Diversidad invisible y cultura transformacional. Pio Puig

Diversidad invisible y cultura transformacional - Pio Puig


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era su propósito, “la madre que a todos les gustaría tener”, y saber que se la valoraba por ello, fue un cambio total que llenó de significado su día a día. Lo recuerdo y lo sé porque hablamos con ella tiempo después. Aún pasado casi un año de aquel taller, ella continuaba siendo muy consciente de su Ikigai y lo transmitía con orgullo. Aquellas pequeñas acciones que antes intentaba cohibir, ahora eran una actitud consciente, una razón de ser. Su puesto de trabajo siempre había tenido contacto directo con los clientes, pero ahora había evolucionado claramente a la atención al cliente y una vertiente más comercial. Ahora esa palmada en la espalda, ese abrazo en el momento oportuno, tenían valor y un significado profundo. La libertad de ser uno mismo siguiendo un propósito, nos es una guía y sobretodo nos llena de energía.

      Cuando somos capaces de que esto suceda con todas las personas del equipo, es cuando este toma una forma natural más allá del propio cargo, es esa interconexión de luces de la que hablábamos en la que a cada cual se le valora por lo que es.

      El propósito nos acompaña y evoluciona, manteniendo, eso sí, nuestra esencia. Si somos líderes deberemos buscar o evolucionar nuestro Ikigai para ser mejores líderes, si somos emprendedores deberemos saber cuál es nuestro propósito en aquello que emprendemos, si somos técnicos, directivos, especialistas, administrativos, da igual, todos deberíamos encontrar nuestro Ikigai como guía. Que sea tan nuestro que nos acompañe y evolucione en todas las etapas y circunstancias de nuestra vida. Hace tiempo, una persona estratégica con un cargo auxiliar, a quien por dimensiones de la empresa le tocaba hacer un poco de todo, pero sobre todo una persona a la que le encantaba su trabajo, nos dijo: “¡incluso pasar la escoba se puede hacer con estrategia!”.

      Tener un propósito personal, que sea nuestro, tangible e identificable con aquellas pequeñas acciones diarias que nos encantan, es vital, si no ¿cuál será nuestro motivo para levantarnos por la mañana de la cama?

      Conclusiones:

      • Todos tenemos una “razón de ser” que deberíamos hacer tangible en un propósito o Ikigai.

      • Nuestro propósito debe reflejar lo que somos o el potencial de lo que podemos ser cuando sacamos lo mejor de nosotros mismos.

      • Propósito no es sinónimo de felicidad. Es una guía, que incluso en momentos de dificultad nos recuerda lo que somos y todo el valor que podemos aportar al mundo.

      • El propósito no tiene que ser algo magno ni valioso para la humanidad. Al contrario, es algo tangible, aplicable a una suma de pequeñas acciones diarias que nos encantan y que dan un profundo sentido a lo que hacemos.

      • Nuestro propósito evoluciona con nosotros. No tiene porqué ser el mismo en los diferentes ámbitos de nuestra vida (personal, laboral) pero si mantener nuestra esencia: aquello que nos encanta, aquello que aportamos y aquello por lo que se nos valora.

      • Dentro de una organización, independientemente del cargo, todos deberíamos tener un propósito claro y actuar en coherencia con él.

      • El propósito particular dentro de una organización ayuda a eliminar las máscaras y a colocar a cada persona en el lugar donde más brilla.

      • El activo más valioso de una organización son sus personas. Si estas se pueden mover siguiendo su propósito laboral particular, ¡brillan! y el equipo se convierte en una red interconectada que va mucho más allá de los cargos, capaz de conseguir cosas sorprendentes.

      Plan de Acción:

      • A partir del StrengthsFinder de Gallup (u otro test de autoconocimiento que nos permita descubrir nuestros patrones de comportamiento naturales y su vinculación con la motivación) toma consciencia de lo que aporta cada uno de tus talentos y aquello que te encanta.

      • Escribe en una lista lo que aportas y en otra lista lo que te encanta, destilado a partir de tus talentos innatos.

      • En el ámbito laboral mira todas aquellas tareas que haces o que podrías hacer y que están directamente relacionadas con lo que aportas y lo que te encanta.

      • Pregunta y recibe feedback de como te perciben tus compañeros y que es aquello que más valoran de ti.

      • Con la visión de aquello que aportas, de aquello que te encanta, su reflejo en tus funciones laborales y la visión de que es lo que la organización valora de ti, escribe tu propósito: aquello que eres dentro de la empresa y por lo que vale la pena levantarse cada mañana. El propósito se escribe “Yo soy...”.

      Todos somos diferentes. Todos tenemos talentos que pueden aportar valor al mundo. Si tomamos consciencia de ello podemos, en base a lo que somos, determinar un propósito. Ahora bien, el impacto que tengamos en el entorno será responsabilidad nuestra. Lo que somos, inevitablemente se proyecta y se puede traducir a brillo o a sombras.

      El propósito nos guía hacia lo que queremos ser al sacar todo nuestro potencial, pero si el impacto de esto que somos es una luz o una sombra lo determinamos nosotros. Si los talentos fueran superpoderes, nosotros decidimos si con ellos ser un héroe o ser un villano.

      Nuestros talentos, en sí, son neutros. Es aquello que hacemos de ellos lo que crea un impacto positivo o un impacto negativo en nuestro entorno. Hemos visto en el Capítulo 2 como un mismo talento puede tener dos adjetivos distintos para una misma realidad, son dos caras distintas de la misma moneda.

      Si el punto de partida es neutro, somos nosotros los que decidimos colocar el peso sobre un lado u otro de la balanza, y proyectaremos, según se decante, un impacto positivo o no.

      Aquí estamos hablando de proyección y de impacto. Sea cual sea nuestra actitud ésta tendrá una consecuencia en el entorno. Si aún siendo conscientes de nuestros talentos, de todo lo que aportan y tener claro un propósito, éste se enfoca desde una actitud egoísta, mirando únicamente de obtener un impacto positivo en nosotros mismos, la repercusión en nuestro entorno puede estar muy lejos de ser un brillo o una luz.

      Creo que esto se entiende muy bien si cogemos prestados los conceptos de “océano rojo” y “océano azul” de las estrategias de marketing empresarial.

      Un “océano rojo” será aquel en el que yo decida que el impacto positivo únicamente me repercute a mi, aunque eso quiera decir que vaya en detrimento de otras personas de mi alrededor. Mi proyección se contagia y no podré sorprenderme en recibir esa misma actitud egoísta, ni de la falta de empatía cuando la acción de otra persona me perjudique. Aquí cuenta la supervivencia individual y el océano se convierte en un mar de tiburones que pueden llegar a depredarse entre si, convirtiéndolo en un “océano rojo”.

      Este no es el modelo que nos gustaría promover, si no todo lo contrario. En un “océano azul” decidimos extender el impacto positivo de nuestros talentos a un impacto positivo en nuestro entorno. El miedo y la desconfianza a menudo nos llevan por el otro camino pero, ¿qué pasaría si con mis acciones intento cada día generar un impacto positivo en mi entorno? Creo que igual que el egocentrismo se contagia para generar un mar de tiburones, la actitud consciente de generar bienestar en el entorno también se contagia y se propaga. Nuestra proyección se convierte en una luz que enciende otras luces, para crear un océano azul donde la colaboración y la confianza no son meras palabras de un diccionario.

      Esto no quiere decir ser tonto, ni dejarse pisotear, ni que se aprovechen de ti. Esto a menudo son limitantes internos que no nos dejan ser en plenitud.

      Imagino que habréis oído hablar de la teoría de la X y la teoría de la Y de Douglas McGregor. La teoría de la X parte de la premisa que las personas son holgazanas, estáticas y evitan las responsabilidades, con lo que necesitan un liderazgo autoritario e impositivo. La teoría de la Y parte de que las personas son dinámicas, optimistas y creativas. Aquí toman valor la motivación y el reto. Nosotros estamos seguros que si a una persona la tratamos según la teoría X, acabará por responder en esta línea validando la teoría. Por contra, si partimos de las premisas de la Teoría Y, la respuesta de la persona validará ahora la teoría Y. Al final es un principio de acción-reacción.


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