Casi Ausente. Блейк Пирс

Casi Ausente - Блейк Пирс


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posición con una familia francesa —dijo, y el corazón de Cassie dio un vuelco, para luego hacer un aterrizaje forzoso cuando Maureen agregó—. Su última niñera se marchó inesperadamente luego de un mes, y han tenido dificultades para encontrar su reemplazo.

      Cassie se mordió el labio. No sabía si la niñera había renunciado o la habían despedido, pero no podía darse el lujo de que a ella le pasara lo mismo. Con la comisión de la agencia más el precio del pasaje estaba invirtiendo todos sus ahorros en este emprendimiento. Tenía que hacer todo lo posible para lograrlo.

      —Es una familia adinerada con un hogar hermoso. No es en la ciudad. Es una mansión en el campo, en un terreno muy extenso. Hay un huerto y un pequeño viñedo (no para uso comercial) y también caballos, aunque no se requieren conocimientos ecuestres para el trabajo. De todas formas, tendrás la posibilidad de aprender a montar a caballo cuando estés allí, si así lo deseas — agregó Maureen.

      —Me encantaría —dijo Cassie.

      El encanto de la campiña francesa más la promesa de montar a caballo hizo que el riesgo valiera la pena. Y una familia adinerada seguramente significaba mayor estabilidad laboral. Quizás la niñera anterior no había estado dispuesta a intentarlo.

      Maureen se acomodó las gafas y apuntó una nota en el formulario de Cassie.

      —Ahora, debo subrayar que no todas las familias para las que se trabaja son fáciles. Algunas son un desafío y otras son realmente difíciles. El éxito de este trabajo será una responsabilidad enteramente tuya.

      —Haré todo lo posible para lograrlo.

      —Abandonar una asignación antes del primer año es inaceptable. Significaría incurrir en una tasa de cancelación considerable, y no volverías a trabajar con nosotros. Los detalles están estipulados en el contrato —Maureen le señaló la página con su lapicera.

      —No creo que eso suceda —respondió Cassie con firmeza.

      —Bien. Entonces, el último punto que debemos discutir es el cronograma.

      —Sí. ¿Cuándo estaría partiendo? —preguntó Cassie.

      La ansiedad la volvió a inundar al preguntarse cuánto tiempo más tendría que eludir sus problemas.

      —Normalmente lleva seis semanas, pero la solicitud de esta familia es urgente así que lo vamos a acelerar. Si las cosas avanzan como esperamos, estarás volando en una semana. ¿Te parece bien?

      —Per…perfecto —tartamudeó—. Gracias, acepto el empleo. Haré todo lo posible para que funcione, y no la voy a defraudar.

      La mujer la miró con severidad por un buen rato, como resumiéndola una última vez.

      —No lo hagas —le dijo.

      CAPÍTULO DOS

      En los aeropuertos todo era una despedida, pensó Cassie. Partidas apresuradas, el entorno impersonal privándote de las palabras que realmente quieres decir y del tiempo para decirlas.

      Una amiga la había llevado al aeropuerto, y Cassie le había insistido que la dejara allí y no entrara con ella. Un abrazo antes de bajarse del auto era más rápido y fácil. Mejor que un café costoso y una conversación incómoda que se agota mientras la hora de partir se acerca. Después de todo ella viajaba sola, dejando atrás a todas las personas que conocía. Tenía sentido que empezara ese viaje lo antes posible.

      Mientras empujaba el carrito del equipaje, Cassie sintió cierto alivio por las metas que había logrado hasta ahora. Había obtenido la asignación, la meta más importante de todas. Había pagado el pasaje de avión y la comisión de la agencia, habían acelerado el proceso para obtener la visa, y había llegado en hora para el check in. Había empacado sus pertenencias según la lista que le habían dado y estaba encantada con la mochila de azul intenso con el logo de “Las Niñeras de Maureen” que le habían regalado, porque no habría tenido espacio en su maleta para poner toda su ropa.

      Desde ahora y hasta que aterrizara en París, estaba segura de que todo ocurriría sin contratiempos.

      Y entonces se paró en seco, con el corazón martillándole al verlo.

      Estaba parado cerca de la entrada a la terminal, recostado en la pared, con los pulgares enganchados en la chaqueta de cuero que ella le había dado. Su altura, su pelo puntiagudo y su mandíbula amenazante hacían que fuera fácil localizarlo mientras él examinaba a la multitud.

      Zane.

      Debía haber averiguado que ella se iba a esa hora. Varios amigos le habían dicho que habían recibido sus llamadas preguntando dónde estaba ella, y corroborando la historia de Florida. Zane podía ser manipulador, y no todo el mundo sabía de su situación. Alguien debía haberle contado la verdad de forma inocente.

      Antes de que pudiera mirar en su dirección, giró el carrito y se puso la capucha para ocultar su cabello ondulado y cobrizo. Se apresuró hacia el otro lado y condujo el carrito detrás de una columna y fuera de su vista.

      El mostrador de Air France estaba en el otro extremo de la terminal. No había forma de ir hasta allí sin que él la viera.

      Piensa, Cassie, se dijo a sí misma. En otros tiempos, Zane la había elogiado por su capacidad para idear un plan rápidamente en una situación complicada. “Piensas rápido” le había dicho entonces. Eso había sido al comienzo de la relación. Hacia el final, la había acusado amargamente de ser tramposa, engañosa, demasiado inteligente para su propio bien.

      Este era el momento de ser demasiado inteligente. Respiró hondo con la esperanza de que se le ocurrieran ideas. Zane estaba parado cerca de la entrada a la terminal. ¿Por qué? Hubiese sido más fácil que la esperara en el mostrador en donde seguramente la encontraría. Eso significaba que él no sabía por qué aerolínea viajaba. La persona que le había dado la información no lo sabía o no se lo había dicho. Si pudiera encontrar otro camino hacia el mostrador, quizás podría hacer el check in antes de que viniera a buscarla.

      Cassie bajó su equipaje del carrito, se puso la pesada mochila al hombro y arrastró la maleta. Había una escalera mecánica a la entrada del edificio, la había visto al entrar. Si subía al piso de arriba, quizás encontrara en el otro extremo otra que bajara o un ascensor.

      Abandonó el carrito del equipaje, se apresuró por el mismo camino que había entrado y se subió a la escalera mecánica. La que había en el otro extremo estaba rota, así que bajó por los escalones empinados arrastrando su pesada maleta detrás de ella. El mostrador de Air France estaba a poca distancia, pero con desilusión vio que ya había una larga fila que avanzaba lentamente.

      Se cubrió aún más con la capucha gris y se unió a la fila, tomó un libro de su bolso y comenzó a leer. No estaba asimilando las palabras y la capucha la estaba sofocando. Quería arrancársela y aplacar el sudor de su cuello. Sin embargo, no podía arriesgarse, su cabello claro la haría visible instantáneamente. Era mejor que permaneciera escondida.

      Entonces sintió una palmadita en el hombro.

      Se dio vuelta sin aliento, y se encontró con los ojos sorprendidos de una rubia alta que tendría más o menos su edad.

      —Perdón por el sobresalto —dijo—. Soy Jess. Vi tu mochila y pensé que tenía que saludarte.

      —Ah, sí. Las Niñeras de Maureen.

      —¿Viajas en una asignación? —preguntó Jess.

      —Sí.

      —Yo también. ¿Quieres preguntar en la aerolínea si nos pueden sentar juntas? Lo podemos solicitar durante el check in.

      Mientras Jess hablaba sobre el clima en Francia, Cassie daba un vistazo alrededor de la terminal nerviosamente. Sabía que Zane no se daría por vencido tan fácilmente, no después de haber manejado hasta allí. Querría algo de ella, una disculpa, un compromiso. La forzaría a ir con él a tomar un “trago de despedida” y empezaría


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