Shakey. Jimmy McDonough
esa persona, ¿estamos? El mío era Gary Renzetti. Apenas lo conocía, lo único que sabía es que el tío vivía en su puta galaxia paralela y que todos se metían con él, no sé por qué; a lo mejor era porque no hablaba inglés muy bien, puede que fuera por eso. Era un tipo grandote que iba vestido como de los años cuarenta, con ropa que parecía usada, no sé. Nunca llegué a conocerlo mucho, pero me caía bien. Me dije a mí mismo: «Este pobre capullo de Renzetti lo tiene muy crudo; vamos a ver qué tal se lo monta». Era curioso.
—Algunas personas me han dicho: «Fíjate en la infancia de Neil; es un caso clásico del tipo “La revancha de los novatos”».
—¿“La revancha de los novatos”? Genial.
—¿Qué tiene de bueno?
—Pues que adquirir el estatus de empollón con el conocimiento tan de ir por casa que tengo de ese concepto me parece un logro cojonudo, y me siento orgulloso.
Me tocaba llevar los putos zapatos blancos de ante, que molaba porque sentías los pies ligeros y te podías mover con facilidad. Los limpiaba con una cosa que se llamaba Sani-White, un potingue blanco que venía en un frasco con una especie de esponja en la parte superior, y con eso los pintabas; era como si te blanquearas los pies.
Yo siempre iba dos o tres años por detrás del resto. Los zapatos blancos de ante estaban más que pasados de moda cuando yo empecé a usarlos; estaban superpasados, ya no los llevaba nadie para cuando tuve los míos, así que eran motivo más que suficiente para encabronar al personal; me desmarcaban del resto.
Al salir de clase, Comrie y Neil iban directos a la casa de Comrie en el número 46 de Golfdale, sobre todo al flamante equipo Philips de alta fidelidad de su padre. Smith lo tenía todo: Jerry Lee Lewis; EP y singles de 45 rpm de Elvis; el disco de 78 rpm donde Little Richard berreaba «She’s Got It»; Roy Orbison; temas instrumentales de Link Wray y del pianista de Nashville Floyd Cramer. Es más, Comrie tenía hasta un par de LP: The Chirping Crickets de Buddy Holly and the Crickets y Go Bo Diddley.
Como verdaderos cazadores de discos que eran, Neil y Comrie tenían unos gustos muy particulares. «Nos gustaban los sonidos raros», comentaba Smith. «Sonidos originales que no se habían escuchado hasta entonces.» Comrie recuerda que Young se volvía como loco con ciertos discos, normalmente con los más guitarreros, como el machacón y demencial «Muleskinner Blues» de los Fendermen o «I Sure Do Love You Baby», una cara B de Gene Vincent con un solo arrollador que usaba el volumen de la guitarra en lugar de distorsión; pero fue la actitud de Richie Valens en su versión de «Framed» lo que realmente cautivó a Young: una auténtica jerga lumpen que contenía el imperecedero pareado «I was walkin’ down the Street, mindin’ my own affair / When along came a cop, grabbed me by my underwear15».
«A Neil le parecía fabuloso», recuerda Smith; hasta el punto de que cuando la Srta. Pat Smith les puso como deberes para la clase de lengua copiar un poema de memoria, Young garabateó la letra de «Framed» y se la entregó.
Cuando su obsesión por los discos se lo permitía, Neil y Comrie acudían a los bailes que organizaban en Saint Leonard o en Saint Timothy los fines de semana para echar un vistazo a los grupos locales. «Neil y yo nos quedábamos al lado del escenario babeando», comentaba Smith, que todavía recuerda la tarde de un sábado en que un chaval algo mayor los invitó a su casa para ver ensayar a los Sultans.
Como cabía esperar, todo esto derivó en la idea de formar un grupo, y Smith recuerda que Neil sopesaba las diferentes posibilidades: ¿Vamos a tocar un tipo de música en el que las letras tengan importancia? ¿Éxitos de los 40 Principales? ¿Instrumentales? ¿Música folk? La opinión de Rassy se tenía muchísimo en cuenta. «Estaba empeñada en que Neil hiciera un rollo más lírico, tipo The Kingston Trio», explicaba Smith. «Neil dijo: “Bueno, pues si formamos un grupo, céntrate en los bongos, Comrie, hazme caso”.»
Ante la insistencia de Young, Smith fue y se compró unos bongos por doce pavos y recuerda estar sentado al borde de la cama, probando los bongos, mientras Neil aporreaba el ukelele, ambos tocando al son del disco de 45 rpm de Preston Epps «Bongo Rock». «Al final llegamos a la conclusión de que necesitábamos más gente en el grupo.»
Un domingo por la tarde, aprovechando que los padres de Comrie habían ido a misa, la pareja fue más allá y pasó a ser un cuarteto: Neil al ukelele, Comrie a los bongos y sus colegas de clase Bob McConnell y Harold Greer a la guitarra y al bajo. «Let’s go to the hop, oh baby, let’s go to the hop16», coreaban alegremente Danny and the Juniors una y otra vez desde el equipo de música mientras el grupo tanteaba los acordes, para acabar por atreverse a ensayarla ellos solos. Según Comrie: «Al cabo de una hora, dijimos: “¡Vaya tela! ¡Vamos a tener que aprender más canciones!”».
Ahora por fin eran un grupo, a pesar de que nadie recuerde el nombre del conjunto, si es que lo tenía. Lo que sí que tenían eran conjuntos, en plural: unas camisetas doradas de cuello de barco y media manga con estampados geométricos que Neil había elegido en Halpern’s. Young y Smith no dudaron en presentarse de esa guisa en la escuela, pensando que eran lo más, hasta que algún graciosillo soltó: «¡Mirad, si son Zipi y Zape!». «Menudo bajonazo», farfullaba Smith unos treinta y cinco años más tarde.
Fingíamos ser un grupo, pero ninguno sabía tocar; si no sonaba el disco de fondo, no había nada que hacer.
Recuerdo que en casa se escuchaba mucho a The Kingston Trio y que Rassy ponía discos de Lena Horne, de Glenn Miller y de todas esas big-bands; aquel tipo de música era lo que solía sonar en casa durante la época de Old Orchard Grove.
Comrie es un tío muy majo. Sigue tocando, tiene un grupete; me envió una cinta, pero todavía no la he escuchado. Soy lo peor; nunca escucho las cintas de los demás.
La peña no se da cuenta de la poca música que escucho, apenas nada. Estoy fuera de onda, lo digo en serio; comparado con lo puesta que está la mayoría de la gente, con sus conocimientos musicales y del panorama actual… Yo siempre he pensado que cuanto menos supiera, mejor.
Pero sí que tenía mis discos fetiche. Recuerdo que me fascinaba que los Everly Brothers hubieran versionado «Lucille». A pesar de que se trataba de los Everly Brothers, yo notaba que le faltaba algo; estaba genial, pero no producía la sensación que producía la canción original; es lo que suele pasar con el original y la copia.
Empecé a comprarme discos de 78 rpm. El «Bony Moronie» de Larry Williams, Hank Ballard and the Midnighters, el «Rawhide» de Link Wray, ¿esa que hace: «Ñañañá ña ñáña»? Fue la que sacó después de «Rumble», y las dos eran la bomba. El «Sea of Love» de Phil Phillips, Jack Scott. Me gustaba Sam Cooke, pero no lo suficiente como para comprarme el disco. El que sí que me flipaba era Buddy Holly, pero tampoco me entusiasmaba tanto como para comprar el disco hasta que salió el LP con todas las canciones y entonces me lo compré, porque nunca compraba los singles; salvo excepciones como Larry Williams y algunos de aquellos clásicos que compraba en formato de 78 rpm lo antes posible. Robinson’s era una especie de tienda de electrodomésticos donde trabajaba una señora muy simpática con la que hablábamos continuamente. Creo que Comrie y yo íbamos mucho por allí juntos, porque estaba al lado de su casa. Llegabas allí y aquello era como el Hit Parade; lo tenían todo, y nosotros en plan: «¡Qué fuerte! ¿Esa canción ya está a la venta?» Cogías aquellos discazos enormes, los escondías bajo el brazo y luego fardabas del rollo: «Aquí tengo un disco. ¡Vosotros no tenéis una mierda!».
«Last Date» de Floyd Cramer me tenía flipadísimo. La verdad es que era el único tema suyo que conocía. «Du du du duuuu». Con todas las notas ligadas. Todas; y en continuo movimiento. Me molaba aquel sonido, así que hay mucho de eso en mi forma de tocar la guitarra… ligando las notas; es algo que siempre he hecho. La primera vez que lo probé con la guitarra pensé que era una pasada, pero Randy Bachman lo hizo primero. Randy es la primera persona que he escuchado en mi vida capaz de conseguir cosas con la guitarra que me recordaran a Floyd. Tiraba de las cuerdas en plan «tu- tuuiiing», y creaba una armonía