenes políticos y universitarios», fue para lo que se creó en España el Frente de la Juventud,24 al igual que se había creado el American Youth Congress. En 1935, se reunió por primera vez el Congreso de la Juventud Canadiense y a partir de ese momento se reunió anualmente hasta 1940. Incluyó organizaciones juveniles de diferentes clases sociales, religiones y etnias, y, en su punto álgido, reunió a más de 400.000 jóvenes. Con el mismo objetivo y tras varias reuniones auspiciadas por la League of Nation Unions británica, se conformó, en marzo de 1936, la British Youth Peace Assembly. Desde la oposición a ella, la Economic League –un grupo de presión conservador–