Maduro para el asesinato. Фиона Грейс

Maduro para el asesinato - Фиона Грейс


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minutos, la maleta estaba terminada.

      Mientras sacaba su pesada bolsa fuera y cerraba la puerta con llave tras ella, se dio cuenta de que no dejaba nada atrás. Ni tan solo una planta que se tuviera que regar. ¿Era esto una señal de lo vacía que estaba su vida?

      –En la villa habrá plantas —se dijo Olivia a sí misma con optimismo.

*

      —Amore mio —susurró el hombre guapo, sus labios hacían cosquillas en el pelo a Olivia—. es maravillosos que hayas llegado. Déjame que te lleve la maleta.

      Olivia lo miraba fijamente, con el corazón lleno de amor.

      Amor y una sensación de confusión subyacente. ¿Por qué la recibía este hombre maravillosos, que hablaba con un marcado acento italiano? ¿Era su novio? ¿Cómo había sucedido esto y qué pensaría Matt de esto?

      Aquel hombre alto sacó su maleta pesada del carro con facilidad y con el otro brazo rodeó la cintura de Olivia. Las dudas de Olivia se desvanecieron cuando él la cogió con más fuerza. Ella estaba segura de que todo saldría bien.

      –Déjame acompañarte a casa ahora, hermosa —murmuró.

      El chisporroteo del anuncio hizo volver bruscamente a Olivia a la vigilia.

      –Vamos a empezar el descenso. Por favor, asegúrense de que sus sillas están en posición recta y recojan sus mesas.

      Olivia se incorporó con dificultad, desorientada, sonriendo para pedir perdón a la mujer que había a su lado, sobre cuyo hombro había estado durmiendo. Durante un momento de confusión, pensó que estaba en un vuelo nacional, a punto de asistir a un lanzamiento. A continuación, cuando recordó dónde estaba, miró por la ventana emocionada.

      Estaba a punto de aterrizar en Italia. Había dejado su trabajo y había roto con Matt y ahora se dirigía a unas vacaciones impulsivas en una villa de la Toscana.

      Olivia cogió aire cuando el tapiz de campos, colinas y bosques apareció ante su vista. Vio pueblecitos, edificios de color arena, beige y ocre, enclavados en el paisaje. ¿Eso era un viñedo? Miró hacia abajo, intentando distinguir qué eran las filas verdes y perfectas, pero tuvo que echarse hacia atrás después de que su aliento empañara el cristal.

      Su sueño había sido tan vívido que parecía realidad. Un hombre guapo la esperaba para recibirla. Bueno, ¿quién sabía lo que podría pasar en estas vacaciones impulsivas? Cuando el avión tocó el suelo, Olivia se preguntó si podría encontrar al amor de su vida en este romántico escenario.

      Mientras caminaba por la abarrotada sala de Llegadas, arrastrando su pesada maleta tras ella, vio un cartel con su nombre.

      «Olivia Glass».

      Olivia lo miró fijamente con incredulidad.

      Debe de haber magia en marcha. Tras el cartel había un hombre alto e impresionantemente guapo. Tenía los hombros anchos y estaba bronceado, una barba de diseñador oscura de pocos días realzaba sus fuertes rasgos.

      Cuando él la vio, se le iluminó la cara y saludó con entusiasmo.

      Olivia abrió mucho los ojos. Ella también saludó, obsequiándolo con una sonrisa encantada y se abrió paso con ganas hacia él.

      Su sueño se había hecho realidad; sus vacaciones habían tenido un principio de cuento de hadas. ¿Quién podría haber imaginado que el sencillo hecho de alquilar un coche le permitiría conocer a este adonis italiano.

      ¿La había reconocido por la foto de su permiso de conducir internacional? Olivia especulaba sobre las posibilidades mientras iba a toda prisa hacia él.  decidió que debía ser por el permiso de conducir, pero podía preguntárselo a él. Esto proporcionaría un punto de partida a su conversación mientras él la acompañaba hasta su coche.

      Mientras viraba para esquivar a un pasajero que avanzaba más lentamente, la pesada maleta de Olivia se inclinó hacia un lado.

      –Ups —dijo, parándose para enderezarla.

      Mientras lo hacía, una mujer menuda con un estiloso abrigo de color rojo vivo la pasó rozando.

      El hombre guapo todavía seguía saludando, pero ahora Olivia vio con horror que no era a ella.

      La mujer menuda llegó a él y este la envolvió en su brazos y la abrazó con fuerza.

      Olivia se quedó sin aliento y se puso roja por la humillación al darse cuenta de que el cartel no era en absoluto suyo. Lo sostenía un hombre mayor y bajito que estaba a su izquierda, que lo había levantado en alto para asegurarse de que ella lo veía.

      Olivia sabía que su cara se estaba poniendo tan roja como el abrigo de la mujer menuda.

      Y lo peor de todo, era evidente que el adonis italiano se había percatado de su metedura de pata, pues ahora estaba moviendo la cabeza de un lado a otro de forma pesarosa y compasiva y otros mirones también la observaban con curiosidad.

      Solo había una cosa que Olivia podía hacer para recuperar los fragmentos de su dignidad hecha jirones.

      Ignorando al adonis como si nunca lo hubiera visto, miró directamente al hombre mayor. Forzó otra sonrisa, incluso más grande que antes, y volvió a saludar con todas sus fuerzas.

      –¡Hola! ¡Me alegro mucho de verle!

      Olivia se recordó a sí misma que no debía mirar alrededor. Si su intento desesperado por evitar una vergüenza de por vida tenía que salir bien, debía centrar toda su atención en el anciano sin mucho más que una mirada de reojo a nadie.

      Mientras iba corriendo hasta el anciano y lo saludaba como a un amigo perdido hace mucho, esperaba que nadie se diera cuenta de lo pasmada que parecía.

*

      Unos minutos más tarde, salía conduciendo del aeropuerto tras el volante de un Fiat compacto de color celeste perlado. Mientras dejaba atrás el edificio de la terminal rodeado de verde, Olivia se sentía como si verdaderamente se hubiera embarcado en su aventura. Durante años, Italia había estado arriba del todo de su lista de destinos, pero nunca había pensado que tendría la oportunidad de viajar aquí. Desde que había empezado a trabajar en JCreative, las vacaciones más largas que se había tomado habían sido de tres días y medio. En cualquier caso, Italia nunca había estado en la lista de cosas por hacer antes de morir de Matt.

      Había asimilado el hecho de que su obsesión con la Toscana nunca sería más que una relación a distancia, pero ahora, aquí estaba.

      Para su deleite, el campo era justo como ella lo había imaginado. Campos de todas las formas y tamaños, peinados por filas perfectas de vides, encontraban su lugar como las piezas de un rompecabezas entremedio de olivares y bosques. Entreveía granjas construidas con piedra color miel, rodeadas de grupitos de árboles. Mirando detrás de ellas, contemplaba con esperanza el horizonte, esperando que podría ver el mar Tirreno por el camino.

      Su GPS funcionaba a la perfección, guiándola a través de este paisaje pintoresco.

      Casi perfectamente, corrigió Olivia, mientras giraba a la derecha a una carretera que la llevaba en zigzag hacia arriba a las colinas.

      ¿Dónde estaba ahora? Bajó la mirada hacia el mapa y después la levantó y se dio cuenta con un sobresalto de que tenía pegado un elegante coche deportivo de color naranja y negro.

      Vio con asombro que era un Bugatti Veyron, cuando el conductor la adelantó con un gruñido ronco de su motor, aceleró en la siguiente curva y desapareció. Nunca había visto uno, pero sabía que costaban millones de dólares y que, para un loco de los coches, su rendimiento valía cada céntimo. Suponía que no debía sorprenderse por ver uno en la carretera en un país donde la pasión por los coches rápidos y elegante era una parte fundamental de la cultura.

      Volvió a inclinarse hacia su mapa, pero giró la cabeza bruscamente a toda prisa cuando vio que había otro coche tras ella.

      Este era un coche de policía, con las luces destellando, evidentemente en una persecución. Este también la adelantó y se fue gritando hacia las colinas.

      –Espero que lo cojan —gritó Olivia ofreciendo apoyo


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