Solo los Valientes. Морган Райс
que llevaba. En ese momento, todo sentido de contención o necesidad de ser cuidadosa desapareció de ella, impulsada por el horror de lo que su marido estaba a punto de hacer. Haría lo que fuera para proteger a su hermana. Lo que fuera.
Altfor fue más rápido, su mano se cerró sobre la de ella y alejó el cuchillo. La empujó hacia atrás para que cayera con fuerza en el suelo, poniéndose sobre ella. La miró con desprecio, y solo el toque de Moira le impidió hacer más.
“Recuerda que mientras sea tu esposa ella es una noble,” susurró Moira. “Si le haces daño, serás tratado como un criminal,”
“No te atrevas a decirme lo que tengo que hacer,” le dijo Altfor a Moira, quien se inclinó aún más.
“No me atrevo a nada, simplemente es una sugerencia, mi señor, mi duque. Con una esposa, y a su tiempo, un heredero, y la ley de su lado, se las arreglará para recuperar todo,”
“¿Y por qué te importa eso a ti?” preguntó Altfor, mirándola.
Si Moira se sintió herida por eso, no lo demostró. En todo caso, parecía triunfante mientras miraba hacia donde estaba Genevieve.
“Porque tu hermano, mi esposo, se ha ido, y prefiero seguir siendo la amante de un hombre poderoso que una mujer sin poder,” dijo Moira. “Y tú... eres el hombre más poderoso que he conocido,”
“¿Y debería quererte a ti, en lugar de a mi esposa?” Preguntó Altfor. “¿Por qué querría las sobras de mi hermano?”
Incluso a Genevieve le pareció un juego cruel, y eso que Genevieve ya lo había atrapado con Moira.
Sin embargo, lo que sea que Moira sintiera estaba cuidadosamente escondido.
“Ven conmigo,” sugirió, “y te recordaré la diferencia mientras tus hombres matan a todos los que se lo merecen. Tus hombres, no los de tu tío,”
Eso fue suficiente para que Altfor la jalara hacia él, besándola, aunque Genevieve y los dos guardias estuvieran ahí. Tomó el brazo de Moira, tirando de ella en dirección a la salida de la gran sala. Genevieve vio a Moira voltear, y la crueldad de su sonrisa fue suficiente para enfriar a Genevieve hasta los huesos.
En ese momento, a Genevieve no le importó. No le importaba que Altfor estuviera a punto de traicionarla de una manera que obviamente él ya había hecho tantas veces antes. No le importaba que casi muriera a manos de su tío, o que ambos la vieran claramente como un inconveniente.
Lo único que le importaba entonces era que su hermana estaba en peligro, y que tenía, necesitaba, encontrar una forma de ayudarla antes de que fuera demasiado tarde. Altfor planeaba matarla, y no tenía forma de saber cuándo lo haría.
CAPÍTULO TRES
Royce corrió por el bosque, sintiendo el crujido de las ramas bajo sus pies, sujetando su espada a un costado para que no se enganchara contra uno de los árboles. Sin el caballo que había robado, no se movía lo suficientemente rápido. Necesitaba más velocidad.
Corría más fuerte, impulsado por la idea de volver con la gente que le importaba. La Isla Negra le había enseñado a seguir corriendo, sin importar lo fuerte que su corazón golpeara su pecho o la forma en que le dolían las piernas. Había sobrevivido a la carrera llena de trampas a través de la isla, por lo que obligarse a correr más lejos y más rápido a través de un bosque no era nada.
La velocidad y la fuerza que poseía le ayudaron. Los árboles pasaban a ambos lados, las ramas lo rasguñaban y Royce ignoraba todo. Podía oír a las criaturas del bosque corriendo para alejarse de esta cosa que corría por su territorio, y sabía que tenía que encontrar una forma mejor de progresar que solo correr. Si seguía haciendo tanto ruido, atraería a todos los soldados del ducado.
“Que vengan,” susurró Royce. “Los mataré a todos,”
Una parte de él quería hacer eso y más. Había logrado matar al señor que lo había puesto a él y a sus amigos en el pozo de pelea; había logrado matar a los guardias que se le habían acercado... pero también sabía que no podía enfrentarse a toda una tierra llena de enemigos. El más fuerte, el más rápido, el más peligroso de los hombres no podía luchar contra más que unos pocos por sí solo, porque simplemente habría demasiados lugares de los que una espada podría venir de forma inesperada.
“Encontraré la manera de hacer algo,” dijo Royce, pero de todos modos disminuyó su velocidad, moviéndose por el bosque con más cuidado, tratando de no perturbar la paz de los árboles que lo rodeaban. Podía oír los pájaros y las criaturas que se encontraban allí ahora, los sonidos convirtiendo lo que se había sentido como un espacio vacío en un paisaje de sonidos que parecía llenarlo todo.
¿Qué podía hacer? Su primer instinto al correr fue el de seguir adelante, hacia los espacios salvajes donde no vivían los hombres, y los Picti dominaban. Había pensado en desaparecer, simplemente desaparecer, porque ¿qué lo retenía ahí?
Por un momento, su mente se fijó en una imagen de Genevieve, mirando desde las gradas del pozo de pelea, viéndose indiferente. Alejó esa imagen, porque no quería pensar en Genevieve. Le dolía demasiado hacerlo, cuando ella ya lo había hecho. ¿Por qué no iba a desaparecer en los espacios donde no vivían los hombres?
Una razón era Mark. Su amigo había caído en el pozo, pero Royce no lo vio morir. Una parte de él quería creer que de alguna manera Mark podría haber sobrevivido cuando los juegos se interrumpieron de esa manera. ¿No querrían los nobles ver otra pelea de él si pudieran conseguirla? ¿No querrían obtener todo el entretenimiento que pudieran de su amigo?
“Tiene que estar vivo,” dijo Royce, “tiene que estarlo,”
Incluso para él, sonaba como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo. Royce sacudió la cabeza y siguió atravesando el bosque, intentando orientarse. Sentía como si no pudiera hacer nada hasta que llegara a casa. Llegaría allá, y luego, una vez que estuviera a salvo nuevamente, podría hacer un plan sobre qué hacer a continuación. Sería capaz de decidir si correr, o tratar de encontrar a Mark, o de alguna manera hacer magia y aparecer un ejército para enfrentarse a los hombres del duque.
“Y tal vez aparezca de la nada,” dijo Royce, y siguió moviéndose. Se movía con la velocidad de un animal cazado ahora, manteniéndose abajo, agachándose bajo el follaje y abriéndose camino sobre la maleza sin reducir la velocidad.
Conocía el bosque. Conocía las rutas que lo atravesaban tan bien como cualquiera, porque había pasado más que suficiente tiempo aquí con sus hermanos. Se perseguían unos a otros a través de él, y cazaban pequeñas criaturas. Ahora era él el que estaba siendo perseguido, y cazado, y solo intentaba encontrar un camino para salir de todo esto. Estaba bastante seguro de que había un camino de caza no muy lejos de donde él estaba, que lo llevaría hasta un pequeño arroyo, pasando por una cabaña de carboneros, y luego hacia la aldea.
Royce se dirigió hacia ella, abriéndose camino a través del bosque, y se vio arrastrado de sus pensamientos por un sonido en la distancia. Era suave, pero estaba ahí; el sonido de unos pies que se movían suavemente sobre el suelo quebrado. No lo habría notado si no hubiera pasado tanto tiempo con sus hermanos en estos bosques, o si no hubiera aprendido en la Isla Negra que puede haber amenazas en cualquier lugar.
“¿Espero o me escondo?” se preguntó. Sería fácil salir al camino, porque solo podía oír a una persona acercándose, y ni siquiera sonaba como un soldado. Los pasos de los soldados tenían el golpeteo de las botas, el roce de las armaduras y el choque de las lanzas contra el suelo. Estos pasos eran diferentes. Probablemente, era solo un agricultor o un leñador.
Aun así, Royce se quedó atrás, escondido a la sombra de un árbol, en un lugar donde sus raíces se arqueaban para formar una especie de escondite natural que probablemente albergaba a algunos animales cuando la luz se apagaba. Algunas de las ramas cercanas estaban lo suficientemente bajas como para que Royce pudiera bajarlas delante de él y así bloquear la vista hacia ahí, pero aun así