Dos amigas frente al misterio. Martino De Carli

Dos amigas frente al misterio - Martino De Carli


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de su colega.

      Un ejemplo más reciente: Albert Einstein [1879-1955] no se había dado cuenta de que su teoría preveía un universo en expansión. Consideraba creíble sólo un universo estático. Alexander Friedmann [1888-1925] fue quien se percató de esta posibilidad. Se dio cuenta de que Einstein había cometido un error algebraico. Al recibir una carta del matemático ruso, Einstein se contrarió mucho y juzgó como sospechosa y equivocada la publicación, en 1922 en una revista de física, de los resultados de la investigación de Friedmann. Sólo un año después, en una carta enviada a la misma revista, reconoció que aquellos resultados eran correctos e iluminadores. La evidencia de la expansión del cosmos fue posteriormente confirmada por Edwin Hubble [1889-1953]98.

      Estos ejemplos nos muestran claramente que es imposible eliminar el rol del sentimiento, es decir, el rol de la dimensión afectiva del conocimiento, hasta en un contexto riguroso como el científico; más aún en otros ámbitos vitales, en los cuales se produce un sentimiento tanto más fuerte, cuanto más una cosa tiene valor, vale, es decir, ejerce sobre nosotros un interés vital (ámbito del amor, del destino, etc.). En esta implicación afectiva está el resorte que pone en marcha la investigación, la motivación que sostiene el empeño en el tiempo, así como la existencia de un posible factor de complicación al conocer el objeto99.

      Una razón supuestamente neutral

      Giussani ejerce una crítica al racionalismo moderno, que plantea la existencia de una razón supuestamente neutral, sin interferencias y por consiguiente desvinculada del sentimiento. Según la racionalidad moderna el sentimiento no sería apto para llegar a resultados objetivos y universales. Representaría para el conocimiento y su anhelo a la objetividad una especie de atasco. Por lo tanto, el racionalismo duda del carácter objetivo del conocimiento allí donde el sentimiento juega un papel importante. La seriedad en el uso de la razón y su rigor exigirían la eliminación del sentimiento. Sin embargo, observa Giussani, esto es imposible. La pretensión del racionalismo moderno está equivocada y es criticable por dos razones: en primer lugar, porque para afirmar un principio tiene que eliminar un factor; en segundo lugar, porque admite una especie de contradicción interna a la existencia humana, a la hora de declarar que existen en la vida unos valores que son sumamente interesantes para nosotros y que, al mismo tiempo, no podemos conocer de forma objetiva.

      La moralidad

      Giussani compara el sentimiento con un lente, que no se puede eliminar, pero que puede ser ajustado. De esta forma, prescindiendo de las posturas extremas del racionalismo y del sentimentalismo, nuestro autor evita ya sea eliminar a priori el sentimiento, ya sea exaltarlo como algo totalmente desvinculado de un juicio de la razón: “La cuestión no es eliminar el sentimiento, sino situarlo en su justo lugar”100.

      A la luz de esta afirmación, nos preguntamos qué se necesita para ajustar de forma adecuada el lente del sentimiento, así que el conocimiento no sea impedido, sino facilitado. Si el sentimiento es como un lente, según el ejemplo de Giussani anteriormente citado, el meollo de la cuestión consiste en el rol y el significado de la moralidad. Es ella la energía que ajusta el lente y permite profundizar el conocimiento. No se trata de una coherencia moral, sino de una pobreza de espíritu, si quisiéramos utilizar una expresión evangélica, o sea, se trata de una postura de humildad. Es una actitud animada solamente por el deseo real de conocer el objeto. Por lo tanto, la moralidad interviene como una energía de la razón y a la vez de la libertad; es algo que concierne a la voluntad. Se necesita “un amor a la verdad del objeto mayor que el apego a las opiniones que uno tiene de antemano sobre él”101.

      En la humildad de la razón está toda la raíz de la grandeza del hombre. Para conocer de una forma verdadera se necesita una pobreza, un desprendimiento, es decir, la disponibilidad a dejarse corregir, a empezar de nuevo, a reconocer los errores propios, a gozar de los descubrimientos propios y los de los demás. No es un problema de inteligencia, sino de moralidad: hay que “amar la verdad más que a uno mismo”102.

      Implicaciones epistemológicas

      En una época como la contemporánea, en la cual domina la disociación entre la intuición de la verdad y la voluntad, afirmamos la existencia de una relación circular entre el conocimiento y el afecto. Giussani escribe a este propósito: “El sentimiento resulta ser una condición importante para el conocimiento, un factor esencial para la visión. No en el sentido de que sea él quien nos permite ver, sino en el sentido de que representa la condición para que el ojo, la razón, vea de acuerdo con su propia naturaleza”103.

      También Benedicto XVI, en la Encíclica Caritas in veritate, escribe: “No existe la inteligencia y después el amor: existen el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor”104.

      Por lo tanto, el afecto, es decir el lente del sentimiento, ajustado por la energía de la moralidad, no representa un obstáculo a la objetividad de la razón; al contrario, es un factor esencial en el proceso del conocimiento, porque orienta hacia el objeto del conocimiento mismo y favorece su visión105.

      CAPÍTULO VI

      Libertad

      Cherubino, personaje de las Bodas de Fígaro, se enamora de todas las mujeres que encuentra y en un momento dado exclama: “Ya no sé quién soy y qué hago”106. Pasa de una mujer a otra sin un punto de estabilidad, sin lograr decidir y, por lo tanto, sin poder implicar su existencia en un proyecto realmente estable y constructivo. Se vuelve esclavo de su pasión. ¿Es más libre un hombre que tiene delante de sí la posibilidad de elegir entre mil mujeres o él que, encontrando a la mujer de su vida, decide casarse con ella? Si estuviéramos perdidos en una selva: ¿la libertad consistiría en la posibilidad de elegir un número ilimitado de caminos distintos, o en el hecho de encontrar el camino hacia casa? ¿Cuál es la naturaleza de la libertad humana? ¿Es verdad que la libertad coincide exclusivamente con la capacidad de elección? Intentaremos responder a estas preguntas a lo largo de este capítulo.

      ¿Qué es la libertad?

      La libertad normalmente es identificada con la posibilidad de elegir. Sin embargo, ella es algo más. Deseamos la realización plena de nuestra existencia, pero lo que poseemos no nos basta, porque el objeto exhaustivo de nuestro deseo es algo inconmensurable, infinito, que está más allá de nuestra posibilidad de medirlo. Y entonces: “¿Qué es la libertad?”107. La libertad del ser humano se caracteriza por dos polos. El primero es el libre albedrío. La capacidad de elección está en los orígenes de la historia del hombre, así como lo describe la Biblia: el pecado de Adán es un acto libre. Judas, si bien es uno de los elegidos por Cristo, decide traicionarlo.

      Los filósofos griegos han profundizado la reflexión sobre este aspecto de la libertad, poniendo de relieve que el hombre tiene conciencia de ser la causa de su decisión. Platón [447-347] habla del “principio del movimiento, lo que a uno mismo lo mueve”108. Libertad significa tener la capacidad de decidir.

      La consecuencia moral de esto es el hecho de que somos responsables del bien que hacemos y del mal que cometemos. Aristóteles [384-322] afirma en su crítica a los sofistas que “el ser humano es principio causante de sus acciones”109.

      Análogamente, en la Edad Media, Tomás de Aquino declara que “liberum est quod sui causa est”, es decir, “libre es lo que es causa de sí mismo”110. El hombre libre es dueño de sus actos. En este momento puedo decidir si estar sentado o ponerme de pie.

      Es fácil tomar conciencia de que somos dueños y generadores de nuestros actos, es decir, comprobar la existencia del libre albedrío. Sin embargo, es más difícil decir en qué consiste realmente111. Hay quien llega a negar su existencia y quien lo exalta de forma absoluta.

      Libertad como experiencia de satisfacción

      Es necesario abordar un segundo polo, para proponer una definición más completa de la libertad.

      Esta, además de ser capacidad de elección, es también satisfacción del deseo y por lo tanto, como ahora veremos, dependencia112.

      Giussani destaca que es necesario considerar nuestra experiencia para comprender el significado de ciertas palabras. Por lo tanto, sugiere comprender


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