El medallón misterioso. Belén A.L. Yoldi

El medallón misterioso - Belén A.L. Yoldi


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      GINKGO BILOBA illustration

      © del texto: Belén A.L. Yoldi

      © diseño de cubierta: Equipo BABIDI–BÚ

      © de esta edición:

      Avda. San Francisco Javier, 9, 6ª, 23

      Edificio Sevilla 2

      41018 - SEVILLA - España

      Tlfns: 912.665.684

       [email protected]

       www.babidibulibros.com

      Primera edición: enero, 2022

      ISBN: 978-84-19106-97-1

      Producción del ePub: booqlab

      transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra».

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      Dedicado a mi gran familia. En especial para mis padres: Ignacio y Maribel.

       «Cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar; siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve». «Donde el corazón te lleve» de Susanna Tamaro

      ÍNDICE

       El nigromante de la torre

       PARTE 4. UNA ALDEA EN LAS NUBLADAS

       Los cazadores de cabezas

       Un mal despertar

       La huida

       La persecución

       Tras las huellas de los darkos

       El rescate

       La aldea

       Una tregua breve

       La patrulla

       En el portillo de los cabreros

       PARTE 5. BAJO LA BÓVEDA DE LAS ESTRELLAS

       Un regreso accidentado

       Selene, la artista de Bernedo

       Un nuevo compañero de viaje

       Un vuelo por el espacio

       PARTE 6. LA ESTEPA PÚRPURA

       En la estepa púrpura

       En el campamento Kasak

       Gorgonias y telumorfos

       Camino a las montañas del cielo

       El mentagión

illustration EL NIGROMANTEDE LA TORRE

      En lo alto de la Torre de los Espejos que se levantaba sobre un islote en mitad del Mar de la Locura, un encapuchado escudriñaba en el interior de una esfera casi tan alta como él. De las cuencas vacías de sus ojos salía una luz eléctrica que se reflejaba en la superficie curva de la esfera como los faros encendidos de un coche deportivo en un espejo retrovisor.

      Afuera era noche cerrada. A través de los cristales de la cúpula se podía ver el vuelo ominoso de un dragón, su sombra más negra aún que la noche se recortaba contra el cielo estrellado. Por lo demás, estaba solo.

      Dentro de la gran bola vítrea se reproducían en aquel momento imágenes muy vivas, con destellos y sombras de un bosque tenebroso, primero, de un arco de mármol blanco y de montañas agrestes después. Los colores escapaban de la esfera y se reflejaban en las paredes y teñían la atmósfera del salón circular, creando un caleidoscopio en movimiento de tonalidades cambiantes.

      El encapuchado alzó la mano enguantada y, al colocarla sobre la superficie de la esfera, un rostro moreno y barbudo pasó al primer plano. El espía de la torre examinó con atención a aquel hombre de mirada magnética y dura que se proyectaba dentro de la bola y que, evidentemente, no podía verlo a él. Se fijó en la espada que sobresalía sobre su hombro, con aquel rubí tan valioso adornando la empuñadura. Luego estudió a las personas inofensivas que lo acompañaban, caminando por la montaña, una mujer de cabellos cobrizos y dos muchachos, chico y chica. Se fijó sobre todo en la mujer, que llevaba colgando del cuello un amuleto de plata con el árbol de la vida.

      Tras un agudo examen, dejó que la escena siguiera su curso. Parecía ver una película de cine, solo que esta era una película en tres dimensiones y con personajes palpitantes, muy real.

      El encapuchado estaba espiando con la esfera a Miles, el guerrero Ad-whar errante, y a Finisterre, la monitora del campamento de Ochate, en su viaje con Nika y Javier a través del Bosque Umbrío, los Desfiladeros del Buitre y las Montañas Nubladas.

      Pronto, muy pronto, esos extranjeros caerían en sus manos. Y el errante también.

      Pasó su dedo índice de nuevo sobre la esfera y la imagen cambió para dar paso a otras en las que se aparecían hombres armados con espadas y hachas, también vio a duendes con piel de lagarto y a bestias que rastreaban las huellas de los forasteros en la montaña.

      El encapuchado volvió a enfocar la vista en los cuatro viajeros y murmuró:

      —¡La red está tendida! Todos los puntos de desembarco, controlados. —Y añadió con determinación implacable—: Vayan donde vayan,


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