Dos amigas frente al misterio. Martino De Carli

Dos amigas frente al misterio - Martino De Carli


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Giussani no plantea la necesidad de una obediencia ciega y pasiva. Sin embargo, exige el riesgo de una implicación cordial con una propuesta, evitando la pretensión de entenderlo todo antes de seguir68.

      Parece volver, en un contexto completamente nuevo, a los temas de la obra De vera religione de Agustín69. También él había identificado en la ratio y en la auctoritas los caminos fundamentales para el hombre.

      La dependencia es la estructura de nuestra vida. Por ende, el problema no consiste en eliminar la autoridad, sino en devolverle los rasgos de la paternidad. Sólo así, ella, en vez de una condena, será una oportunidad70.

      Ascesis

      La familia en la cual hemos nacido, los colegios en los cuales hemos estudiado, las comunidades en las cuales hemos crecido: todo esto representa el primer substrato de nuestra tradición. En nosotros se estratifica todo lo que nos ha donado nuestro pasado, a lo largo de nuestra historia personal.

      Esta estratificación puede favorecer o contradecir nuestra naturaleza original. Los criterios de la experiencia, así como los hemos descrito anteriormente, si bien son originales, evidentes y universales, no son espontáneos. A menudo padecen una suerte de incrustación, debida al clima cultural o a la mentalidad dominante y necesitan ser recuperados en su originalidad71.

      Es necesaria una constante ascesis, para que el hombre pueda reconquistarse a sí mismo72.

      Por lo tanto, se necesita un uso, a veces impopular, de la experiencia original, con la cual comparar lo que se nos propone73. Cada uno debería preguntarse: “¿Qué he recibido?”. “¿Qué me ha sido transmitido?”. “¿Qué es lo que tengo que atesorar de lo recibido?”.

      CAPÍTULO IV

      Razón

      Si la experiencia es la posibilidad de juzgar lo que probamos y la tradición es una hipótesis explicativa que recibimos, ¿cómo podemos definir y entender la razón humana? Esta pregunta nos introduce en una preocupación que ha animado toda la reflexión de Luigi Giussani. Toda su vida pública fue una batalla en defensa de la razón y de un uso no reducido, sino ensanchado y adecuado, de la misma. Él entiende la razón como una ventana, una apertura hacia el horizonte, como la que aparece en muchos cuadros del pintor estadounidense Edward Hopper74.

      Profundicemos esta reflexión comentando la definición de razón propuesta por nuestro autor.

      Una definición de razón

      “La razón es el factor distintivo de ese nivel de la naturaleza que llamamos hombre, a saber, su capacidad de darse cuenta de la realidad conforme a la totalidad de sus factores”75. Todas las palabras de esta frase hay que considerarlas y penetrarlas una por una.

      Conciencia de la realidad: existe algo que está antes de la razón. Más bien, todo el ser la precede, aunque la grande e insustituible función de la razón es la de constituir el instrumento por medio del cual la realidad toma conciencia de sí misma. El ser precede el pensamiento del mismo. Toda la filosofía clásica y cristiana se constituirá como afirmación de esta evidencia. Como hemos visto hablando del tema del realismo, Giussani se alía con quien defiende una primacía del ser sobre el pensar.

      Conforme a la totalidad de sus factores: la razón está animada por una exigencia que la lleva a buscar una explicación total de la realidad. Cuanto más avanza en el conocimiento, tanto más afirma la exigencia de una explicación última, de un último que resulta inconmensurable, es decir, que va más allá de la capacidad que la razón tiene de medirlo76.

      Giussani describe la misma exigencia de la razón, comparándola con un niño que encuentra un despertador, sin saber para qué sirve; lo desarma y cuenta el número de sus piezas; las cuenta todas y a pesar de esto no logra reconstruirlo, porque no tiene la “idea” del despertador, le falta su “sentido último”77.

      Una imagen sintética

      La razón puede ser entendida como medida de lo real. Esto implica tener de ella una concepción bloqueada, como si se tratara de una habitación. Se puede agrandar cuanto se quiera, pero, en tanto que habitación, es limitada y está destinada a convertirse en una tumba donde el hombre queda aprisionado. La razón “medida de todas las cosas” es de hecho una prisión: más allá de sus muros se declara que no hay nada. Giussani escribe: “El hombre, medida de todas las cosas, es un ser que se encierra dentro de un horizonte, haciendo imposible cualquier novedad en su vida […] Cuando la razón se queda en ‘habitación’ destruye su fuerza y mortifica la aventura –descubrimiento y creatividad– de la vida”78. “Para la tradición cristiana, en cambio, la razón es una mirada abierta, una ‘ventana’ abierta de par en par a una realidad en la cual dicha mirada nunca termina de entrar del todo”79.

      Pluralidad de métodos

      La imagen de la razón como ventana nos permite también afrontar el tema correlativo de la razonabilidad y de la amplitud de los métodos que la razón utiliza cuando conoce. Giussani define la razonabilidad como “el ejercicio del valor de la razón al obrar”80. En la experiencia común, algo aparece como “razonable” cuando la actitud del hombre manifiesta razones adecuadas. Por ejemplo, el uso de un megáfono, injustificado en una clase, resultaría, en cambio, adecuado en un barco.

      Giussani escribe: “El realismo exige que, para observar un objeto de manera que permita conocerlo, el método no sea imaginado, pensado, organizado o creado por el sujeto, sino impuesto por el objeto”81. Por lo tanto, la razonabilidad implica el uso de un método adecuado a cada objeto. Evidentemente, aquí sobresale la preocupación de no reducir el ámbito de la razonabilidad.

      La razón no solamente mide. Es decir, no puede ser reducida a lo demostrable o a lo lógico. Es necesario admitir que la razón utiliza métodos diversos según los objetos que desea conocer, cada uno adecuado y conveniente a su propio objeto. Un andinista que tenga que trepar una montaña, utilizará zapatos adecuados al objeto de su conocimiento. No podrá subir a la cumbre del Aconcagua sólo llevando unas sandalias… Hay un método –es decir, un camino de conocimiento– matemático, uno químico, uno filosófico… Pero una razón no anquilosada admite la existencia de otro método, que llamamos certeza moral o existencial.

      La certeza moral

      En la experiencia humana es muy amplio el espectro de las cosas que tienen una evidencia y que nos permiten decir: “Siempre seré fiel a esto”. Hay otras certezas, además de las científicas, que se manifiestan en las grandes experiencias humanas: amor, amistad, comunicación de sí, relación interpersonal. Nuestra inteligencia es lo suficientemente grande para alcanzar también lo que rebasa el campo estrictamente científico.

      La razón humana no puede identificarse sólo con la capacidad científica de demostrar o con una lógica concisa: “La razón es mucho más amplia, tiene vida, una vida que se desenvuelve ante la complejidad y la multiplicidad de la realidad, ante la riqueza de lo real”82. Hay valores que la demostración científica o la lógica filosófica no sabrían entender y que, sin embargo, son para nosotros más vitales que otros: “Que tú puedas confiar o no en tal o cual hombre […] que es lo que puedes valorar de este otro, si tal persona es o no leal”83. Son las verdades morales, que interesan sumamente al hombre, porque son las más altas, las que atañen a su relación con lo que es más decisivo en su vida, con el destino; ellas entran también y sobre todo en la cotidianidad de las relaciones. La palabra “moral” no es utilizada aquí como sinónimo de “ética”, sino en su significado etimológico de aspecto de la vida que se relaciona con los “mores”, es decir, con la vida cotidiana del individuo y con su comportamiento. Podríamos hablar también de verdades existenciales. Es necesario ir hacia la realidad, considerarla en todos sus aspectos, con una apertura de la razón a todo el fenómeno humano, también al que se escapa de una visión meramente cuantitativa. Que una madre ame a su hijo no constituye la conclusión de una demostración o de un proceso lógico y, sin embargo, se trata de un aspecto de la realidad sumamente interesante y que es razonable afirmar.

      La reflexión sobre el método de la certeza moral nos muestra también que no hay separación entre la razón y la fe. El procedimiento


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