La fábrica mágica . Морган Райс
la clase se quedó en un silencio sepulcral. No era el silencio tenso de un ataque preparado, sino el silencio humilde de haber aprendido algo inspirador.
Oliver sintió que se le hinchaba el estómago. La Sra. Belfry realmente era la profesora más genial. Era la única persona que había demostrado casi el mismo nivel de entusiasmo que él tenía por la física, la ciencia y los inventores, y su entusiasmo incluso consiguió silenciar a sus alborotados compañeros, aunque solo fuera por un rato.
Justo entonces, una enorme ráfaga de viento hizo repiquetear los cristales de las ventanas. Todo el mundo saltó a la vez y dirigió la mirada al cielo gris que había fuera.
—Parece que la tormenta va a atacar pronto —dijo la Sra. Belfry.
Inmediatamente después de que ella hablara, se oyó la voz del director por el altavoz.
—Alumnos, acabamos de recibir un aviso del Servicio Nacional de Meteorología. Esta va a ser la tormenta del siglo, como nada que hayamos visto antes. Realmente no sabemos qué esperar. Así que para curarnos en salud, el alcalde ha cancelado las clases por hoy.
Todos empezaron a gritar entusiasmados y Oliver se tuvo que esforzar por oír las últimas palabras del anuncio del director.
—Se espera que llegue la tormenta en la siguiente hora. Fuera hay autobuses. Por favor, id directos a casa. El aviso oficial es no estar en al calle cuando llegue la tormenta aproximadamente dentro de una hora. Este es un aviso para toda la ciudad así que vuestros padres os estarán esperando en casa. Cualquiera que sea pillado haciendo novillos será expulsado.
Alrededor de Oliver, a nadie parecía importarle. Lo único que habían oído era que no había escuela y que iban a aprovecharlo al máximo. Cogieron los libros y salieron corriendo de la clase como una estampida de búfalos.
Oliver cogió sus cosas más lentamente.
—Lo hiciste muy bien hoy —le dijo la Sra. Belfry mientras metía todos sus pequeños modelos dentro de su bolso—. ¿Tienes cómo llegar a casa? —Parecía preocupada por su bienestar.
Oliver asintió para tranquilizarla.
—Cogeré el autobús como todos —dijo, mientras se daba cuenta de que eso podría significar soportar un viaje con Chris. Se estremeció.
Oliver se pasó la tira de su mochila por el hombro y siguió al resto de chicos de la escuela hasta fuera. El cielo estaba muy oscuro, era prácticamente negro. Parecía muy amenazante.
Con la cabeza baja, Oliver empezó a andar hacia la parada de autobús. Pero justo entonces vio algo detrás de él, algo mucho más escalofriante que una nube negra de tormenta tropical: Chris. Y corriendo a su lado estaban sus amigotes.
Oliver se giró y echó a correr. Fue directo al primer autobús que había en la cola. El autobús estaba abarrotado de niños y, evidentemente, a punto de irse. Sin tan solo ver hacia donde iba, Oliver se lanzó a bordo.
Justo a tiempo. El mecanismo siseó y la puerta se cerró tras él. Un instante después, Chris apareció al otro lado, mirando fulminándolo amenazadoramente con la mirada. Sus amigotes se acercaron a su lado y todos lanzaron una mirada amenazadora a Oliver a través de la puerta, que en realidad no era más que un fino escudo de cristal protector.
El autobús partió, alejando a Oliver de sus violentas caras.
Él miraba por la ventana mientras el autobús se alejaba y empezaba a coger velocidad. Muy a pesar de Oliver, Chris y sus compinches entraron a la fuerza en el autobús que esperaba detrás. Este también se alejó de la escuela, siguiendo de cerca.
Oliver tragó saliva por el miedo. Con Chris y sus amigos justo un autobús por detrás, sabía que si lo veían bajar ellos también lo harían. Entonces se lanzarían a aporrearlo. Se mordió el labio preocupado, sin saber qué hacer a continuación. Si su capa de invisibilidad realmente existiera, ¡ahora sería el momento de usarla!
Con un enorme chasquido, el cielo pareció abrirse. La lluvia caía en cascada y los rayos cubrían el cielo. Oliver pensó que era demasiado quedando una hora para que llegara. Ya tenían la tormenta encima.
El autobús zigzagueaba peligrosamente por la calle. Oliver se agarraba a la barra de metal y chocaba con los hombros de los otros niños que había a su alrededor. Las cosas habían pasado de parecer amenazantes a parecer, de repente, bastante escalofriantes.
Otro relámpago rasgó el cielo. Los chicos que había en el autobús gritaban de miedo.
Entonces Oliver se dio cuenta de que tal vez podía usar la tormenta a su favor. Dado que bajar en su parada era imposible con los amigotes de Chris vigilando, tendría que bajar inesperadamente. Mezclarse con la multitud. Y con la fuerte lluvia y la desorientación general, eso podría ser posible.
En ese momento exacto, el autobús fue frenando hasta detenerse. Un gran grupo de niños salió disparado hacia la puerta. Oliver miró a su alrededor y vio que estaban a las afueras del barrio bueno, que parecía ser donde la mayoría de alumnos del Campbell Junior High vivía. Oliver no conocía el barrio especialmente bien, pero tenía una ligera idea de dónde estaba en relación con el suyo.
Así que siguió a la multitud y bajó en una parada desconocida. La lluvia torrencial caía sobre él y los demás. Intentaba pegarse a la multitud pero, para su desesperación, todo el mundo se dispersó en diferentes direcciones y rápido también para escapar del tiempo. Antes de que Oliver pudiera parpadear, se quedó solo en la acera completamente al descubierto.
Ni un instante más tarde, el segundo autobús se detuvo en la parada. Oliver vio a Chris a través de la ventana empañada. Y obviamente Chris vio a Oliver, pues empezó a señalar nervioso y a gritar algo a sus amigos. Oliver no necesitó un intérprete para saber lo que significaban los gestos de Chris. Iba a por él.
Oliver corrió.
No tenía mucha idea de dónde estaba, pero corría de todas formas, en dirección a lo que él estaba seguro que era la dirección fácil hasta casa.
Sin mirar hacia atrás, Oliver corría y corría. La lluvia y el viento lo azotaban, dificultándole avanzar, pero esta una de las pocas ocasiones en las que ser pequeño era una ventaja. Oliver sabía que a Chris le costaría arrastrar su torpe cuerpo, mientras que él era brioso.
Pero Oliver se dio cuenta de que Chris no era su único problema. Todos sus amigos estaban con él. La chica en particular corría muy rápido. Oliver miró de reojo por encima del hombro y vio que lo estaba alcanzando.
Oliver pasó por delante de algunas tiendas y después giró en un callejón que llevaba a las calles laterales. Esquivó y zigzagueó entre obstáculos como carros de compra abandonados y cajas vacías que habían sido barridas por el viento.
Entonces giró en una esquina. Por un breve instante, estaba fuera de la vista de los abusones que se acercaban.
Cuando una fuerte sacudida tumbó un cubo de la basura, Oliver tuvo un repentino golpe de inspiración. Sin dudarlo ni un momento, se metió dentro de un cubo de un salto, gateando por encima de comida podrida y envoltorios vacíos hasta que estuvo completamente fuera de la vista. Después se hizo una pelota y esperó.
Los pies de la chica aparecieron en el trozo de acera que podía ver. Se paró y caminó haciendo un círculo entero, como si lo estuviera buscando a él. Entonces Oliver oyó más pasos fuertes y vio que se le habían unido Chris y los otros amigotes.
—¿Adónde fue? —oyó que gritaba uno de ellos.
—¿Cómo lo perdiste? —dijo claramente la voz de Chris.
—¡Un segundo estaba aquí y al siguiente había desaparecido! —gritó la chica en respuesta.
Oliver estaba muy quieto. El corazón le latía fuerte y las extremidades temblaban por todo el esfuerzo.
—Ha hecho uno de sus hechizos —dijo Chris.
Dentro de su apestoso y sombrío cubo de basura, Oliver frunció el ceño.